Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • La paz justa pasa por garantizar la soberanía, la integridad territorial y la independencia de Ucrania

Los aplausos que Donald Trump dedicó a Vladimir Putin este pasado viernes en su recepción en la base militar de Anchorage en Alaska no son un buen presagio de lo que pueda deparar el futuro en relación a Ucrania, que sigue peleando democráticamente por zafarse de las garras del criminal ruso. Ni los aplausos ni la alfombra roja por la que el autócrata caminó antes de estrechar la mano del presidente norteamericano son una buena noticia para el mundo libre sino todo lo contrario: son una ignominia para cualquier demócrata que se precie, y suponen, de facto, y a la espera de lo que nos deparen las futuras negociaciones que se sigan fraguando, la rehabilitación de Putin en la esfera internacional, el autócrata ruso sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por los crímenes cometidos en suelo ucraniano durante estos más de tres años de invasión ilegal e ilegítima. Y ello sin contar el resto de crímenes cometidos en otros países y en el suyo propio, donde cualquiera que le lleve públicamente la contraria aparece muerto.

Justo lo que Putin pretendía. Y todo para tratar de obtener réditos políticos y económicos en su beneficio. No es sólo un mal presagio para el futuro de Ucrania sino para el futuro de toda Europa

Esto en relación a las formas, que en democracia son esenciales; en cuanto al fondo y al contenido de lo que en Alaska se trató, la cosa puede ser todavía más hiriente y peor. De momento, lo que ya sabemos es que Trump, un narcisista sin conocimientos históricos, que cambia de opinión constantemente y que no respeta los mínimos procedimientos diplomáticos y democráticos, ha promovido y protagonizado nada menos que una negociación sobre el futuro de Ucrania sin el presidente democrático del país invadido, pero con el criminal que lo ha ocupado a sangre y fuego, al que además recibió con honores, como si fuera un dirigente democrático. Además, aceptó negociar un acuerdo en los términos que Putin viene defendiendo desde que inició su ofensiva expansionista, y ha desechado la exigencia de un alto el fuego para negociar una paz que pueda llamarse de tal forma sin que se nos caiga la cara de vergüenza. Justo lo que Putin pretendía. Y todo para tratar de obtener réditos políticos y económicos en su beneficio. No es sólo un mal presagio para el futuro de Ucrania sino para el futuro de toda Europa.

Ya nadie cuenta con Sánchez

Tras la reunión de Alaska, Trump citó a Zelenski en la Casa Blanca, adonde acudió este lunes apoyado por los principales países occidentales. Ante el panorama que se cierne sobre Europa y con el objetivo de que Putin no salga victorioso de su invasión de Ucrania, los principales líderes europeos consensuaron su posición, otra vez sin el paria Sánchez, que no pinta nada en el concierto internacional, alrededor de dos principios democráticos muy sencillos de entender: que Kiev tenga la última palabra sobre sus territorios y que Moscú no pueda vetar su ingreso en la UE y en la OTAN. A la cita, el ucraniano acudió respaldado por una delegación europea formada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el secretario general de la OTAN, Mark Rütte, los presidentes de Francia y Finlandia, Emmanuel Macron y Alexander Stubb, y los jefes de Gobierno de Alemania, Reino Unido e Italia, Friedrich Merz, Keir Starmer y Giorgia Meloni. Con Sánchez, un apestado, ya nadie cuenta.

El inquilino de la Casa Blanca quiere que Zelenski acepte las exigencias de Putin porque «Rusia es una potencia muy grande, y ellos no», o sea, que impere la ley de la fuerza

Una de las exigencias de Putin es la anexión de territorios que no son suyos y que ha ocupado por la fuerza, lo que supondría, de facto, la rendición de Ucrania. Sin embargo, la ruptura de la unidad territorial de Ucrania es inasumible e inaceptable desde un punto de vista democrático, más si se tienen en cuenta los miles y miles de muertos provocados por Putin para lograr ese objetivo. Rusia pretendía desde el inicio hacerse con todo o al menos parte del territorio ucraniano, su desarme, su renuncia a entrar en la OTAN y un cambio de gobierno, o sea, la rusificación obligatoria de Ucrania y la sustitución de Zelenski por un títere a su servicio, todo lo cual vuelve a estar encima de la mesa por obra y gracia de Trump, que ha logrado acabar con el aislamiento internacional del criminal ruso. El inquilino de la Casa Blanca quiere que Zelenski acepte las exigencias de Putin porque «Rusia es una potencia muy grande, y ellos no», o sea, que impere la ley de la fuerza. Y es lo que las potencias europeas deben tratar de impedir, por decencia democrática y para defender sus propios intereses geoestratégicos, que esta vez coinciden. Y para que la historia no se repita.

Putin pretende que Ucrania le entregue el Donbás tras ocupar Crimea, que ya considera suya, a cambio de dejar de bombardear a civiles y conquistar más territorio. Y Trump no ha dicho que no, lo cual da alas a Putin

La conversación de Trump con Putin en Alaska vino a ser como la de Chamberlain con Hitler y su política de apaciguamiento con quien no quiere apaciguarse, sino engañarte y seguir ampliando su territorio por la fuerza de las armas. Entonces fue la entrega de los Sudetes checoslovacos a la Alemania nazi, que ya se había adueñado de otros territorios, para que no invadiera el resto de Checoslovaquia ni atacara a otros países europeos, cosa que terminó haciendo, lo que dio lugar a la Segunda Guerra Mundial, el mayor conflicto de la historia. Ahora Putin pretende que Ucrania le entregue el Donbás tras ocupar Crimea, que ya considera suya, a cambio de dejar de bombardear a civiles y conquistar más territorio. Y Trump no ha dicho que no, lo cual da alas a Putin.

Zelenski y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya adelantaron que es imposible que Ucrania entregue voluntariamente parte de su territorio a Rusia. Y el resto de líderes del mundo libre deberían insistir en esa idea. Ayer, hoy y mañana, porque Europa se juega mucho y Putin no ha alcanzado aún la victoria que ansía. Y es buen momento para que alce la voz y dé un golpe encima de la mesa para parar a Putin. En la guerra se dirime la defensa de la democracia liberal frente a la brutalidad de las autocracias y los dictadores que pululan por el mundo. La paz justa pasa por garantizar la soberanía, la integridad territorial y la independencia de Ucrania. Si no se garantiza, la historia puede volver a repetirse. Y Europa volverá a estar en peligro.