- Sin garantías de seguridad efectivas es muy dudoso que Ucrania acepte ninguna cesión y mucho menos la claudicación que exige Moscú.
¡Menos mal! El preámbulo de Anchorage (Alaska) y la euforia del Kremlin y su maquinaria de manipulación sincronizada auguraban una catástrofe para Ucrania y Europa. Sin embargo, la multitudinaria reunión de este lunes en la Casa Blanca fue mucho mejor de lo esperado.
Si eso nos acerca a un alto el fuego o algún tipo de acuerdo de paz está aún por ver, pero Ucrania y Europa han salvado (otra) bola de partido cuando Putin acariciaba en el despacho una victoria que no ha conseguido en el campo de batalla.
La atención mediática gravita ahora en torno a una posible reunión bilateral entre Putin y Zelenski seguida de una trilateral apadrinada por Trump. Los acontecimientos se están acelerando estos días, así que ya veremos. Pero no será sencillo que se celebre ni una ni otra.
Para Putin, reunirse con Zelenski supondría una derrota implícita. Putin sólo ha aceptado reunirse con él una vez y lo hizo acompañado por unos solícitos Macron y Merkel en un lejano diciembre de 2019.
En aquel encuentro, un bisoño Zelenski aparecía nervioso e inseguro frente a un zar que dominaba la escena y le daba instrucciones sobre cómo posar ante las cámaras.
Zelenski, que apenas llevaba seis meses en el cargo, estaba convencido de que aquella era una primera toma de contacto para poner en marcha un proceso de diálogo que condujera a la normalización de las relaciones bilaterales.
Pero no hubo más reuniones. Putin dejó claro que no consideraba a Zelenski, un actor de comedia al que había visto bailar en televisión, un interlocutor a su altura y probablemente ya barruntaba la opción de tomar Kyiv por la fuerza y reemplazar a su gobierno en pocos días, con las intervenciones soviéticas en Budapest o Praga como modelo.
Transcurridos seis años, Zelenski es otro. Un líder de guerra curtido, respetado y respaldado por una nación en armas a la que Rusia no consigue doblegar. Así que resulta evidente que, si se reúnen de nuevo, Zelenski puede imponer su dominio de la escena frente a un Putin empequeñecido y que no puede permitirse mostrar debilidad.
Y la reunión trilateral a la que parece aspirar Trump para amarrar su anhelado Nobel de la Paz tampoco sería un plato de fácil digestión para Putin. Es decir, una en la que Trump, ejerciendo de padrino, coja a Putin y Zelenski por el hombro mientras firman algún tipo de acuerdo.
«Desplegar tropas europeas sin la cobertura efectiva de Estados Unidos es un riesgo que ni los más comprometidos y capaces militarmente parecen dispuestos a asumir por el momento»
Eso no sólo supondría reconocer a Zelenski, sino implícitamente reconocer la existencia y futura supervivencia de una Ucrania independiente y soberana.
Y el Kremlin aún no ha dado ninguna muestra de estar dispuesto a ello.
La gran cuestión ahora, y la que determinará si hay acuerdo y de qué tipo, es la de las “garantías de seguridad” para Ucrania y el papel de Estados Unidos en su implementación. Es muy sencillo: no es lo mismo una firma en un papel, una declaración o un tuit que varias decenas de miles de soldados desplegados sobre el terreno.
Y aquí es donde se complica el asunto para los europeos. Estados Unidos no parece dispuesto a desplegar tropas y habla de “coordinar” los esfuerzos europeos.
Pero desplegar tropas europeas sin la cobertura efectiva de Estados Unidos es un riesgo que ni los más comprometidos y capaces militarmente (Polonia, Finlandia) parecen dispuestos a asumir por el momento.
Sin el concurso efectivo de Estados Unidos, esas hipotéticas tropas europeas serían, con toda probabilidad, un objetivo prioritario para una Rusia siempre con ganas de testar la resolución de Europa. Y los europeos comprometidos con la supervivencia de Ucrania aún están tratando de conseguirlo sin involucrarse directamente en la guerra.
Pero es que incluso en un escenario de alto el fuego, esas tropas afrontarían importantes riesgos. El Kremlin podría, por ejemplo, volver al modelo de intervención encubierto de 2014 y pretender que fuerzas partisanas locales hostigan a las tropas europeas en las líneas del frente.
Sería una maniobra burda, pero nada es suficientemente burdo para Rusia en la era de las redes sociales y la eficaz labor de la sincronizada del Kremlin en Europa y Estados Unidos.
Y sin garantías de seguridad efectivas (insisto, con tropas sobre el terreno) es muy dudoso que Ucrania acepte ninguna cesión y mucho menos la claudicación que exige Moscú (eso quiere decir Putin cuando habla de solventar las “raíces profundas del conflicto”).
En los próximos días veremos la respuesta del Kremlin y eso nos dará pistas sobre las posibilidades reales de que se alcance algún acuerdo. Por el momento, Rusia no ha rebajado ni un milímetro sus pretensiones en Ucrania y su apetito estratégico va mucho más allá.
Así que, mucho me temo, en esta (gran) partida aún quedan muchos capítulos por disputar.
*** Nicolás de Pedro es experto en geopolítica y jefe de Investigación y Senior Fellow del Institute for Statecraft.