- Se llama Polonia. No en vano es el país miembro de la OTAN con mayor gasto defensivo en términos del porcentaje del PIB. Mayor incluso que el de los Estados Unidos. ¿Alguien dejará que el ruso siga la catastrófica esquela que para el mundo dejaron sus admirados soviéticos?
Fue el 30 de septiembre de 1938 cuando los primeros ministros británico, Chamberlain, y francés, Daladier, firmaron en Múnich el acuerdo por el cual cedían a Hitler el territorio checoslovaco de los Sudetes, reclamado de forma amenazante por la Alemania nazi como zona germano parlante y anunciando que, en caso contrario, acudiría a la fuerza para conseguir la incorporación de la misma. Franceses y británico accedieron a la demanda imaginando que con ello evitaban la apertura de un posible conflicto bélico. La política de apaciguamiento, sin embargo, no tuvo mucho recorrido. Hitler había tomado nota de su fragilidad y, junto con la URSS, decidió invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939, dando con ello comienzo a la IIGM.
La URSS certificó su pacífica y bien merecida desaparición en 1991, dando con ello reconocimiento a la independencia política y a la integridad territorial de los territorios no rusos que habían formado parte de la misma. Entre ellos se encontraba Ucrania, que, en 1994, en Budapest, firmó con la Federación Rusa, Estados Unidos y el Reino Unido, el Memorándum, al que más tarde se adhirieron los también miembros permanentes del Consejo de Seguridad Francia y China, por el que, y como consecuencia de la adhesión por parte de Ucrania al Tratado de No Proliferación Nuclear, se le ofrecían garantías de seguridad sobre su integridad territorial y su independencia política. En el mismo acuerdo, Ucrania cedía a Rusia las 3.000 cabezas nucleares establecidas en su territorio, que la hubieran podido convertir en el tercer mayor poseedor mundial de fuerzas atómicas. En 1997 Rusia y Ucrania firmaron un Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación que establecía las bases para una «asociación estratégica» entre los dos países y reconocía la «inviolabilidad de las fronteras existentes, así como el respeto a la integridad territorial de cada nación».
Fue en 2014 cuando, en violación de todos los instrumentos multilaterales y bilaterales pertinentes, la Federación Rusa se apoderó de Crimea, parte integrante de la soberanía ucraniana. Fueron cien los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas los que en la Resolución 68/262, titulada ‘Integridad territorial de Ucrania’ condenaron la correspondiente violación del derecho internacional. Los Estados Unidos bajo la presidencia de Obama y los países integrantes de la UE, tomaron diversas medidas punitivas y sancionadoras que, en conjunto, respondían al ‘espíritu de Múnich’ para evitar enfrentamientos graves y que, en su conjunto, no supusieron graves perjuicios para la economía rusa ni posibles y temidos anuncios de intervención.
Putin tomó buena nota del ejemplo hitleriano, cuando el 24 de febrero de 2022 decidió utilizar la fuerza militar para invadir Ucrania, con la convicción de que tal como se esperaba de las razones apaciguadoras que en 1938 confluyeron en Múnich, nada ni nadie osaría tomar otras medidas que no fueran el reconocimiento obligado de la situación. En ello, y también como Hitler y Stalin, equivocó el análisis. La reacción euro atlántica impidió que los afanes anexionistas del ruso llegaran a buen fin, no sin importantes costes materiales y humanos de parte y de otra, pero conteniendo en cualquier caso y frustrando seriamente el afán neo soviético del mandatario del Kremlin. Y aunque tres años mas tarde subsistiera el conflicto que el autócrata ruso había provocado, nada permitía suponer que las predicciones del futuro jugaran en favor del agresor.
La llegada de Trump a las Casa Blanca, profundamente disruptiva del conjunto de normas y conductas internacionales que han regido la vida mundial en el curso de los últimos ochenta años, ha contribuido a la alteración de los elementos básicos de conductas y previsiones que en lo fundamental habían venido rigiendo las relaciones entre naciones y gentes. En particular, y por lo que a la situación en Ucrania se refiere, ha introducido elementos claramente negativos para lo que en buena razón hubiera debido traducirse en alguna y consistente forma de derrota para el autócrata moscovita. Por el contrario, le ha concedido una plataforma de diálogo igualitario con la Casa Blanca que el del Kremlin ha conseguido aprovechar para evadirse del aislamiento internacional al que el caso ucraniano le había sometido y, además, le ha concedido la oportunidad de concebir que está en condiciones para conseguir con el uso de la violencia lo que en la invasión de 2022 había perseguido: apoderarse de todo o en parte de la Ucrania soberana e independiente.
Tanto la UE como la OTAN, en las manifestaciones de sus dirigentes y de los más cualificados de sus miembros, han hecho saber su negativa a considerar aceptable un acuerdo de paz sobre Ucrania que pueda incluir una cesión territorial a Rusia. Para mostrar con ello su negativa a aceptar los resultados que en estos momentos se desprenden de la conversación bilateral de Trump y Putin en Alaska. Y para recordar que, en cualquier caso, difícilmente aceptable sería un acuerdo al respecto que no contara con la representación ucraniana. Circunstancias estas de alta delicadeza, en las que se juegan la paz y la guerra, la vida y la muerte, y en las que nunca faltarán unas y otras opiniones. Incluyendo aquellas que, por razones comprensibles e incluso respetables, y sin hacer referencia a ganancias o pérdidas territoriales, optan claramente por conseguir una paz, por imperfecta que resulte. Pero el caso es otro e inevitablemente retrae a Múnich: si Putin sale del conflicto que el mismo generó con el premio de la ganancia territorial, pensará, como en su momento hicieron sus antecesores e inspiradores Hitler y Stalin, que, en el mejor de los casos, y aplicando la formula castiza, «todo el monte es orégano», para procurar la planificación del siguiente. Tiene nombre. Se llama Polonia. No en vano es el país miembro de la OTAN con mayor gasto defensivo en términos del porcentaje del PIB. Mayor incluso que el de los Estados Unidos. ¿Alguien dejará que el ruso siga la catastrófica esquela que para el mundo dejaron sus admirados soviéticos?
- Javier Rupérez es embajador de España