José Alejandro Vara-Vozpópuli

  • La peor de las fieras no es el fuego sino la desidia, la ineptitud, la vileza de un Gobierno ajeno al dolor y la tragedia

“Dos que sí, uno que no”. Es el himno de Zamora, el grito con el que desde la barra se lanzan los pedidos de pinchos a cocina. Con picante o sin él. El pincho es la monotapa de “El Lobo”. Se requiere enorme habilidad, dosis de paciencia y una cierta picardía para hacerse con el deseado moruno. El local está siempre a reventar. Para conseguir  pieza hay que manejarse con decisión y soltura, algún codazo por aquí, un empujoncito por allá, disculpe jefe, perdón señora. Todo un reto pero al final, se logra el objetivo. Los mejores pinchos de España.

Un escultor olvidado

Otro Lobo de Zamora es Baltasar, un artista que huyó a Francia cuando la dictadura, frecuentó los ambientes culturales del exilio, congració con Picasso que lo apadrinó y lo puso en contacto con el escultor Henri Laurens, quien le dio cobijo en su taller y le dispensó una enorme amistad y una camaradería militante. Compartió exposiciones internacionales con Modigliani Matisse, adquirió cierta relevancia  en galerías iberoamericanas aunque no gozó de excesiva notoriedad entre sus paisanos. Falleció en París en septiembre de 1993 y está enterrado en Montparnasse. Anarquista irreductible, poco quiso saber del regreso a su tierra. La Bienal de Zamora le dedicó una exposición nostálgica en 1986 cuyas obras terminó regalando a la ciudad. Su legado se encuentra en la Casa de los Gigantes, edificio situado entre la catedral y el castillo, uno de los rincones más soberbios de Zamora. El Ayuntamiento, dirigido desde hace tres legislaturas por Francisco Guarido, de Izquierda Unida, ha decidido impulsar la creación del museo Baltasar Lobo en memoria de este escultor olvidado. Tendrá su sede en el Ayuntamiento Viejo, uno de los edificios más significados de la urbe. Juan Manuel Bonet, exdirector del Museo Reina Sofía, profesor de aquilatada solvencia, es el responsable de poner en marcha un proyecto concebido al estilo de iniciativas culturales como el Gargallo zaragozano o la Fundación Cristino Vera de La Laguna, según insisten sus valedores. Dado que apenas le interesa la Semana Santa de su ciudad, posiblemente una de las más renombradas de nuestro país, Guarido, único alcalde comunista de una capital de provincia española, está decidido a situar su ciudad en el mapa de la cultura internacional mediante esta iniciativa que lleva como estandarte a un Lobo hasta ahora preterido pero que aspira a trascender olvidos y fronteras. Así sea y que no nos cueste demasiado.

El mítico mamífero

Finalmente está el lobo por antonomasia, el mítico mamífero, el canis lupus, noble y ya asentada presencia en la Sierra de la Culebra, donde hasta hace meses se detectaban unas 45 manadas de las que más de treinta desarrollaban toda su actividad en Zamora. Las excursiones fotográficas son actividad frecuente en la región, con presencia de aficionados que llegan de toda España para la práctica de este ejercicio entre deportivo y artístico sin riesgo para el animal ni para el perseguidor de instantáneas. En marzo de este año, el Congreso de los Diputados aprobó una ley que excluye al lobo del listado de Especies Silvestres en régimen de Protección Especial lo que abre la puerta a la posibilidad de regular su caza por encima del Duero, como ocurría antes. Todo bajo control, con mimo por el animal pero también con un ojo en el interés de los vecinos de estas zonas tan olvidadas.

Decisión polémica, dada la actividad febril de los defensores el cánido, que, naturalmente, no viven en las aldeas cercanas al biotopo donde desarrolla su vida este fascinante mamífero. El pasado año se produjeron en Zamora 635 incursiones de lobo en explotaciones ganaderas con más de 1.100 cabezas muertas. la mayoría ovejas pero también vacas, mulas y hasta caballos.

Este verano ha recobrado su estampa más terrible, con profusión de fuegos por gran parte de la provincia, desde Puercas de nuevo hasta arriba en Sanabria, en un agosto dramático e infernal

La Sierra de la Culebra está siendo, malhadadamente, noticia nacional por la terrible reedición -corregida y aumentada- de los incendios que la asolaron en 2022 (cinco muertos y casi 40.000 hectáreas arrasadas) y que este verano ha recobrado su estampa más terrible, con profusión de fuegos brutales por toda la provincia, desde Puercas de nuevo hasta arriba en Sanabria. Un agosto infernal, entre la desesperaci´n por la ineptitud de los políticos, por el desprecio de Sánchez y su banda, con episodios tan miserables como la despreciable visita del presidente del Gobierno, que dejo la piscina, se hizo la vertiginosa foto de rigor, se subió al helicóptero y luego al Falcon para volver a la piscina del Palacio de la Mareta. «Es-culpa-del-cambio-climático», recitó con una vileza superlativa, ya con cuatro fallecidos, más de una decena de heridos y un rastro de más de quinientas mil hectáreas arrasadas, cientos de viviendas destruidas, miles de vecinos desalojados de sus casas, un panorama sin precedentes en nuestra machacada nación.

El fuego es mucho más feroz que el lobo. En Zamora lo conocen bien. Y lo padecen con inusitado dolor. Pero hay aún un lobo más temible, el más dañino, el más detestable, el que anida en  los despachos, el que debe proteger tanto al lobo de la sierra como a los bosques en los que desarrolla su actividad, a las aldeas que lo rodean, a la gente que allí vive, en suma, a la vida. Ese es el lobo que más aterroriza a los zamoranos, el de los políticos ineptos, los que cuelan promesas de contrabando, los que sólo se acuerdan del campo cuando arde (y ni eso) y los que, en Zamora o en Madrid, se llenan la boca de generosas palabras y espléndidas promesas cuando visitan las tierras abrasadas y luego, si te he visto no me acuerdo. Lo que le dijo aquel paisano a Sánchez cuando visitó la zona de la catástrofe hace tres años ahora revisitada con igual desvergüenza:

-”Ya hemos perdido la Sierra de la Culebra, ahora te queda también la de la Demanda. Vete y quémala”.

-”Lo arreglaremos”, respondió el ilustre paseante con ese gesto compungido que exhibe cuando intenta amagar dolor, con esa desvergüenza del desalmado, ese deprecio a todo menos a su adorada  persona.

-”¿Arreglarlo?, ¿tú qué vas a arreglar?”

Tenía razón el iracundo zamorano. Nada arregló y volvió a pasar. Los fuegos, las muertes, el llanto. Y allí estaba el peor de los lobos, semoviente despreciable que se instaló en la Moncloa hace siete años y que, sostenido por la caverna de los odiadores de España, despreciadores de la convivencia, xenófobos con alquitrán, está decidido a no entregar el poder jamás. Lo peor es que a este país sufrido, humillado y despreciado, parece no importarle ni aunque se convierta en cenizar la geografía entera de lo que queda de su nación.