José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Dicen los chascarrillos de verano que su mayor temor es convertirse en el primer presidente after-Transición que no podrá seguir en su país tras dejar el poder
Quinta imputación a Begoña Gómez. Esta vez por presunto delito de malversación. Como Puigdemont, otro excelso. Entre dos y seis años oscila la condena. El juez José Luis Peinado no se achanta. En pleno agosto le remite otra invitación a la esposa del presidente del Gobierno para que se acerque de nuevo por su modesto tribunal. Será el 11 de septiembre, la fecha de la Diada. Otra coincidencia con el forajido de Waterloo.
De nuevo se asistirá al prodigioso despliegue de efectivos policiales en la Plaza de Castilla. Unos trescientos la última vez. Una cifra quizás exagerada. Habrían bastado con doscientos. Este verano en La Mareta apenas cien velaban por el feliz reposo de la familia presidencial y amigos. Eso es más sensato.
El Tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional son los otros cuatro delitos por los que el titular del juzgado 41 de Madrid la investiga. Una colección sin duda infrecuente que produce enorme desasosiego en La Moncloa, donde hasta el momento, todos los intentos por dinamitar la instrucción en marcha han resultado inútiles y hasta contraproducentes. “Cuanto menos ejercitemos la voluntad, menos sufriremos”, recordaba el clásico. Peinado bien lo sabe, pero…El penúltimo héroe de estas miserables batuecas.
El casi anónimo magistrado se dispone a cerrar su accidentada instrucción y en pocas semanas se abrirán posiblemente las puertas para el comienzo del juicio oral de la dama.
Lo han pretendido con la familia del magistrado, a la que han perseguido y hostigado sin tregua, o mediante todo tipo de infundios, algunos delirantes, lanzados desde la factoría mediática de las telepedros, o con las continuas zancadillas promovidas por el aparato del Estado, tanto fiscalía, abogacía o ejecutivo en pleno. Salvo recurrir a soluciones a la italiana, lo han intentado todo con escaso éxito. El casi anónimo magistrado se dispone a cerrar su accidentada instrucción y en pocas semanas se abrirán posiblemente las puertas para el comienzo del juicio oral de la dama.
Qué reconfortante resulta citar al Financial Times. “Sánchez siente presión”, titulaba en portada esta semana, con fotografía de la pareja, unos Bonny and Clyde emergidos de las saunas de Sabiniano y dedicados al saqueo de lo público. “El último golpe para el primer ministro socialista”, añadía, en referencia a lo de Peinado. Félix Bolaños se apresura a sacar adelante su ‘ley Begoña’, con la que pone punto final a toda causa surgida de la acción popular incluso con efectos retroactivos. Una añagaza tramposa para cerrar los casos de la señora y del hermanísimo, también a punto de convertirse en carne de banquillo.
Estos son los asuntos que en verdad preocupan al presidente carapintada y no la ausencia de presupuestos o el cabreo popular por los incendios, cinco fallecidos ya y media España arrasada. Menos aún le inquieta la angustia social ante el dramón de la vivienda, o el hundimiento de la renta familiar a niveles casi tercermundistas. Para Sánchez, siguiendo a Hegel, el Estado no existe para los ciudadanos sino al revés. Y dado que el Estado es él, todo lo demás es literatura. Ya ha puesto en marcha su plan para afrontar la montaña de calamidades que zarandean a su Gobierno, tanto el imparable piélago de corrupción como el descrédito de un Ejecutivo convertido en una mera pandilla de broncanos dedicada a insultar a la oposición, zaherir al discrepante y colocar a amiguetes y cuñados, por lo general tipos gorditos de escuálida formación.
El primer paso para su botadura oficial, este viernes en Asturias, consistió en el anuncio de la creación de una comisión interparlamentaria (al presidente del Gobierno casi le daba la risa al anunciarla) que ya existe desde hace siete años
El ‘pacto de Estado contra la emergencia climática’ se llama el artefacto con el que pretende enredar a sus socios y señalar a PP y Vox con el estigma del negacionismo. Suena burdo y elemental, evidentemente. Hasta la Aemet, tan dudosa en su neutralidad, tiró por tierra la teoría de que los inusitados calores de este verano propiciaron la brutal expansión de los incendios. Decenas de escribidores, amanuenses y asesores urden ya a estas horas en Moncloa un argumentario para defender este propósito incierto. También sin demasiado tino porque el primer paso para su botadura oficial, este viernes en Asturias, consistió en el anuncio de la creación de una comisión interparlamentaria contra los incendios (al narciso semoviente casi le escapaba la risa al anunciarla, tanta burla da dolor) que ya existe desde hace siete años, es decir, desde los primeros meses en que las hordas socialistas pusieron sus pies en la Moncloa.
Dicen los chascarrillos de verano que su mayor temor es convertirse en el primer presidente after-Transición que no podrá seguir en su país una vez deje el poder, si tal ocurre. O que lo hará con una pulsera en el tobillo. Él y su esposa. Como la Kirchner, la mayor ladrona del Cono Sur. Por ahora, es evidente que no puede poner un pie en la calle. Resultaron patéticas sus apariciones estrepitosamente blindadas por los pueblines donde ardió el bosque.
Su producto está agotado, su mercadería apesta, su equipo es una charca de salteadores, puteros y desalmados, su horizonte se antoja un penoso purgatorio sin salida, mucho va a tener que esforzarse para que un viento inesperado no le arroje fuera del territorio de su inestable normalidad. Deliberar sobre cómo se materializará tal episodio es tan insensato como estéril.