- Termino instando a las autoridades de la Comunidad Autónoma Vasca a cumplir con su deber, a ejercer la autoridad sin complejos, a proteger de verdad a las víctimas del terrorismo, su dignidad y su memoria. Si por cálculo electoral, por cobardía o por simple comodidad prefieren no hacerlo, dimitan o guarden silencio
El 4 de agosto comenzaron las fiestas de la Virgen Blanca en Vitoria. La plaza que lleva su nombre reunió como todos los años a miles de personas y, también como todos los años –igual que en el recinto festivo que alberga el espacio de las cuadrillas, las «txoznas»–, se vieron múltiples pancartas reivindicativas de los amigos de la banda terrorista ETA. Reclamaban, por supuesto en vascuence, la libertad para Euskal Herria, la independencia, la lucha para lograrla, la trayectoria de algunos terroristas o la vuelta a casa de los presos y refugiados de la banda. Actuaciones similares se han visto en las fiestas de San Sebastián y Bilbao, hechos recurrentes y abominables que, año tras año, jalonan el paisaje de la mayoría de las fiestas de los pueblos del País Vasco con absoluta impunidad.
La Fundación Fernando y Buesa denunció la reiteración de esta afrenta «ante la indiferencia de parte de la sociedad y, sobre todo, de las instituciones». Tras la denuncia, la respuesta institucional se produjo rápidamente, el diputado general, del PNV, puso un tuit –sí, un tuit, la respuesta habitual de los políticos ante cualquier problema– en el que afirmaba: «Ni me acostumbro ni asumo con normalidad la ocupación de la calle y el espacio festivo con mensajes que agreden a las víctimas y ofenden a la mayoría de la sociedad, se toleran por evitar la confrontación». Por su parte la alcaldesa de Vitoria, del PSOE, pidió «tolerancia cero frente a los carteles» y mostró «su absoluta condena y rechazo por estos mensajes que suponen una exaltación de la violencia».
Sinceramente estas manifestaciones me resultan sorprendentes, el diputado general de Álava y la alcaldesa de Vitoria no son simples espectadores de los acontecimientos. ¡Son autoridades! Y por tanto no pueden permanecer pasivos ante estos comportamientos. Menos aún cuando echan el resto, y está muy bien, para combatir la violencia machista o fomentar políticas de igualdad con campañas a tutiplén de tolerancia cero ante este fenómeno. ¿Por qué la diferencia? Por algo bien sencillo, la violencia machista no la defiende nadie y la terrorista tiene miles de partidarios –y votantes– en nuestras calles, por eso para el diputado general «se toleran por evitar la confrontación». En el fondo, estas declaraciones son un síntoma de la degradación moral y la cobardía de la sociedad vasca, y, sin duda, de sus responsables políticos.
Quiero recordar a las autoridades del País Vasco, lehendakari, diputados generales y alcaldes, que la ley vasca de 4/2008 de reconocimiento y reparación a las víctimas del terrorismo, aprobada por el parlamento vasco en junio de 2008, señala en su artículo cuatro lo siguiente: «Los poderes públicos vascos velarán para que las víctimas sean tratadas con respeto a sus derechos, para ello: Adoptarán medidas apropiadas para garantizar la seguridad, el bienestar físico y psicológico de las víctimas y sus familiares y, en particular, para prevenir y evitar la realización de actos efectuados en público que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas o de sus familiares, exaltación del terrorismo».
Termino instando a las autoridades de la Comunidad Autónoma Vasca a cumplir con su deber, a ejercer la autoridad sin complejos, a proteger de verdad a las víctimas del terrorismo, su dignidad y su memoria. Si por cálculo electoral, por cobardía o por simple comodidad prefieren no hacerlo, dimitan o guarden silencio, pero por favor no nos tomen por idiotas, eviten indignaciones de manual y declaraciones de compromiso. Es mucho más honesto.
- Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco