Mayte Alcaraz-El Debate

  • Sin pelos en la lengua, ha cantado todas las verdades a cuantos barqueros ha colocado la izquierda en su camino

Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos (Madrid, 50 años) fue confirmada en el núcleo duro de Alberto Núñez Feijóo el pasado mes de julio. Aunque el líder popular ya la recuperó en 2023, tras la salida de Pablo Casado, es ahora cuando su apoyo a Miguel Tellado, nuevo secretario general con el que ha formado buen equipo en los últimos meses, y su magnífico desempeño en el Congreso, especialmente como azote de Félix Bolaños, la han catapultado al Comité Ejecutivo Nacional, el segundo anillo de poder de Génova tras el comité de dirección. Uno de sus 30 asientos será para esta diputada que recupera un protagonismo perdido tras la crisis que la enfrentó a Casado y que motivó su cese como portavoz parlamentaria.

No obstante, ese peso nunca lo perdió del todo con Feijóo. En noviembre de 2023, el líder gallego abordó su primera remodelación y ya resituó a la diputada madrileña –con nacionalidad no solo española sino argentina y francesa– como portavoz adjunta. Desde entonces no ha dejado títere socialista con cabeza. Del ministro de Presidencia hubo que recoger sus pedazos en la última sesión de control al Gobierno. En cinco puntos destrozó a Bolaños por la inmoralidad del Ejecutivo del que forma parte: le tildó de burócrata reincidente, termita voraz en las instituciones, pasando por profanador de la independencia judicial; el caso es que la mano derecha de Sánchez no supo dónde meterse. Cayetana llegó a vaticinar que el titular de Justicia podría tener problemas en los tribunales; poco después Juan Carlos Peinado pedía al Supremo que lo investigara por la contratación de la asesora personal de Begoña Gómez, pagada con dinero público. Recientemente, el Alto Tribunal tumbó esta pretensión del juez de instrucción.

CAT, tras doctorarse en Historia en Oxford y vivir en Buenos Aires, aterrizó en Madrid en 2000, donde ingresó como redactora en El Mundo, primero como editorialista y luego como redactora económica. De ahí saltó a las tertulias de Jiménez Losantos en la Cope hasta que recaló en el PP como jefa de gabinete de Ángel Acebes. Fue elegida diputada por Barcelona, con un pírrico resultado, y empezó a significarse por su rechazo al independentismo catalán desde un estilo incisivo, a veces adornado con un talante altivo. Hasta que en 2015 anunció que abandonaba la política por desacuerdos con Mariano Rajoy; fue su primer portazo a Génova.

Después de una temporada en el periodismo que volvió a ejercer en El Mundo decidió aceptar la oferta de Casado para estar el 28 de abril de 2019 en las listas del PP. Álvarez de Toledo tropezó dos veces con la misma piedra. Fue fulminada como portavoz parlamentaria por Pablo Casado, cuando el virus campaba a sus anchas por nuestros pulmones. Cada vez que esta diputada, hija de aristócrata francés y madre argentina, es maltratada por la derecha los que más lo celebran son los de la izquierda. Aquel agosto de 2020 el exlíder popular cayó en la trampa de Pedro Sánchez, al que gusta presentar como radical al que no se pliega a sus políticas populistas. Él se autoinstala en la moderación y, a partir de ahí, los que no comulgan con su credo woke son fascistas. Una de las razones que se esgrimió para sustituir a Cayetana por Cuca Gamarra es que a los barones de Génova les rechinaba su discurso sin complejos contra el nacionalismo, algo que a veces se echó en falta en el PP y que explica en parte la llegada de Vox. Por eso, Álvarez de Toledo siempre ha defendido que el PP no puede ser una alianza de barones sino un partido con sustrato ideológico. Desde esa convicción, terminó enfrentada al entonces todopoderoso Teodoro García Egea, partidario de la política de apaciguamiento. De él, CAT señaló que ostentaba un «mando testosterónico».

Sin pelos en la lengua, ha cantado todas las verdades a cuantos barqueros ha colocado la izquierda en su camino. A Carmena le recordó que no le perdonaría jamás que pervirtiera la cabalgata de Reyes para decepción de su hija de seis años (el tuit con su denuncia se convirtió en un fenómeno viral); a Sánchez le espetó que su dignidad personal era irrelevante; a María Jesús Montero le preguntó, a propósito del debate sobre la ‘ley del solo sí’, «¿ustedes van diciendo ‘sí, sí, sí’ hasta el final?», y a la otra Montero, Irene, le afeó que «ha llevado el feminismo a una lucha desquiciada entre hombres y mujeres».

Sus polémicas con la izquierda han sido mayúsculas, pero su gran logro (según sus propias palabras) fue ganar en los tribunales a Francisco Javier Iglesias Peláez, el padre de Pedro Manuel, que la acusó de intromisión en su honor por llamarle «terrorista». La Audiencia de Zamora ratificó que las palabras que la diputada popular pronunció en una entrevista se encuadraban en la libertad de expresión. En mayo de 2020, Álvarez de Toledo ya le había dicho al podemita en su cara desde la tribuna del Congreso que «es usted el hijo de un terrorista» (por la militancia en el FRAP de su padre, una organización terrorista responsable de seis asesinatos en los años 70). El exvicepresidente quiso vengarse llamándola cada vez que intervenía en el hemiciclo como «señora marquesa» (es marquesa de Casa Fuerte), y la madre de Pablo, y esposa del interfecto, también terció para tildarla de «marquesa de pacotilla con lengua bífida», extremo que solo pudo provocar carcajadas en Álvarez de Toledo.

Cayetana impugna casi todos los paradigmas del populismo y de la izquierda, en clara sintonía con José María Aznar, con el que mantiene amistad: no cree que la violencia tenga género, ni que los hombres sean violentos por naturaleza, ni que ser mujer la defina (dice que tiene mucho más en común con Feijóo o Moreno que con Belarra o Irene Montero), ni que a la izquierda le ampare ninguna superioridad moral. A su favor opera que no se siente condicionada por el instinto de poder ni necesita el dinero público para vivir (su historial académico y profesional es apabullante, donde destaca su magnífica tesis doctoral sobre Juan de Palafox, bajo la dirección del ilustre profesor Elliott), por lo que, sin hipotecas personales, contrapone la batalla épica de las ideas a las luchas internas de los partidos.

Gusta más del papel de prensa y de los libros (su ensayo Políticamente indeseable es un sólido alegato contra las falsedades de la izquierda y su adhesión a los nacionalistas, y un recorrido por sus difíciles años en el PP), que del papel cuché, donde Iglesias la quiso recluir por su procedencia aristocrática. Hasta que el líder en la sombra de Podemos tomó de su medicina: «La aristocracia a la que pertenece usted es a la del crimen político», le descerrajó Cayetana.

Gran defensora de Albert Rivera en los albores de la «nueva política» que nos iba a arreglar la vida, Álvarez de Toledo vuelve a la primera página de los periódicos mientras Albert es hoy únicamente un exitoso abogado y Pablo solo gestiona la pyme familiar de Podemos.