- La inmigración ilegal masiva que Europa ha ido regularizando no es aportadora neta. Es detractora neta de recursos, e incompatible con el mantenimiento del Estado del Bienestar
Es una preocupación occidental. Sus efectos deletéreos sobre la convivencia van moviendo poco a poco gobiernos de todos los colores hacia la sensatez tras una larga etapa de políticas suicidas. Cosa diferente será el modo en que se modulen los discursos en cada país afectado. En EE.UU., pese a que Obama y Biden aplicaron políticas mucho más estrictas de control fronterizo, las llantinas woke solo llegaron con el primer Trump. En Europa, le correspondió a Merkel el papel contrario. Ella aportó el impulso primero a una apertura de fronteras como nunca se había visto. Su infinita irresponsabilidad (si es que fue eso, que no sé) la pagaron de entrada las mujeres violadas a las que la prensa ignoraba para no contradecir las fatales decisiones de su gobernante. Ese patrón seguiría creciendo y contagiándose al resto de Europa. Era un patrón dictatorial.
No debería tener que defenderse que la inmigración ilegal es ilegal, ¿verdad? La pérdida de respeto a la ley nos asilvestrará, nos arruinará y nos transportará al estado de naturaleza. Aún recuerdo el entusiasmo que despertaba en Barcelona una alcaldesa –analfabeta funcional, sin oficio ni beneficio– por su mensaje (podemita y justificador del clasista ‘procés’) de que solo aplicaría las leyes que fueran justas. Donde ser justo significa que ella lo considerara así. La conversión de Barcelona en una ciudad sin ley, o la imposición oficial (ley de amnistía) de una versión del ‘procés’ que da la razón a los golpistas explican que el argumento de legalidad o ilegalidad haya dejado de importar, siendo lo relevante si hace avanzar o no la agenda woke que comparten (al menos en su retórica) la izquierda, los separatistas y la vieja derecha. Esa retórica empalaga a cualquiera, a la vez que trata de amordazar al adversario con acusaciones de racismo, xenofobia, ultraderechismo, etc. Amordazamiento que funciona con la vieja derecha. Por eso aquellos a quienes nos trae al pairo lo que digan los woke tenemos la obligación de recordar algunos puntos:
1) La mayoría de menas no lo son. Cuando se realizan las pruebas, el grueso son mayores de edad. La práctica totalidad son hombres. A pesar de lo anterior, políticos y periodistas siguen refiriéndose a esa tropa de hombres adultos como «niñas y niños». ¿Por qué no las llaman «esas niñas» directamente? Anímense. 2) Aportar al debate público índices de criminalidad donde el hurto en un súper y el asesinato cuentan lo mismo –como hace Marlaska–, es un engaño burdo. Pero lo burdo funciona con el espectador de televisión. 3) El aumento de la inseguridad y el empeoramiento de las prestaciones públicas es en gran parte consecuencia de la inmigración ilegal masiva. 4) Ningún agente político ha afirmado que todos sean delincuentes. Los delincuentes son una minoría, pero esa minoría tiene un peso ponderado notablemente mayor que entre los españoles. 5) La inmigración ilegal masiva que Europa ha ido regularizando no es aportadora neta. Es detractora neta de recursos, e incompatible con el mantenimiento del Estado del Bienestar. 6) Naves españolas supuestamente humanitarias remolcan barcazas sobrecargadas durante casi toda su travesía hasta España. Se trata de un negocio, puesto que los ocupantes pagan, los de las barcazas cobran y los de las naves reciben premios a su humanitarismo y jugosas subvenciones. Un negocio de tráfico de seres humanos.