Ignacia De Pano-Vozpópuli
- Difícil encontrar a una pandilla de incompetentes mejor escogida para ejercer sus correspondientes ministerios
Laurence Johnston Peter, (1919-1990) fue un pedagogo canadiense que culminó su carrera académica en la USC, universidad del Sur de California en Los Ángeles, donde se trasladó en 1963. Su salto a la fama popular se debió a la publicación, en 1969, de su famoso libro “El principio de Peter”, en el que tras estudiar las jerarquías en el ámbito de las organizaciones y como fruto de sus observaciones, formuló el siguiente principio:
“En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”.
Como corolario de este principio añadió los dos siguientes:
“Con el tiempo, todo empleo tiende a ser ocupado por un empleado incompetente para desarrollar sus obligaciones” y “El trabajo es realizado por los empleados que aún no han llegado a su máximo nivel de incompetencia”.
Peter, que era un tipo tan brillante como bienhumorado, y de quien circulan citas tan memorables como su definición de la originalidad como “el arte de recordar lo que has oído pero olvidando donde lo has oído” o aquella en la que considera que “el hombre que está dispuesto a llegar a medio camino para alcanzar un acuerdo suele medir muy mal la distancia”, se hubiera sentido muy complacido al comprobar la exactitud de su famoso principio en el consejo de ministros de su tocayo Pedro Sánchez. Difícil encontrar a una pandilla de incompetentes mejor escogida para ejercer sus correspondientes ministerios. Todos funcionando a su máximo nivel de incompetencia.
Un empujoncito al tren
Que se lo digan al revisor de un AVLO Murcia-Madrid de la pasada semana, uno de esos trabajadores que sí están capacitados para ejercer su trabajo, que al ser interpelado sobre el inexplicable parón del tren a menos de 300 metros del andén de destino, resopló profundamente, se dejó de paños calientes y le dijo al pasajero que le preguntaba, “¿Quiere saber lo que pasa? Pues se lo cuento. El tren ha salido con la mitad de potencia, hemos decidido emprender el viaje para no dejarles a ustedes en tierra con estos calores cuando no teníamos certeza de que pudiéramos hacer el viaje completo y hemos llegado donde hemos llegado. Aquí hay una pendiente y el tren no tiene fuerza para subirla, se ha parado. Además, nos han dado un golpecito y estamos esperando a una locomotora que venga a acarrearnos. Y sí, llevamos una hora parados y no, no sé cuánto tiempo más vamos a estar aquí. Alguna cosa más?” El pasajero se quedó anonadado y volvió a su asiento sin articular palabra. Hasta el bebé del asiento de atrás, que se había entretenido durante las casi cuatro horas de viaje aporreando la mesita de delante con el consiguiente meneo constante de nuestro atribulado pasajero se quedó de repente quieto y sumido en un extraño sopor. Bienvenido al mundo de Óscar Puente, querido y jovencísimo amigo.