Ignacio Camacho-ABC

  • Es imposible que un político con fama de sensato ignore hasta qué punto está rebajando la dignidad de su cargo

DE aquel ya lejano «Puigdemont a prisión» hemos pasado a «Puigdemont, perdón». La coma es vocativa porque la amnistía no significa que el Estado otorga el perdón sino que lo pide, y además de rodillas. Y el prófugo se hace el estrecho y reclama que se le rinda pleitesía, bien consciente de su posición decisiva en el mandato sanchista. Cansado de que el Gobierno le mande mensajeros semiclandestinos a Suiza, ha exigido antes de negociar los Presupuestos que vaya el presidente a Bruselas para dar rango oficial a la visita. De momento, y a título de embajador con credenciales, va a acudir hoy Salvador Illa. Si al final hay ‘fumata’ blanca será Pedro quien se desplace en persona para la foto de la ‘reconciliación’ definitiva, el blanqueo simbólico de un golpista que todavía tiene cuentas pendientes con la Justicia. Porque el delito de sedición estará borrado pero el de malversación continúa vigente al menos hasta que la Corte de Luxemburgo decida.

Illa es un señor muy educado que por hablar sin levantar la voz y decir mucho la palabra «diálogo» pasa por un político sensato. Gobierna Cataluña en nombre del Partido Socialista pero en realidad actúa como un criptosoberanista –cada vez menos cripto– que aspira a ocupar el espacio de la antigua Convergencia subrogándose un programa de confederalismo a plazos. Para justificar la humillación ante el fugado alega que ya se ha visto con todos sus antecesores en el cargo, y es verdad, pero omite que el de Waterloo es el único de ellos que se alzó contra la Constitución y declaró una secesión unilateral que pretendía arrebatar la nacionalidad española a sus conciudadanos. Claro que ése es el tipo de currículum delincuencial idóneo para que Sánchez te considere aliado y te unja como uno de los suyos por imposición de manos. Nada tiene pues de extraño que sea el socio perfecto de un pacto que ya han suscrito antes ciertos ilustres expresidiarios.

Al fin y al cabo, ‘Puchi’ siempre podrá presumir de no haber pasado por la cárcel, condición que parece cuasi necesaria para formar parte de la alianza de progreso. Otegi, Junqueras y ahora Santos Cerdán, el muñidor de los anteriores acuerdos, ya han pasado algún tiempo en esa clase de alojamiento que el jefe de los insurrectos eludió en un maletero o donde quiera que se escondiese para salir huyendo. Dadas las circunstancias puede que le haya hecho un favor a Zapatero al apartarlo de estos nuevos encuentros. Ahora quiere interlocutores de mayor graduación, nada de intermediarios subalternos; gente de galones que reconozca y legitime su rol de gobernante injustamente depuesto, lo llame Molt Honorable y cuestione la autoridad del Tribunal Supremo. Illa el moderado, Illa el pacificador, Illa el discreto, ha aceptado el juego. Y como de tonto no tiene un pelo es imposible que desconozca hasta qué punto rebaja su dignidad institucional con ese gesto.