Pablo Martínez Zarracina-El Correo

  • Después de un verano polémico, Otegi reorienta su crítica a la Ertzaintza hacia la atención al cliente

Existe también un Arnaldo Otegi filósofo moral y ayer le reveló al país el secreto de la autoridad. Resulta que no tiene que ver con la rectitud, la ética o la ejemplaridad, sino con «tratar bien a la gente». Por supuesto, Otegi habló con la autoridad de quien, en su larga trayectoria público-privada, de nada se preocupó tanto como de que no hubiese un solo ciudadano descontento con el trato que le daba la izquierda abertzale. No es necesario repasar la hemeroteca para saber que rebosa de noticias en las que el líder de Bildu insiste a lo largo de las décadas en un único mensaje: «¡Vamos a tratarnos bien!»

Lo del tratamiento ideal lo lanzó ayer Otegi en dirección a la Ertzaintza. Bildu se está viendo obligada a hacer piruetas respecto a la Policía autonómica para demostrar que puede sustituir al PNV como partido de gobierno sin permitir que GKS les sustituya como mito irredento. Después de un verano en el que ha pasado de todo -a veces a los ertzainas hay que expulsarlos del espacio festivo y popular y a veces hay que llamarlos porque el pueblo festivo quiere linchamiento-, Otegi confirmó que están por el poder antes que por el mito. Buen trato y cercanía. Es lo que Bildu reivindica para la Ertzaintza. Prácticamente una mejora en la atención al cliente. Dejando a un lado que la Policía debería tratar a todos los ciudadanos con el máximo respeto, me preocupa lo de la cercanía. Llevamos más de una década intentando hacer de las policías locales policías de proximidad y, si la Ertzaintza se nos aproxima también, terminaremos rodeados de agentes dándonos los buenos días. Llegará el momento entonces de desear una policía de lejanía, no vaya a ser que se nos instale en Donosti la yakuza -el mundo está muy raro- y la Brigada Móvil reaccione invitándoles a té y origami para no ser un cuerpo distante que maltrata a la gente.

Si no creen que el mundo está muy raro y la izquierda abertzale floja de épica, ayer supimos que Mikel Antza, siniestro jefe histórico de ETA, le ha solicitado al juez no declarar por videoconferencia la semana próxima en el juicio por el asesinato de Gregorio Ordóñez. Es que le pilla de vacaciones. En Mallorca. Al último al que vimos diciéndole al juez que la videoconferencia le coincidía con la playa fue, si no recuerdo mal, a Vinicius.

Últimas fronteras

La entrevista entre Salvador Illa y Carles Puigdemont en Bruselas fue muy bien. En las primeras imágenes del encuentro sorprendía el escenario aséptico, blanquísimo, futurista. Era como si estuviesen en el ‘Enterprise’, lo que a mí me hizo pensar en el capítulo inmejorable de ‘Star Trek’. Sinopsis: en su exploración del universo en busca de nuevos mundos y extrañas formas de vida, el capitán Kirk encuentra un planeta poblado por presidentes de la Generalitat que llevan gafas gruesas, lucen cabelleras imponentes y visten trajes azules que les quedan imprecisos. Súbelos, Scotty. Parece que, mientras les sacaban esas fotos, Illa y Puigdemont comentaron sus rutinas deportivas. Lo que hablaron después no se sabe. Y tampoco importa porque lo decisivo era al parecer la foto, a la que hay quien le otorga extraordinarios poderes por el lado de la redención. También hay quien se la otorga por el lado del escándalo, y eso es aún más raro. Como si después de aquella reunión inicial con Yolanda Díaz, después de la humillación a Santos Cerdán y la amnistía a gusto del delincuente, después, pongamos por caso, del paripé del regreso fugaz de Puigdemont a Barcelona, quedase algo en ese pozo, el del estupor, por rascar.