Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • La alternativa al desgobierno no se cimienta emulando a Vox sino consolidando la ilusión de una futura certidumbre construida al margen de cualquier radicalidad

En política no es fácil esconderle a tu mano izquierda lo que hace la diestra. Y viceversa. Es comprensible que una de las prioridades de Alberto Núñez Feijóo sea frenar la progresión de Vox. ¿Pero hace falta para eso vestirse de Santiago Abascal? ¿Es realista aspirar a ocupar el centro sociológico emulando, siquiera ocasionalmente, a la derecha más radical?

Cuando Pedro Sánchez se ha situado a años luz del centro político, sin opción alguna de retorno, ¿es lo más inteligente darle argumentos al adversario dejando en el armario tu traje más institucional para contribuir a embarrar el espacio de lo público más de lo que ya está? Salvo el aplauso del voxismo, ¿qué gana Feijóo desertando de las obligaciones institucionales del líder de la Oposición? ¿Qué ventaja política ha obtenido al rehusar acompañar al Rey en un momento de excepcional gravedad y alimentando de paso el discurso antimonárquico de la derecha más extrema?

Cuando Sánchez se ha situado a años luz del centro político, ¿es lo más inteligente darle argumentos al adversario embarrando el espacio de lo público más de lo que ya está?

Frente a bochornos como el protagonizado por un fiscal general al borde del banquillo, con un gobierno que ensucia la labor de los jueces y hace tiempo instalado en posiciones muy alejadas de la centralidad, no hace falta sobreactuar para ejercer una oposición convincente. Y contundente. Muy al contrario: la alternativa al desgobierno no se cimienta con desplantes diseñados por los gurús de la comunicación política; la convalidación de un proyecto con vocación mayoritaria va a depender de que el aspirante consolide la ilusión de una futura certidumbre construida al margen de cualquier radicalidad.

Feijóo ha erigido su ya larga carrera política sobre dos pilares: moderación y previsibilidad. Y uno de sus principales atractivos, al menos para un sector del electorado, parte de un perfil que parecía la némesis sosegada del presidente del Gobierno. Para ese sector, en el que milita el millón de votos que el Partido Popular dejó escapar en julio de 2023, el cambio no consiste únicamente en echar a Pedro Sánchez. El cambio es recuperar esa concepción de la política que describió Ramón Rubial (primero España, luego el partido y por último yo) y que Sánchez, en estos siete años, ha traicionado al trastocar el orden y pervertir la profunda convicción del expresidente socialista.

La España huérfana

De entrada, hay que elegir: o la España huérfana a la que pertenece ese millón de ciudadanos -y algunos más-, o el medio millón fronterizo que duda entre PP y Vox. Feijóo debe aclarar cuanto antes cuál es su prioridad: si echar a Sánchez como sea o convencer a los españoles de que va en serio su propuesta de poner fin, cuando toque, a esta envenenada forma de ejercer el poder.

En mi opinión, solo una estrategia que anteponga la recuperación de la centralidad a cualquier otro objetivo hará viable la restauración del clima político y social que reclama el país. Es este el único camino para lograr un resultado en las urnas que te permita gobernar con los márgenes de autonomía necesarios para afrontar, como punto de partida, las principales urgencias: derribar el muro y recuperar el consenso como herramienta fundamental para afrontar las muchas dificultades que nos esperan.

¿Qué ventaja ha obtenido Feijóo al rehusar acompañar al Rey en un momento de excepcional gravedad alimentando de paso el discurso antimonárquico de la derecha más radical?

Escribió Simone de Beauvoir en el prólogo de El pensamiento político de la derecha: “La verdad es una y el error es múltiple, por eso la derecha profesa el pluralismo”. Gracias a la apuesta de Sánchez por un PSOE desfigurado y radicalizado, Feijóo tiene ante sí la oportunidad única de aterrizar al Partido Popular en un territorio más transversal. Pero para ello hay que evitar clamorosos patinazos como el de ayer.

Solo si logra seducir a la mayoría del millón largo de huérfanos políticos podrá Feijóo ser percibido como instrumento de utilidad pública y de regeneración. Solo a partir de ahí, como mejor reclamo del voto útil, estará en condiciones de atraerse a una porción de los que hoy dudan entre PP y Vox. Intentar el camino inverso no es que sea un error; es un imposible. Como imposible es pretender que su mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.