Editorial-El Correo

  • Europa debe hacer valer su influencia e historia de libertades en la escalada de la retórica bélica entre Trump y Putin por el control mundial

Vladímir Putin y Donald Trump han retomado el curso en posiciones muy alejadas entre sí y en plena escalada de su retórica bélica. Convenir en el peligro que entraña para la estabilidad mundial cualquier choque entre ambos mandatarios es una obviedad. Pero lo cierto es que este verano se ha agravado el distanciamiento hasta situar su pulso en la añeja política de bloques de infausto recuerdo. El autócrata ruso se ha rehabilitado en China, donde goza de un mercado gigante para compensar las sanciones impuestas por la invasión a Ucrania. A la vez, Putin sale fortalecido tras la exhibición de poderío militar con el que fue agasajado en Pekín por el líder chino, Xi Jinping. No ha tardado en lanzar una seria advertencia a Europa si persiste en su idea de enviar tropas a territorio ucraniano al terminar la guerra. De hacerlo ahora, serían «objetivos legítimos para su eliminación».

Los ecos de la Guerra Fría se han quedado cortos por la beligerancia que impregna las relaciones entre las grandes potencias. Trump está a punto de abrir un foco de incendio en Latinoamérica tras bombardear una presunta narcolancha de Venezuela. Pero su principal problema no está ahí, sino en el bloque formado por Rusia, China e India, entre otros aliados en colisión con Occidente. Parece lógico que se haya tomado como «una conspiración contra Estados Unidos» aquel encuentro en Pekín, culminado con un desfile militar entre armas de nueva generación presidido por Xi, Putin y el dictador norcoreano Kim Jong-un.

Está por ver qué es peor para los intereses internacionales: si un Trump enfadado por las intrigas de sus rivales del Este, a quienes lanza un aviso al renombrar el Pentágono como Departamento de Guerra, y por la multa a Google de la UE, a la que presiona con más aranceles. O un Trump frustrado por su incapacidad para imponer las previsiones de su hoja de ruta, entre las que sobresalen su ‘paz exprés’ en Gaza y Ucrania, y demostrar al mundo el poder de EE UU. Para palestinos y ucranianos, la realidad es hoy mucho más sangrante que hace unos meses, mientras crece la incertidumbre sobre un fin justo del asedio. En este mundo bajo amenaza, Europa debe hacer valer sus fortalezas, a pesar de los numerosos problemas de sus socios que frenan una respuesta a la altura del reto humanitario. El peso de su historia de libertades y su enorme capacidad comercial y de disuasión conjunta llegado el caso son algunas bazas para hacerse respetar en medio de las bravatas de Putin y Trump.