Francisco Rosell-El Debate
  • El señalamiento de Israel puede volverse contra Sánchez como ese pasado que reaparece ante él con los prostíbulos de Sabiniano y donde rebuscaron dos de sus hoy estrechos edecanes, Óscar López y Antonio Hernando, cuando porfiaban contra él en las primarias

Cuando tu fiscal general del Estado se sienta en banquillo por primera vez en la historia de España por filtrar secretos para que tú le ganes el relato a una rival, como ordenó ayer el Tribunal Supremo, y tu mujer lo merodea compareciendo hoy ante el juez Peinado como pentaimputada por hacer negocios particulares usando La Moncloa, cualquier presidente democrático dimite y convoca elecciones, salvo «Noverdad» Sánchez, a quien ayer afeaba Felipe González que no lo haga so pretexto antidemocrático de que no las ganaría. Es justo lo que exigió a Rajoy tras tacharlo de «indecente» en el cara a cara de los comicios de 2015 porque, según abundó al día siguiente, es «lo que millones de personas piensan en España y con razón».

A su juicio, tras su mensaje de apoyo al extesorero popular Luis Bárcenas y que él ha repetido con su «amigo Santi» Cerdán en la antesala del encarcelamiento del secretario de Organización del PSOE, «en ningún país se habría mantenido en el cargo ni un minuto más» aquel contra el que auspiciaría en 2018 una moción de censura bajo una falsa sentencia. Lo hizo en nombre de una regeneración que ha trocado en degeneración quien ha sufragado su carrera y su modus vivendi con los prostíbulos de su suegro, Sabiniano Gómez, donde Begoña Gómez tenía un cometido principal. Si la «irrespirable» corrupción del PP tenía un «enorme coste» para la democracia –y era verdad– por no asumir Rajoy su responsabilidad, hoy la degradación la personifica él y la recuperación de la decencia pasa también por su marcha. Parafraseando al maestro Clarín, Sánchez ha hecho naturaleza del vicio con que nació en política un plagiario de tesis. Lejos de enderezarse, se ladea más cada día sobre en el fuste torcido en el que se sostiene apoyado en los detractores de la Constitución y de España como nación.

Frente a este alud, Sánchez trata de sobrevivir tendiendo cortinas de humo para desviar el interés y fijar en la agenda otros asuntos de los que salga mejor librado, pero le duran horas. Así, en la víspera de la cita de su «consuerte» ante el juez Peinado y la amenaza de nuevas portadas de la prensa internacional equiparándolo con «Don Teflón», el célebre mafioso estadounidense John Gotti, ha dispuesto –esta vez con la inestimable ayudantía del óscar Pedro Almodóvar– otro MacGuffin al declararle la enésima guerra propagandística a Israel, como cada vez que se ve en apuros por el agiotaje familiar o de partido.

Inspirándose en ‘Cortina de humo’ –en EEUU se rotuló Wag the Dog (‘Menear el perro’)– en la que un asesor presidencial y un excéntrico productor hollywoodiense se inventan una guerra con Albania y la televisan para tapar un escándalo sexual del inquilino del Despacho Oval en plena campaña de reelección, Sánchez ha hecho lo que Almodóvar, erigido en su canciller en la sombra, le aconsejó en agosto: romper relaciones con Israel por el «genocidio» en Gaza, y a ese guion se atuvo el lunes para salir del atolladero y recomponer la unidad en una descoyuntada Alianza Frankenstein. Si el filme original se estrenó en plena batahola del escándalo de Bill Clinton con la becaria Mónica Lewinsky, el remake del director manchego lo hace con la chica de Sabiniano «al borde de un ataque de nervios».

Empero, el intento se ha podrido nada más sacarlo del frigorífico, pese a estar presto a cocinarse para avivar televisivamente un litigio a miles de kilómetros de distancia, lo que permite arrogarse buena conciencia y una superioridad moral a coste cero. Nada que ver con el conflicto de Ucrania del que Sánchez se apea a ojos vista como se avizoró con la oportuna avería del Falcon que debía trasladarlo a la cumbre de París para determinar la movilización de tropas de una veintena de países y éstas son las horas en que se ignora cual es el compromiso español allí donde el Viejo Continente se juega el ser o no ser ante el expansionismo ruso, pero en el que no cuenta como compañeros de viajes con sus socios Frankenstein. Claro que también complica su giro copernicano en política exterior con China y su alejamiento de las democracias europeas a base de pequeños pasos que se apreciarán cuando sean irreversibles.

Aunque el perro es el que mueve la cola y Sánchez se afana con todos los medios a su alcance para distraer la atención, la realidad se impone bajo la máxima elemental, como en la trama de Cortina de humo, de que «la cola no mueve al perro». El señalamiento de Israel puede volverse contra Sánchez como ese pasado que reaparece ante él con los prostíbulos de Sabiniano y donde rebuscaron dos de sus hoy estrechos edecanes, Óscar López y Antonio Hernando, cuando porfiaban contra él en las primarias.

Sin embargo, quien niega estar al tanto de los tejemanejes corruptos de Ábalos, Koldo y Cerdán, sus sosias de «la banda del Peugeot» que el capitaneaba, parece olvidar igualmente -como si fuera un desmemoriado Adán- a que se dedicaba su suegro y las tareas de su cónyuge en el negocio, así como quien abonaba las facturas domésticas. Con los primeros estrépitos de corrupción en el «partido de los cien años de honradez» («y cuarenta años de vacaciones», apostillaba el PCE) a la muerte de Franco, muchos se hacían de bruces de lo raudo que habían aprendido los socialistas, hoy los sanchistas llegan aprendidos de casa dado como se pusieron a robar sin dar tiempo siquiera a acomodar sus nalgas en las poltronas recién estrenadas. Es La ley del Deseo, siguiendo con la filmografía almodovareña.