Raúl López Romo-El Correo

  • Hay un déficit en el modo en que el sistema escolar aborda la violencia política

Empieza un nuevo curso y hay varios cambios en marcha para el examen de historia de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). Hasta ahora, el tema del terrorismo nunca ha caído en la selectividad. Ya sabemos que es incómodo. Pero la educación para la paz no enseña a rehuir los conflictos, sino a gestionarlos democráticamente, asumiendo que son parte inherente de la realidad.

Una cosa está clara: hay un déficit en el modo en que el sistema escolar ha venido tratando nuestro más reciente fenómeno de violencia política. No ocurre solo en Euskadi, pero es aquí donde más falta hace trabajarlo bien. Los testimonios presenciales de las víctimas se escuchan en una exigua minoría de los centros, el currículo oficial es ambiguo, los libros de texto pasan de puntillas y hay profesores, estudiantes y padres más próximos a los verdugos que a los damnificados. El reto, por tanto, es muy grande, se ha perdido mucho tiempo y lo ideal sería implantarlo en diferentes cursos. A fin de cuentas, no todos los chavales terminan el Bachillerato.

La cuestión del terrorismo sirve para fomentar competencias clave, como la que habla de construir una ciudadanía crítica, que rechace la fuerza como forma de conseguir cosas (tanto en política como en otros ámbitos) y que muestre empatía hacia los que la han sufrido injustamente. Aparte, aprender de nuestro pasado inmediato, que no se comprende sin el terrorismo, nos convierte en sujetos con una mayor conciencia.

Pero vamos a dar otro paso e intentar ser concretos: ¿qué debería conocer un alumno de secundaria a este respecto? Centrándonos hoy en las asignaturas de historia, sería bueno que ya desde la ESO se aproxime a aspectos como los siguientes, divididos en tres etapas.

1. Dictadura. La oleada internacional de violencia política de finales de los sesenta. El nacimiento de ETA en el contexto del franquismo: su ideología nacionalista e izquierdista radical y sus primeras víctimas mortales en 1968. La espiral acción-reacción y el cénit de su popularidad: el magnicidio de Carrero Blanco (1973) y los fusilamientos de septiembre de 1975. La idea de la no inevitabilidad y de que no hubo ninguna ‘ETA buena’, tampoco la primera (con ejemplos como la matanza indiscriminada de la cafetería Rolando).

2. Transición. Minorías extremistas deciden seguir matando a pesar de los cambios que se van implantando en el país. Su objetivo es desestabilizar las nacientes normas e instituciones democráticas (Constitución, autogobierno…) e imponer sus proyectos particulares. La amnistía de 1977. Los años de plomo: el apogeo de los GRAPO, del terrorismo de ultraderecha y de los abusos policiales. 1980, el año con más asesinatos, la mayoría a manos de las diferentes ramas de ETA (casi 100). El 23-F: el terrorismo, pretexto para el fracasado golpe de Estado de militares involucionistas.

3. Democracia. ETA perdura y suma más de 850 víctimas mortales, la última en 2010. El atentado de Hipercor (1987) fue su mayor masacre (el recurso al coche-bomba). El terrorismo parapolicial de los GAL (1983-1987) deja 27 asesinatos. ETA se debilita y abraza su última estrategia: la ‘socialización del sufrimiento’ (extender el miedo y eliminar al adversario ideológico). El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco (1997): la mayor reacción popular contra ETA. El movimiento cívico y pacifista: de Gesto por la Paz a Basta Ya. El pacto de Estella: frentismo, tregua y vuelta a empezar (Fernando Buesa…). Una nueva amenaza: el yihadismo. El 11-M de 2004, el peor atentado en Europa. Las claves del fin de ETA (2011): de la labor policial y judicial al rechazo social.

He expuesto unos puntos de manera telegráfica. Los interesados pueden tomarlos todos o en parte, o añadir otros de entre una historia desgraciadamente larga. Cabe trabajarlos de una forma no necesariamente clásica y memorística, sino combinando información con actividades e investigación. Esto no solo propicia manejar fechas y lugares singulares, sino también prevenir la deshumanización del otro, el fanatismo, etc. Y, sobre todo, nos acerca a los afectados: cuántos y quiénes son, de qué autoría, en qué periodo.

Los temarios son amplios y cronológicamente el terrorismo llega al final. Pero todos sabemos que ese no es el principal problema. La relevancia del asunto hará que se aborde en las aulas pese a los tabúes y los prejuicios que persisten. El cambio ya ha empezado. Procuremos que no sea peor el remedio que la enfermedad y que, al llegar el momento, se trate con rigor, sin atisbo de legitimación o blanqueamiento, como otros fenómenos tan controvertidos como importantes que ya forman parte de la historia.