- Que estas consideraciones priman sobre el real sufrimiento de los palestinos, que utiliza como baza política, lo prueba otra gran tragedia cercana a nosotros, la de Ucrania, que no despierta la santa indignación del presidente
Adelanto que acepto que el alegato de Sánchez sobre la tragedia palestina tiene partes razonables. Que ese pueblo no tenga un Estado, cada día es más difícil que lo consiga, es muy injusto, el sufrimiento de los palestinos, la hambruna, las muertes, clama al cielo. Israel ha eliminado a muchos inocentes en su persecución de los terroristas… . Recordar que los árabes son parcialmente responsables de la tragedia, fueron torpes y fanáticos cuando en 1948 nació el Estado de Israel y ahora han sido tibios en condenar el brutal atentado de Hamás que produjo toda clase de crímenes contra la humanidad, masacre de 1.200 civiles, secuestro de más de cien…, no justifica los excesos israelíes.
Aunque Sánchez se pirre por un titular, sobre todo si tapa sus vergüenzas, un observador bisoño puede ingenuamente encontrar lógica la pena que transmitía su discurso televisivo contra Israel.
Para quien lo conoce, sin embargo, la soflama tenía el fuerte componente ególatra y cínico que guía todas sus decisiones en su obsesión por aferrarse al poder. Primero, el presidente fulmina a Israel contentando a miembros protestones de su coalición. Segundo, roba titulares y espacio a las previsibles noticias de estos días, el fiscal general en los tribunales, la comparecencia de doña Begoña…Tercero, como es comparsa en el tema de Ucrania posturea enfrentándose a Israel, y por ende a Estados Unidos, para pretender que él es alguien en el mundo. Tendrá un coste pero hace tiempo que a Sánchez no le importa nuestra difuminación exterior. No cuenta para nada con Europa y todo lo hace en clave de política interna para seguir en Moncloa
Que estas consideraciones priman sobre el real sufrimiento de los palestinos, que utiliza como baza política, lo prueba otra gran tragedia cercana a nosotros, la de Ucrania, que no despierta la santa indignación del presidente, ni siquiera le hace fruncir su maquillado ceño.
Motivos hay para que le enfurruñara un poquito pero eso parece que no une a los Frankenstein y no da votos : si examinamos las causas del conflicto veremos que el arranque actual de Gaza vino de un infamante ataque terrorista, carnicería de participantes en una fiesta, etc… Es decir, en ese episodio concreto, Israel fue el agredido con nocturnidad y alevosía, fue sus Torres Gemelas. En el drama europeo, los agredidos son los ucranianos no porque iban a atacar a Rusia, sino porque Putin no puede soportar que otro antiguo vasallo se una a Occidente.
Si analizamos los procedimientos los de Israel en Gaza son sangrientamente expeditivos por mucho que los terroristas se escondan en edificios civiles, etc… Pero Putin no se anda con chiquitas, bombardea –con armas que pagamos nosotros comprando su gas–, edificios civiles, teatros, escuelas, centrales eléctricas, pone en peligro alguna nuclear, y rapta 19.000 niños para educarlos en el odio a sus padres, algo diabólicamente sofisticado, estalinista y hitleriano. Violaciones de mujeres hay en Ucrania muchas conocidas por parte de soldados rusos y no hay constancia de ello en Gaza.
Tanto Netanyahu como Putin tienen órdenes de arresto del Tribunal Penal Internacional. Empate.
Por último, ciñéndonos al número de muertos Putin gana por goleada: en Gaza, al parecer, hay 62.000. En la agresión putinesca la cifra es apabullante, un millón de rusos y medio millón de ucranianos (según la acreditada BBC británica).
Resulta estéril elucubrar si hay genocidio en uno u otro caso, Israel puede alegar que la población palestina aumenta dentro de sus fronteras y que su objetivo ahora es expulsar a los palestinos de Gaza no aniquilarlos, lo que diluiría la acusación de genocidio. Putin, gran eufemista, dirá que su «operación militar especial» en Ucrania es preventiva.
La redactora de derechos humanos de la ONU tachó de genocida a Israel pero su jefe, Guterres, apuntó ayer a Rusia : «Los ataques contra estructuras civiles violan el derecho humanitario. Son inaceptables».
Ni Netanyau ni Putin tiran la toalla. Israel bombardea Qatar para cazar la cúpula terrorista en una operación con resultados dudosos, escaparon varios peces gordos y ha irritado a los anfitriones, útiles hasta ahora como mediadores, y molestado en apariencia a Trump que afirma estar «muy descontento» y asegura que no volverá a ocurrir. Turquía, Egipto, que tratan con Hamás, y otros países árabes se inquietan. Israel, escocido por el reciente atentado del autobús, no acepta líneas rojas geográficas para liquidar al terrorismo y busca un éxodo palestino de Gaza que será penoso. Putin lanza un aviso intencionado con drones a Polonia y anuncia que seguirá machacando a Ucrania.
Que los reventadores de la Vuelta a España encuentran aborrecible sólo una tragedia era previsible. Más iluminador es que Sánchez, el estadista, el humanitario, se sulfure con las penalidades de dos millones de gazatíes, tire de decretos altitronantes aunque baladíes, y se autoexcluya e ignore las de 44 millones de ucranianos igualmente avasallados. ¿Puede creerse su pena?