Jon Juaristi-ABC

  • Sánchez no odia a los judíos. De momento, los necesita para cambiar de bando

No hay misterio: la izquierda es antiburguesa y antisemita. Está contra los ricos y contra Israel, porque Israel (por extensión, los judíos) es rico y los palestinos son pobres. ¿Qué hay judíos antisemitas, incluso en Israel? Cierto, pero no porque sean judíos, sino porque son de izquierda y odian a los judíos.

El gobierno sanchista es antisemita. Sánchez es antisemita, y el ministro israelí de Exteriores es un imbécil. Sánchez y la España sanchista no son antisemitas porque Isabel la Católica expulsara a los judíos y montara la Inquisición, sino porque Sánchez y la España sanchista son de izquierda y, en consecuencia, deben odiar a los ricos y a los judíos. Qué mejor prueba que el ministro español de los trenes –empeñado en convertirlos todos en trenes de ganado, él sabrá por qué– llamando ‘niñato israelí’ a cualquier niño judío que se le cruce, aunque sea, por ejemplo, francés.

¿Odia su puto amo a los judíos? No lo creo: Sánchez es un psicópata con una falta absoluta de empatía, un autista moral sin otras emociones que un amor desesperado por sí mismo y un odio furioso contra quien se le oponga directamente. Los judíos y los israelíes le quedan muy lejos. Odia a Ayuso, no a Netanyahu. Imposta un odio contra este y contra Israel porque eso está en el guion de todo buen ciudadano de izquierda, no porque sienta emoción alguna. No es Hitler. Hitler se reía y lloraba sin imitar la risa ni el llanto. Espontáneamente. La risa de Sánchez es mecánica, como la de un payaso de juguete. Como la del ‘It’ de Stephen King. Su compunción, ni eso: no logra siquiera sugerirla.

En la tarde del lunes, después de anunciar el embargo a Israel y acusarle de genocidio, compareció de nuevo ante las cámaras (de televisión, ojo) para negar que fuera antisemita y dar el pésame a la familia de Jacob Pinto, el judío español asesinado en Israel por terroristas palestinos, mientras él, Sánchez, llamaba genocidas a los israelíes. Idéntico vacío emocional en el insulto y en las condolencias. Ni siquiera inteligencia artificial, solo estúpido formulismo de autómata.

¿Por qué entonces lo del ‘genocidio’? ¿Para complacer a la Pirada? No. Es un recurso retórico más para romper los ya muy débiles lazos de su gobierno con Occidente y las democracias liberales. Para madurar a lo Maduro. Para alinearse cuanto antes con las dictaduras de izquierda en Latinoamérica y con el eje Rusia-China-Corea del Norte. En la Unión Europea es un apestado, y lo sabe. Pero supone, y no le faltan motivos, que la UE saltará por los aires cualquier día de estos, por pura cobardía. No es una lumbrera, pero tiene lo que Hemingway llamaba un eficaz detector de mierda (‘similia a similibus percipiuntur’). Como el ‘It’ de Stephen King, es una criatura del mal primordial, o sea, de la verdadera inteligencia de este mundo.