Juan Carlos Viloria-El Correo
- La polarización partidaria ha contaminado, peligrosamente, las televisiones públicas
El combate entre izquierda y derecha en el decisivo curso político que acaba de empezar se va a desarrollar en múltiples escenarios y con distinto armamento. Como las guerras hibridas. El enfrentamiento va a desbordar los límites del cuadrilátero parlamentario para librarse con mayor intensidad en tribunales, redes sociales y platós de televisión. Una vez que podemos dar por liquidadas la pluralidad y la neutralidad en las televisiones públicas, RTVE y, en menor medida las autonómicas, han dado una vuelta de tuerca a sus espacios informativos, de análisis o, incluso de entretenimiento, incrementando el contenido político partidista para intentar ganar el relato, como diría el fiscal general. El objetivo es avalar con sus opiniones «autorizadas» si la falta de Presupuestos del Estado es un asunto secundario o es esencial para la calidad democrática; si lo de Cerdán, Koldo y Ábalos se equilibra o no con lo del novio de Ayuso. Con los fichajes de tertulianos pata negra, convirtiendo cada vez más los informativos en espacios de autor, con un enfoque de los temas judiciales o sociales enormemente sesgado, la temporada televisiva promete emociones fuertes.
Los espacios de debate se están reforzando cada vez más con la presencia de políticos en activo, lo que agudiza la polarización. La rivalidad política ha contaminado, de forma palpable, los espacios de entretenimiento, donde se mezclan sin solución de continuidad, humor, corazón y política. La disputa entre Pablo Motos y David Broncano, entre ‘La Revuelta’ y ‘El Hormiguero’, representa mucho más que una pelea por las audiencias. Es el espejo en que se mira el país político/electoral y es imposible no caer en la tentación de extrapolar los resultados del ‘share’ diario a una carrera hacia las urnas. El humorista Miguel Campos, del programa de Broncano en TVE, declaraba hace unos días: «Es gracioso que seamos la punta de lanza del progresismo (por ‘La Revuelta’). «Es un indicio de lo huérfana que está la izquierda de líderes y proyectos que ilusionen».
La televisión privada no se libra de la politización ambiental y han entrado en la batalla del relato. Es complicado discernir si los programas se han polarizado por la política de bloques, o si no hacen más que buscar la complicidad de un segmento que vota determinadas siglas. Lo que es evidente es la influencia de los centros políticos de poder en los espacios televisivos, la selección de conductores y la contratación de analistas determinados. El resultado es que, irremediablemente, si te gusta tal programa votas a la izquierda y si conectas con otro eres una facha. Cuando empiecen los juicios al fiscal general y a los imputados por ‘Kitchen’, será un caos. Y es que la verdad ya está sobrevalorada en política y en televisión.