Pablo Martínez Zarracina-El Debate

  • El Gobierno celebra el boicot a una competición deportiva patrocinada por el Gobierno

Modificando por el lado deportivo la pancarta legendaria, Madrid cambió el domingo el ‘No pasarán’ por el ‘No esprintarán’ y la capital no fue la tumba del fascismo, pero sí, durante un rato, la del ciclismo. Las protestas contra Israel consiguieron boicotear el final de la Vuelta de un modo muy curioso. El dispositivo policial no pudo evitar la anunciadísima invasión del circuito, los ciclistas terminaron entregándose ellos mismos los trofeos en el parking de un hotel y el ministro de Interior se felicitó por cómo transcurrió todo y les dio la enhorabuena a los policías y a los manifestantes.

Antes del gran lío, Pedro Sánchez había felicitado solo a quienes protestaban, posicionando aparentemente al Gobierno del lado del boicot de una competición que el propio Gobierno retransmite a través de Televisión Española y patrocina a través de empresas públicas como Correos, Paradores y Loterías del Estado. Tras las calculadas palabras de Sánchez, los ministros fueron como poseídos por el espíritu fundacional de Pablo Iglesias Turrión y comenzaron a hablar del orgullo, el pueblo, la dignidad y los juicios de la historia. A Óscar López le brotó un pin palestino en la solapa. Más impresionante que la formación lenta y majestuosa de un glaciar es ver cómo aparece frente a ti una señora campaña de agitación y propaganda.

La campaña es doméstica y busca, entre otras cosas, arrinconar a un PP que parece atrapado en un bufé libre de argumentos estrictamente majaderos. Eso explica que ayer no supiesen si responder apelando a la marca España, ese concepto, o al sitio de Sarajevo. Transformada en una enorme túrmix polarizadora, la política española consigue que también sean divisivos asuntos en los que la mayoría de la ciudadanía está de acuerdo. Según las encuestas, que Netanyahu está cometiendo una carnicería en Gaza es uno de ellos. Al final, hay algo hipnótico en el modo en que a partir de ese aparente consenso puede trabajarse fríamente la división. Como lo hay en ver al Gobierno dando validez oficial a un argumento falaz, pero arrollador, que solo puede volverse en su contra: ese que invita a comparar en términos de gravedad moral cualquier cosa que uno haga con la matanza de niños palestinos.

País Vasco

Lo viejo y lo nuevo

Arnaldo Otegi, líder constante de Bildu y ‘boomer’ de 1958, les afeó ayer la vejez a los jóvenes de GKS. Sucedió solo unos días después de que los jóvenes de GKS demostrasen tener sobre el mundo estudiantil vasco la clase de control que te permite interrumpirle la inauguración del curso universitario al rector de la UPV/EHU y al lehendakari y abuchear de cerca a Pello Otxandiano, que era, si lo recuerdan, el elegido para rejuvenecer, precisamente, los liderazgos en Bildu. Lo que Otegi señala en los demás es, por supuesto, vejez ideológica. Lo hace identificando a GKS con ortodoxias entre sovietizantes, fanáticas y ridículas que a él le preocupan sobre todo por el lado de la construcción nacional. La crítica recuerda en su melodía a la que el PNV le lanzó durante décadas a la izquierda abertzale desde las campas soleadas del poder. Se están dando en la política vasca asombrosos movimientos circulares de perfección, qué sé yo, budista. De ese modo la izquierda abertzale se ve obligada a explicarle a sus retoños desviados que lo nuevo, lo moderno, lo que realmente funciona, no tiene que ver con los maximalismos airados sino con la política institucional y los apoyos al Gobierno de Madrid según precio de mercado.