Pedro Chacón-El Español
  • El racista de izquierdas Arnaldo Otegi es el verdadero aglutinador de los apoyos parlamentarios de Pedro Sánchez.

Nunca he escrito de Arnaldo Otegi ni de nadie de la izquierda abertzale.

Son personajes de la antipolítica. Es decir, de una política al margen de la política. Una política que ha empleado métodos antipolíticos para imponerse y que nunca es descartable que vuelvan a emplearse otra vez.

Dejando de lado los esfuerzos, el sacrificio y el patriotismo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, si los terroristas dejaron la violencia definitivamente fue porque sabían que tenían a la sociedad vasca vencida, acogotada y sometida.

Y si no hubieran tenido esto claro (que es la realidad de lo que tenemos actualmente en el País Vasco), no hubieran dejado la violencia.

Los abertzales han dejado la violencia porque ganaron a la sociedad vasca con sus métodos mafiosos y su amedrentamiento.

Ahora quieren avanzar por el terreno conquistado por otro método, el pacífico.

Un método que adopta ribetes siniestros e inquietantes, porque quienes lo ejecutan son los mismos que antes justificaban lo contrario.

Pero hay dos cuestiones que atañen a Otegi y que le otorgan plena actualidad.

El primero es verle convertido, siendo coordinador de EH Bildu, y desde que Santos Cerdán ingresó en la cárcel, en el aglutinador de los partidos que sostienen al gobierno de Pedro Sánchez. Gobierno que se ha juramentado para apoyar hasta el final, lo cual lo dice todo de en qué manos estamos.

A ello se suma que Otegi es, probablemente, el político que habla con más profundo desprecio (en pocos políticos se nota tanto como en él) de lo que él llama «las fuerzas reaccionarias españolas», de las que habría que defenderse en un momento de extrema debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez.

Por eso Otegi concibe ahora que hay una “ventana de oportunidad” para avanzar significativamente en los derechos del pueblo vasco. Algo que, en su lenguaje, significa conseguir acercarse lo más posible a la soberanía. La expresión con la que ha venido a denominar esa pretensión es la de “más nación”, proferida junto a otro elemento de su misma calaña como es Oriol Junqueras.

Hay que decir que Otegi, como político y como ideólogo, no ha aportado nada a la política vasca y española.

Y es que todo el núcleo duro de la ideología abertzale radical procede del PNV. Hasta la reivindicación de Navarra como parte central de Euskal Herria, y que es lo que diferencia a EH Bildu del PNV, es obra de un personaje histórico del PNV de antes de la Guerra Civil, Anacleto Ortueta, alto cargo del primer gobierno vasco de José Antonio Aguirre y un perfecto desconocido para la audiencia española.

Todos los nacionalismos de los pueblos sin Estado, como el que representa Otegi, son racismos encubiertos. Porque a falta de una historia social e institucional que haya construido el Estado, erigen como sujeto político un pueblo que nunca existió y cuyo principio aglutinador es la raza, después sustituida por el idioma, pero siempre con ese referente biológico como origen.

En Otegi todo lo que es propio de la izquierda (la igualdad, por ejemplo) está sometido al primer principio, el de la independencia de Euskal Herria. Eso de ser de izquierdas, además de nacionalistas, para lo único que lo emplearon Otegi y los suyos fue para abrir una puerta de atrás a la gran inmigración española, a la que permitieron convertirse en vasca a cambio de hacerse de extrema izquierda.

Ahora el PNV les ha tomado ventaja por la vía de convertir a dos maquetos en números uno y dos del partido, golpe de audacia con el que el PNV demuestra quién ha marcado siempre la pauta ahí.

«Lo español, para el nacionalismo vasco y muy significativamente para Arnaldo Otegi, es el atraso y lo reaccionario, algo de lo que hay que huir como sea»

Que todo procede del PNV lo confirmó una vez más el actual alcalde de Bilbao, el peneuvista Juan Mari Aburto cuando, en vísperas de las fiestas de Bilbao, profirió la frase política del verano al referirse a los episodios de Torre-Pacheco y de Jumilla con aquello de “no quiero que Bilbao se convierta en ningún pueblo del sur del Estado”.

El hecho de que la excusa de la frase fuera evitar en fiestas de Bilbao las tensiones entre poblaciones de culturas distintas no pudo disimular el tufo supremacista vasco: lo que pasa allende el Ebro no es modelo para nosotros, sino algo a evitar a toda costa.

Lo español, para el nacionalismo vasco y muy significativamente para Arnaldo Otegi, es el atraso y lo reaccionario, algo de lo que hay que huir como sea. Ese es su motivo político principal.

Y lo hacen desde una ideología que se pretende progresista, cuando es arcaica y retrógrada.

Los nacionalismos de las naciones sin Estado surgen durante el siglo XIX por efecto de la aplicación de los métodos positivistas de la biología y sus clasificaciones de especies al ámbito humano, creando ficciones de razas que no solamente piensan distinto, sino que se clasifican entre sí en función del supremacismo. Es decir, su mayor evolución y perfeccionamiento humano.

La raza vasca estaría en la cúspide debido a su pureza, por contraste con la española, que es una mezcla de razas diversas. Y sabido es que el mestizaje, para esta teoría biológica de los grupos humanos, es lo que provoca la degeneración de las razas.

El paradigma de esta ideología, por ser su ejemplo más acabado, es el del nacionalismo alemán. Sabemos cómo acabó el experimento en el primer tercio del siglo XX.

Por eso todos los seguidores del modelo optaron luego por desterrar el término raza y quedarse sólo con su principal subproducto, la lengua. Pero la esencia de la ideología quedó intacta.

Arnaldo Otegi es un seguidor fiel de Sabino Arana. Otegi celebra con gran entusiasmo el Aberri Eguna, dogma de fe nacionalista inventado por el fundador del PNV. Y el añadido socialista de su ideología abertzale radical queda acotado únicamente al ámbito vasco.

Ahora lo único que le preocupa a Arnaldo Otegi es sacar de la cárcel a los pocos que quedan de los que fueron sus conmilitones en ETA. Y, luego, seguir trabajando en su ficción de una Euskal Herria independiente, surgida de un hecho perfectamente retrógrado, supremacista e inmoral como es el de la idea de que los vascos son una raza que tiene derecho a su propio Estado.

Que haya más vascos de origen en el resto de España que en el propio País Vasco le da igual.

Que los vascos de Francia no le hagan ni puñetero caso, lo mismo.

Y que no seas de raza vasca, pero no obstante le apoyes, por ser muy de izquierdas, será, en cambio, muy bienvenido por él, con tal de que engroses la masa humana adicta a sus demenciales objetivos.

*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.