Editorial-El Español

La Sesión de Control de este miércoles, como es costumbre, ha dejado un catálogo de improperios y agrios desencuentros entre el Gobierno y la oposición a propósito de la cuestión palestina.

Pero, más allá de los improperios, lo que ha quedado patente es que PP y PSOE están ambos en contra de la cruenta campaña militar del gobierno israelí en la Franja de Gaza.

Lo cual no ha sido óbice para que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo hayan reincidido en el intercambio de reproches que vienen dirigiéndose en las últimas semanas.

Feijóo ha ironizado con que Sánchez, «por seguir en el poder, pactaría hasta con el señor Netanyahu«.

Un chascarrillo absolutamente fuera de lugar, que sólo descalifica a Feijóo ya había conseguido zafarse del sambenito de estar mostrándose condescendiente con Netanyahu.

A su vez, el presidente le ha instado una vez más al líder del PP a recitar el término «genocidio», pidiéndole que «escuche al grupo de trabajo de ONU» que ha concluido que así cabe tildar la situación en Gaza.

Es evidente que Sánchez ha encontrado en el enemigo externo israelí un aliviadero para sus problemas internos, que es lo que ha venido a afearle Feijóo cuando le ha espetado que «no encabeza ninguna causa noble», sino que «sólo quiere tapar sus vergüenzas».

Pero lo importante, a la postre, no es la motivación de Sánchez para preconizar la defensa de la población palestina, sino el innegable carácter justo de esta causa.

A la inversa, no tiene demasiado sentido que el presidente se obstine en que el PP emplee el término genocidio.

Porque, después de haber aclarado este miércoles que «la masacre de civiles debe parar en Gaza», nadie podrá seguir alegando que Feijóo es complaciente con la vileza de Netanyahu.

Por tanto, la única diferencia que existe realmente entre PSOE y PP en cuanto a su posicionamiento sobre Israel es que uno llama genocidio a la matanza en Gaza, y el otro no.

Pero esta cuestión nominal es relativamente menor. Máxime cuando la denominación de lo perpetrado en Palestina aún es objeto de debate entre los expertos.

Lo importante es reconocer el mínimo común de la oposición compartida a Netanyahu.

Y ese sería el primer paso para explorar un pacto de Estado en política exterior.

Para ello, sería necesario antes dejar a un lado aquellas cuestiones tangenciales en las que difieren, y que son precisamente las que están explotando PP y PSOE para marcar diferencias.

A saber, polémicas como el respaldo del Gobierno a las manifestaciones propalestinas de La Vuelta. O la decisión adoptada este martes por el Consejo de Administración de RTVE de no participar en el próximo festival de Eurovisión si no se expulsa a Israel del concurso.

No hay por tanto excusas para no pactar una posición común frente al gobierno de Netanyahu.

Máxime cuando, como señala el Gobierno, la inmensa mayoría de españoles coinciden también en repudiar los crímenes de Israel en Gaza.

Esa posición común puede partir de un examen de la viabilidad de las medidas de presión acordadas por el Consejo de Ministros que se propone adoptar el Gobierno, como el embargo de armas a Israel, o la prohibición del tránsito por territorio español de naves que trasladen material militar.

O, también, la apuesta por la solución de los dos Estados, que el PP también comparte.

La invitación a un consenso es más pertinente si cabe después de que la Comisión Europea haya iniciado este miércoles los trámites para suspender el Acuerdo de Asociación con Israel.

Porque, aunque existe una gran división entre los países europeos sobre la adopción de medidas sancionadoras contra Israel, parece claro que la UE como organización se inclina por la vía que ha venido reclamando Sánchez.

En este contexto, lo razonable sería concurrir a la arena internacional con una postura de país. Para así evitar además las contraindicaciones de la no pocas veces precipitada unilateralidad de Sánchez.

A nadie se le oculta que la hemeroteca de ataques personales que se han dirigido mutuamente el presidente y el líder de la oposición, así como el incipiente clima electoralista que tiñe nuestra vida política, dificulta que Sánchez y Feijóo se sienten a negociar siquiera.

Pero en un tiempo normal y en un país normal, dos partidos con una posición idéntica en lo sustancial se decidirían a aparcar sus diferencias y consensuar una acción coordinada.

La creciente e insoportable brutalidad de las operaciones militares israelíes en Gaza hacen perentorio este acuerdo.