- ¿Dicen los nacionalistas Mockba y London cuando hablando en sus lenguas regionales se refieren a Moscú y Londres? Pues claro que no
Me voy a atrever a comentar que no soy el mayor fan del literato y periodista Alatristre, aunque su éxito es enorme, y bien trabajado, y uno no pasa de ser un gacetillero de clase media a su lado. Me parece más bravucón que valiente y en realidad se suele poner de canto en los temas realmente medulares, porque hay que vender a derecha e izquierda. Sin embargo, aplaudo que en una visita a mi ciudad natal la haya llamado por su nombre, La Coruña, y se haya choteado con garbo de la jauría tuitera nacionalista que se le echó encima por ello.
Soy coruñés, nacido a cien metros de la playa de Riazor, y gallego por los cuatro costados. Pero confieso, no sin cierto orgullo, que no soporto el topónimo A Coruña. Primero porque es cacofónico hablando en español («voy a A Coruña») y segundo porque fue una imposición a capón del nacionalismo, con una abusiva ley de la Xunta de 1983, una «normalización lingüística» que obligó a adoptar la versión en (supuesto) gallego como topónimo oficial único en todas las localidades de Galicia. Se hizo a la brava, contra toda prueba histórica y contra la propia costumbre de los vecinos.
Lo mismo opera con insoportables adefesios lingüísticos como decir y escribir hablando en castellano Bizkaia, en lugar de Vizcaya, o Girona por Gerona, o Gipuzkoa por Guipúzcoa. O llamar a las Baleares de toda la vida las «Illes Balears» (como hace el líder de la oposición para espanto y preocupación de su propia parroquia).
El absurdo de toda esta imposición se percibe con una pregunta bien sencilla. Cuando esos nacionalistas que nos imponen sus topónimos regionalistas tienen que referirse hablando en catalán, vasco o gallego a Moscú y Londres, ¿cómo los llaman? ¿Emplean sus nombres originales de Mockba y London? Lógicamente, no. Utilizan nuestras variantes locales, aquellas con las que desde siempre nos referimos a esas ciudades. Nadie dice United States hablando en español, catalán o gallego.
Lo de A Coruña es un auténtico cachondeo. Según los estudiosos, cuando el rey Alfonso IX concede el foro real a la localidad, en 1208, el término que emplea es Crunia. El mismo que había utilizado cincuenta años antes el Códice Calixtino. A partir del siglo XIII, se van empleando Cruña, Crunna, Curunia, Curuña y, finalmente, Coruña. En gallego, tradicionalmente se decía A Cruña, no A Coruña, y así la llamaban mis abuelos, que solo hablaban en esa lengua. Existen también, por supuesto, algunos textos antiguos en gallego que hablan de La Coruña. El término de menor uso fue precisamente aquel que finalmente impuso el nacionalismo en los años ochenta del siglo XX: A Coruña. Por cierto, casi nadie lo emplea en la ciudad, pues la mayoría de los vecinos dicen Coruña a secas, o La Coruña. Aunque es cierto que entre los jóvenes sí empieza a calar el rodillo del topónimo nacionalista, porque la política puede crear falsas tradiciones.
La misma coña se repite con Girona. Este periódico ha contado que los catalanes ya decían Gerona, que viene del vocablo latino Gerunda, varios siglos antes de que apareciese Girona. Tampoco Lleida es más antiguo y genuinamente catalán que Lérida.
Entonces, ¿por qué se han cambiado los topónimos si no existen razones históricas? Pues es bien sencillo: porque es un paso más de la atosigante campaña de los nacionalismos regionales –hoy ya abiertamente separatistas– para fomentar el extrañamiento hacia España. La historia se manipula y se mitifican unas supuestas raíces y costumbres milenarias, que en verdad tienen cuatro abriles. La falda escocesa, gran símbolo del nacionalismo de allí, se inventó en el XVIII, y para más señas –ay– por iniciativa de un inglés. La palabra Euskadi y la Ikurriña son dos creaciones del recalcitrante xenófobo Sabino Arana a comienzos del siglo pasado. Etc, etc…
¿Cómo puede ser que tan burda tergiversación de la historia y la toponimia haya tenido éxito? Pues porque los españoles que sentimos aprecio por nuestro país y deseamos que perviva hemos pasado de todo, en buena medida por la lamentable felonía de la izquierda. Nos hemos sometido al capricho de unos nacionalistas obsesivos, fanatizados, que viven solo para erosionar España en el sueño de crear sus mini países.
El Estado intrusivo se inmiscuye cada vez más en nuestras vidas. Pero todavía no puede controlar cómo hablamos y escribimos. Así que hasta que la palme, y Dios quiera que no sea demasiado pronto, pienso seguir diciendo y escribiendo La Coruña, Vizcaya, Bilbao y Gerona. Porque lo otro, francamente, me parece que pude calificarse con cierta expresión castiza que empieza por g. Es una auténtica… Pues eso.