Ramón Pérez-Maura-El Debate
  • En Egipto hemos visto al Rey de España, que lleva entre sus títulos el de Rey de Jerusalén, hacer un llamamiento en favor de un Estado palestino integrado por Cisjordania, Gaza y Jerusalén. Inaudito. Ni Sánchez había llegado tan lejos

Es conocida desde 2018 la difícil relación que ha escogido tener el presidente del Gobierno con el Rey. Los desplantes se suceden y Sánchez demuestra permanentemente que querría no tener a nadie por encima en la representación del Estado. Una de las traducciones que ha tenido esto ha sido el que prácticamente hayan desaparecido las visitas de Estado a España. Sánchez no soporta que sea el Rey quien tenga el protagonismo en una cena de gala ni en todo lo que rodea una visita de ese tipo.

Ahora hemos entrado en otra fase verdaderamente inédita: la de utilizar al Rey para respaldar las políticas partidistas del PSOE allende nuestras fronteras. Ante todo, sería conveniente que Napoleonchu –no el Rey, claro– explicara por qué la dictadura egipcia es buena mientras que otras son malas. Qué virtudes tiene el régimen del general Al Sisi que llegó al poder derrocando un gobierno elegido democráticamente. Permítanme aclarar que yo creo que ese golpe fue un mal menor frente a la grave deriva islamista en la que estaba Egipto. Pero no estoy muy seguro de cómo cuadra eso con las políticas de este Gobierno.

En Egipto hemos visto al Rey de España, que lleva entre sus títulos el de Rey de Jerusalén, hacer un llamamiento en favor de un Estado palestino integrado por Cisjordania, Gaza y Jerusalén. Inaudito. Ni Sánchez había llegado tan lejos. Hay una cierta polémica porque en el discurso que se distribuyó por escrito se dice Jerusalén Este. Pero en todos los discursos del Rey la Casa advierte que el discurso válido es el que pronuncie Su Majestad y ahí la limitación al Este no se pronunció.

Es decir, estamos metiendo al Rey en una confrontación directa con el Estado de Israel. No se puede tener mayor maldad ni torpeza. Todos recordamos la pésima relación que tuvo José Luis Rodríguez Zapatero con los Estados Unidos. La cosa había empezado mal cuando se quedó sentado al paso de la bandera norteamericana por la Castellana y empeoró gravemente cuando retiró las tropas de España de Irak. Pero en ese tiempo el Rey, Don Juan Carlos entonces, mantuvo la relación con Estados Unidos, hizo visitas, fue recibido por el presidente Bush. Es decir, en lugar de ponerle a hacer llamamientos antinorteamericanos por el mundo, se le empleó para mantener la mano tendida.

Evidentemente es muy difícil para el Rey negarse a decir lo que Sánchez quiere que diga. Pero hay momentos en que, en mi modesta opinión, la Corona tiene que negarse a respaldar posiciones que están lejos de representar una política de Estado que es la que debe caracterizar nuestras relaciones internacionales. Y eso es lo que, desgraciadamente, no pasó el miércoles en El Cairo.

El 4 de septiembre publiqué aquí un artículo titulado Majestad, hoy no en el que reprochaba al Rey haber recibido en Zarzuela con una sonrisa al fiscal general de Estado que está imputado. Ahora le digo que Majestad, hoy tampoco. Que hay que negarse a hacer algunas cosas que se salen completamente del lugar que debe tener la Corona como representación de todos los españoles. Y, además, estoy seguro de que Sánchez no le va a agradecer su discurso de El Cairo. Ni mijita.