Que estos no son progres, que es un remedo de lo de Yugoslavia, es lo que diría Sancho. Lo que en tiempos de la Mesa de Ajuria Enea hubiera sido una campaña del mundo de ETA y Batasuna, ahora la capitanea el PNV
Si Sancho volviera a impartir justicia en Barataria, tras aquella memorable sentencia por la que una mujer no fue satisfecha en su demanda de violación tras defender ante el mismo hombre una bolsa de ducados que éste no pudo arrebatarle, anunciaría que si el PNV hubiera dedicado la décima parte del esfuerzo que ha volcado ante el cierre de Egunkaria a las víctimas del terrorismo, éste hubiera desaparecido. Anunciaría que si Maragall dedicase la mitad de su preocupación por la libertad de expresión en el caso de Egunkaria hacia su compañera de partido Gotzone Mora, a ésta no se le impediría que hablase en la Universidad de Barcelona. Recordaría a Odón Elorza cómo dejó en su día el salón de plenos a Elkarri, plataforma tan política como lo puede ser Basta Ya, mientras se lo niega a esta. Declararía Poncio Pilatos honorario al rector de la Universidad de Barcelona por haberle cedido su aula magna a Otegi y negárselo a Mora. Y hubiera cambiado aquel aviso a don Quijote de que no es un ejército el que viene sino un rebaño desmandado, para decirle a la progresía española, y especialmente a la catalana, de que no son luchadores por la libertad los nacionalistas vascos sino un intento de remedo, si se les deja, de lo que pasó en Yugoslavia.
Faltaba que el euskara entrara en el conflicto erigido por el nacionalismo, trasladándolo de un auto judicial contra Egunkaria y sus directivos por conexión con el terrorismo, para que la contradicción nacional, en lenguaje de Mao, avanzara en toda la línea, y el país se vea de nuevo atenazado en la dinámica del enfrentamiento. Junto al tótem del euskara agredido, resurge el tótem de la tortura por la Guardia Civil como elementos movilizadores y conformadores de la comunidad nacionalista (el sueño de ETA).
Precisamente cuando el PNV lleva al Parlamento vasco el cierre de Egunkaria y el tema de las torturas por la Guardia Civil -pero no las torturas por la Ertzaintza-, aparece una nueva etapa ofensiva del plan Ibarretxe. Anuncia Juan María Juaristi la fecha del referéndum para el año que viene, dando por supuesto que ETA va desaparecer -será gracias a la Guardia Civil- e Ibarretxe que se hará con o sin la autorización del Congreso de los Diputados. Todo ello acusando al PP y al PSE del cierre, nombrando y buscando culpables políticos de una decisión judicial, ratificando su denominación de enemigos del pueblo vasco, mientras la portavoz del PSE contesta que ellos no han sido.
Una simple mirada permite observar que lo que en tiempos de la Mesa de Ajuria Enea hubiera sido una campaña del mundo de ETA y Batasuna ahora la capitanea el PNV, poniendo a su servicio todos los instrumentos que domina, instituciones y medios de comunicación, para poner en vanguardia su plan soberanista. No hay duda de que con estos procedimientos la sociedad vasca se encuentra más crispada y que el frentismo, el único que existe -el otro es producto de la paranoia- ocupa más posiciones. A continuación, la llamada al diálogo se convierte en una táctica de camuflaje para encubrir quién es el que crea los frentes, cuando a Mora o a Basta Ya y a otros muchos se les niegan los locales. Y cuando, sobre todo, en cualquier sociedad civilizada la desautorización de las decisiones judiciales y el rechazo del marco legal -se hará la consulta diga lo que diga el Congreso de los Diputados- es lo que realmente crea, a través de la rebelión de una parte, el conflicto social y hasta la posibilidad de enfrentamiento civil. Que no son progres, que es un remedo de lo de Yugoslavia, es lo que diría Sancho.
Y en aparente contradicción con la estrategia planteada, Ibarretxe, solícito, se agacha para recoger y entregar al Rey la boina del aurrezkolari en la inauguración de la térmica Bahía de Vizcaya, pone primeras piedras del metro junto al alcalde socialista de Portugalete y mira por el microscopio, imitando a Aznar semanas antes, lo que los investigadores vascos han dejado en él: la imagen del ilusionante y vocacionalmente pacífico y trabajador país. Un país que, si no fuera por los enemigos de Euskadi, que van contra la cultura vasca y el euskara, y que además torturan -la Ertzaintza, nunca-, sería mucho más feliz; y por eso hay que decidir separarnos de España. Burdo e infantil, pero funciona: victimismo, irredentismo, e ilusionante país si nos separamos de España. Y para colmo, los dialogantes son los que sostienen la ruptura.
Eduardo Uriarte Romero en EL PAÍS del País Vasco, 14/3/2003