Jesús Cacho-Vozpópuli
- Lo ocurrido en la Vuelta a España ha sido un ensayo general
Suenan tambores de guerra en la pradera española. El estruendo de una nueva semana de ruido parece apuntar a que el sujeto que nos gobierna está preparando el terreno para, en el momento procesal oportuno, disolver el Parlamento y convocar elecciones generales. Un aroma a trifulca electoral flota en el ambiente. Es el olor a napalm que en 2003 recorrió las cuatro esquinas del país a lomos de aquel potro desbocado que fue el “No a la guerra”, un grito con el que el partido socialista de Pérez Rubalcaba, verdadero padre de la idea (porque el pobre Zapatero no daba para gran cosa), buscó engullir al Gobierno de un José María Aznar que temerariamente se había embarcado en el apoyo a la invasión de Irak por parte de su amigo George W Bush. La decisión del Gobierno Netanyahu de acabar de una vez por todas con la amenaza que Hamás supone para la supervivencia del Estado de Israel le sirve a Sánchez de excusa para sumir al país en una operación de calado destinada a repetir, o al menos intentarlo, el milagro del 23 de julio de 2023. Volver a reiterar el «somos más» de aquella infausta noche electoral, sobre la base de exacerbar la polarización de la sociedad española y llevarla hasta el paroxismo. A Sánchez le importa un bledo Gaza y lo que ocurre en Gaza. Pero Gaza se le ofrece como excusa perfecta, banderín de enganche idóneo bajo el que movilizar a toda la izquierda, terminar de apuntarse los votos de ese cadáver insepulto que hoy es Sumar, e incluso de meter un buen bocado al electorado de Podemos. Sánchez como gran abanderado de la izquierda española, convertida toda ella en extrema izquierda.
Lo ocurrido en la Vuelta a España ha sido un ensayo general. Ojo, el primero tuvo lugar en Torre Pacheco a mediados de julio. Una noticia saltó a la actualidad en plena campiña murciana: alguien había apaleado a un jubilado en plena calle. Resultó ser apenas un suelto de EFE perdido en un océano de noticias. Pero a los pocos días alguien mueve el fondo del caldero y logra que la cara amoratada de la víctima aparezca en primera página y se empiece a conocer la identidad del agresor, un trabajador del campo magrebí, y entonces se dispara el proceso y se anuncia, para eso está RTVE, que una caravana de autocares llenos de ultras se dispone a desembarcar en la localidad dispuestos todos a matar moros como quien mata moscas, porque en España tenemos un problema insoportable de racismo y la izquierda tiene que movilizarse contra los fachas y hay que impedir que los fachas bla, bla, bla. Lo ocurrido en la Vuelta ha sido la puesta de largo de esta estrategia criminal. Tras diversos incidentes en etapas previas, adecuadamente jaleados por TVE, la izquierda engolfada con Hamás logra su objetivo de interrumpir la última etapa, la que cierra el circuito con broche de oro en el corazón de Madrid. Resonancia internacional asegurada. El propio presidente del Gobierno jalea a los alborotadores en un mitin socialista. Está orgulloso de quienes han puesto en peligro la vida de los ciclistas. Es el propio Sánchez quien anima el boicot a la Vuelta y quien secretamente abandera las protestas. Y es también el Gobierno quien, vía ministro del Interior, racanea la respuesta policial frente a los alborotadores para asegurar el éxito de la revuelta. Sánchez echa al fuego gasolina bastante para que el asunto acabe en escándalo mundial.
A Sánchez le importa un bledo Gaza y lo que ocurre en Gaza
Todo apunta a que la maquinaria de Moncloa, la de los tropecientos asesores pagados con tus impuestos, se ha puesto a trabajar en la preparación de una alternativa electoral. Nunca el escenario de elecciones generales anticipadas ha estado tan claro. «Me cuentan en el entorno de Sánchez que el modelo a seguir será la campaña del ‘No a la guerra’ de 2003 que en marzo de 2004 llevó a Zapatero a Moncloa». La guerra de Gaza como recambio de la invasión de Irak. El postre de aquel plato, sin el cual el ZP difícilmente hubiera logrado la victoria el 14 de marzo de 2004, fueron los terribles atentados de Atocha del 11 del mismo mes con su estela de muertos. ¿Cuál sería ahora el equivalente a aquel episodio? Sin duda el “genocidio” de Gaza, un banderín de enganche lo suficientemente demagógico y potente como para movilizar a toda la izquierda y permitir la reedición del Gobierno Frankenstein en los primeros meses de 2026. «En Moncloa creen haber encontrado en Gaza la piedra filosofal en el momento de mayor apuro del Gobierno, un mensaje lo suficientemente intenso como para aglutinar a toda la izquierda y sacar del absentismo a los indecisos», añade la fuente. «Se trabaja con la idea de poner a punto la maquinaria y dejarla lista por si el jefe decidiera un día pulsar el botón electoral».
Que esa maquinaria se ha puesto en marcha lo prueba la noticia conocida este viernes según la cual el PSOE va a impulsar la votación de mociones “en apoyo del pueblo palestino” en todos los Ayuntamientos para obligar al PP a posicionarse sobre el genocidio de Gaza. Es algo que el PSOE ha sabido siempre hacer muy bien: enfrentar a los ciudadanos y llevarlos a veces incluso a la guerra civil. La palabra de moda machaconamente repetida es “genocidio”, de la cual el propio Sánchez es abanderado. Curioso, solo para el mercado interior porque de puertas afuera nuestro carismático líder se achanta y rebaja el calificativo. Se acobarda. Ocurrió el jueves, con motivo de la visita del canciller alemán a Moncloa. Quien lleva semanas exigiendo al Partido Popular que califique de “genocidio” lo que sucede en Gaza, apenas se atrevió a hablar ante Friedrich Merz de “ataque indiscriminado sobre la población civil”. Se trata de extender la coreografía de ese supuesto genocidio por toda la geografía española, anunciar la retirada de España del Festival de Eurovisión si participa Israel e incluso insinuar también la del próximo campeonato mundial de fútbol si el equipo israelí llegara a clasificarse. Palabras mayores. «La idea es comenzar a meternos en el fútbol y el baloncesto», ha confesado una tal Lidón Soriano, dizque Doctora en Ciencias del Deporte y portavoz de la Plataforma para el boicot a la Vuelta. Llevar el «genocidio» de Sánchez hasta los campos de fútbol, la religión que profesan las masas, lo que equivale a meter el “No a la guerra” en la cama de la inmensa mayoría de las familias españolas.
Nunca el escenario de elecciones generales anticipadas ha estado tan claro
¿Significa esto que habrá elecciones a la vuelta de la esquina? No, en absoluto. El sujeto que nos gobierna está acostumbrado a hacer equilibrios en el alambre prácticamente desde junio 2018 y así va a intentar seguir viviendo, aunque tenga que arrastrarse ante sus socios para acabar la legislatura en el verano de 2027. Resistir por encima de todo. Lo que está por ver es si podrá. Fuentes judiciales sostienen que «Pedro no se comerá el turrón en Moncloa», insinuando que el susodicho dispone de información privilegiada y altamente sensible de lo que ocurre en los alrededores del Tribunal Supremo y de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, lo que le habría llevado a poner en marcha la operación «No a la guerra» para tenerla lista por si al final no tuviera más remedio que disolver anticipadamente. Quienes hacen información de tribunales son conscientes del extraordinario celo que tanto el Supremo como la misma UCO están poniendo a la hora de evitar cualquier filtración que afecte a la marcha de los sumarios abiertos en torno a «la banda del Peugeot» y los audios correspondientes, los audios de Koldo cuya autenticidad la Guardia Civil ha avalado esta semana y en los que, de acuerdo con las fuentes, «hay auténticas bombas».
¿Alguna con capacidad para tumbarle? «Sin la menor duda». Ello por no hablar de la situación judicial de su señora, de su hermano, del FGE y del sursum corda. El PP ha echado su cuarto a espadas al adelantar las autonómicas en Castilla y León y probablemente Andalucía. ¿Podría resistir Sánchez un descalabro electoral en ambas regiones, particularmente en la populosa Autonomía andaluza, tradicional granero de votos socialista, sin que se produzca una rebelión en esos miles de cargos que viven del Presupuesto en Ayuntamientos, Diputaciones, empresas públicas, etc., etc.? Dependerá también de lo que decida el presidente del Gobierno en la sombra, que no es otro que Carles Puigdemont, para quien la presión que esos miles de cargos puedan ejercer sobre el autócrata resultara decisiva a la hora de despejar la incógnita electoral. «¿Que Sánchez está muy jodido?», se pregunta un personaje relevante del nacionalismo catalán. «No hay más que verle la cara, pero aguantará. Aguantará hasta el otoño del 26, posiblemente octubre, estirando el chicle de Trump y de Gaza todo lo que pueda. Necesita ganar tiempo y ver si remonta algo en las encuestas. Otoño del 26 porque los alcaldes y presidentes autonómicos socialistas necesitan que sea él quien se coma el marrón de un potencial descalabro en generales antes de que ellos tengan que comparecer ante su electorado con posibilidades de éxito en las municipales y autonómicas de mayo de 2027″.
El sujeto necesita que la guerra de Gaza se alargue el mayor tiempo posible
Tanto Jordi Turull como Gonzalo Boye, lugartenientes de Puigdemont acostumbrados a torear y a confundir periodistas con mercancía averiada, piensan pues que a los españoles les queda un año de soportar a Sánchez en Moncloa. ¿Y qué hará Junts, le dejará por fin caer? «Estos no harán nada», sostiene la fuente antes citada. «Le aguantarán hasta el final y se hundirán con él. Siguen anclados en una Cataluña que ya no existe, que murió con el procés«. Se decida a poner en marcha la maquinaria del «No a la guerra» ya mismo o logre aguantar hasta el otoño de 2026 (eso si los audios de Koldo no le llevan antes directamente al banquillo), lo que está claro es que el sujeto necesita que la guerra de Gaza se alargue el mayor tiempo posible. Un interés en el que coincide plenamente con Hamás. Justo lo contrario de lo que pretende el Gobierno Netanyahu. Alargar el conflicto, prolongar la vida del Gobierno Sánchez. Profundizar el destrozo institucional. Sumir a España en el agujero de un enfrentamiento civil del que será muy difícil salir. El deterioro se acentúa. El rey Felipe VI ha defendido este miércoles en El Cairo la creación de un “Estado palestino viable», una solución vieja, inviable, en la que ya no cree nadie. El jefe de la Armada, almirante general Antonio Piñeiro, un marino que ha hecho carrera con el PSOE, ha dicho que nuestros barcos de guerra no están «para contener a los cayucos, sino para ayudarles». Uno creía que nuestra Marina de Guerra, como el resto de Fuerzas Armadas, estaba para «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Un país al garete, que parece haber renunciado al sentido común. Y también al patriotismo.
Lo que el PP necesita es aclarar cuanto antes su discurso en torno al conflicto que en Gaza enfrenta al ejército de un país democrático con una banda terrorista acostumbrada a utilizar a su propia población como escudos humanos. En este asunto, Alberto Núñez Feijóo podría pedir consejo a su amigo Felipe González, quien parece tenerlo bastante claro: «Si Hamás no quiere que maten a niños y mujeres, ¿por qué no suelta a los rehenes israelíes?» A lo que habría que añadir por qué roba las provisiones que entran por toneladas en la franja, por qué guarda arsenales bajo escuelas y hospitales, por qué impide la salida de la población civil de las zonas donde las FDI anuncian con antelación sus ataques, y tantas preguntas más del mismo tenor. De ayer mismo: «Varios miles de milicianos esperan en la red de túneles o en la superficie, junto con algunos de los 48 rehenes aún en cautiverio. El brazo armado de Hamás ha avisado: ‘Gaza será un cementerio para vuestros soldados’. Las Brigadas de Ezzedin al Qassam recuerdan el talón de Aquiles israelí, los rehenes. ‘Sus prisioneros están distribuidos por los barrios de Ciudad de Gaza, y no nos preocuparemos por sus vidas. Israel no recibirá ningún prisionero, ni vivo ni muerto'». Esta es la expresión más cruda de lo que es Hamás, un enemigo sanguinario y cruel, brutal, como salido del túnel de la Edad Media. La pura y dura realidad es que el ejército israelí no puede abandonar Gaza sin terminar el trabajo de destruir a la organización terrorista. Será el favor que Occidente tendrá que agradecer por siempre a un Estado que ha cargado sobre sus hombros la tarea de hacer el trabajo sucio del que el llamado mundo libre no quiere saber nada. ¿Es tan difícil de entender esto en Génova 13?