Rosario Morejón Sabio-El Correo

Doctora en Psicología y analista de Relaciones Internacionales

  • La mayor amenaza para la OTAN no son los drones rusos, es la política chantajista

La guerra de Ucrania como excusa. «China no está en el origen de esta guerra y las sanciones agravarán los problemas», afirmaba el ministro de asuntos exteriores, Wang Yi, el 13 de septiembre, de visita en Eslovenia. Las exigencias del presidente estadounidense a los países de la OTAN para que aumenten los aranceles a China a cambio de un incremento de las sanciones a Rusia por sus negativas a un cese el fuego, perfilan una vez más la chantajista diplomacia de Donald Trump. Las incursiones aéreas rusas en territorio europeo le resbalan.

La cuestión de las sanciones a Rusia ya era un asunto sensible entre el inquilino de la Casa Blanca y los Veintisiete. Con el éxito cosechado el 15 de agosto por Vladímir Putin en Anchorage, Alaska, gracias a su homólogo estadounidense y a espaldas de los aliados, el amo del Kremlin no demuestra voluntad de iniciar negociaciones directas entre Moscú y Kiev. Las sucesivas peticiones del presidente norteamericano reciben como contrapartida la multiplicación de ataques de la armada rusa sobre Ucrania y sobre territorio OTAN.

Por primera vez desde 1945, en la noche del 9 al 10 de septiembre, aviones de combate europeos tuvieron que abatir ingenios enemigos sobre Polonia: al menos 19 drones y un misil de crucero rusos violaron el espacio aéreo polaco. No es «un incidente». Es un test deliberado para las defensas europeas y una advertencia glacial. Las intrusiones de drones fueron registradas cuando los aliados de Ucrania, reunidos en una «coalición de voluntarios», programaban desplegar una fuerza de garantías compuesta por soldados europeos en el territorio ucraniano en caso de interrupción de las hostilidades. Para Rusia era otra línea roja. Amplió sus incursiones sobre Rumanía, el sábado 13.

La Federación rusa presiona a la Alianza atlántica probando sus vulnerabilidades. Estos sobrevuelos representan un grado adicional en la escalada de la guerra híbrida que Rusia mantiene desde hace años. La ausencia de explosivos en la mayoría de los drones confirma la hipótesis de una misión de reconocimiento y de hostigamiento. Coinciden con las maniobras militares ruso-bielorrusas ‘Zapad-2025’. Putin probó el umbral de tolerancia europeo tres días antes de su simulación de una agresión de alcance en el Oeste. ‘Zapad’ significa ‘el Oeste’.

La respuesta de los miembros de la OTAN ha sido solo parcialmente tranquilizadora. La activación del artículo 4 previendo consultas entre sus componentes y la coordinación de diferentes fuerzas son satisfactorias en el plano operativo. La movilización de los F-35 neerlandeses, los F-16 polacos y los AWACS italianos en la noche del 9 al 10 de septiembre, constituye un precedente alentador para asegurar la defensa del cielo occidental. Su sistematización pende de la voluntad política de consolidar una defensa común europea.

El dispositivo ejecutado revela -además de su extremado coste- la seria inadaptación de los Veintisiete a nuevas amenazas derivadas del uso intensivo de drones de bajo precio, perfeccionados por los dos campos en conflicto desde la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Esta constatación debe convencer a los europeos de la necesidad de hacerse con el control de su propia defensa y de destinar a ella los medios necesarios, incluso si esto debe pasar por arbitrajes difíciles. El anuncio por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, de una nueva misión, bautizada ‘Eastern Sentry’ (‘Centinela del Este’), pensando en asegurar la defensa del flanco oriental de la Alianza, representa una primera respuesta. Se apoyará en las contribuciones extras de los principales Estados europeos, ya que ningún esfuerzo estadounidense concreto ha sido anunciado. Al contrario, EE UU acepta vender armas a Kiev, que pagan los europeos.

Empero, la mayor amenaza para la Alianza no son los drones rusos. Es la política chantajista de Donald Trump. La idea lanzada por Washington de que EE UU y la UE impongan hasta el 100% de aranceles a China alimenta en Pekín el sentimiento de una diplomacia estadounidense no fiable. Los europeos han omitido cualquier pronunciamiento oficial. La Unión europea teme pagar los platos rotos de una guerra comercial entre Trump y Xi Jinping, convirtiéndose en el aliviadero de los productos chinos. Resultaría terrible que la política europea con la República popular dependiese de EE UU. El objetivo de la Unión es infligir sanciones más severas a Rusia, seleccionando intercambios directos e indirectos de su economía, pero en absoluto se trata de debilitar el mercado europeo. Las directrices de Trump son perversas.

Para imponer nuevas represalias a Moscú en vista de su desdén por la paz, el presidente americano reitera: «Tomaré sanciones significativas contra Rusia cuando todos los países de la OTAN hayan decidido abandonar la compra de petróleo a la Federación rusa. Y les conmino a aumentar los aranceles a China del 50% al 100%», escribió en su red Truth Social, el 13 de septiembre. ¡Qué vasallaje es este!