Manuel Marín-Vozpópuli

  • Se define a sí misma como nacionalista, islamófoba, identitaria y antiespañola. Lo mejor de lo mejor

Es evidente que Junts no se aclara. Ni con Pedro Sánchez ni sin él tienen sus males remedio. Junts se hace trampas al solitario, no se ve capaz de fulminar al presidente del Gobierno y se contenta con dinamitar la legislatura, algo que a Sánchez ahora mismo le resulta indiferente porque ya la sabe bloqueada. Carles Puigdemont se ha convertido en el rey de los faroles y Sánchez se ha limitado a poner en marcha el laboratorio de otro “no a la guerra”, con sus cineastas, sus filósofos y eso. Que nadie cuente con una moción de censura pese a que ahora Junts vota casi todo junto al PP y a Vox, ni tampoco con unas elecciones anticipadas. Mantendrá a Sánchez con respiración asistida… y a pedalear.

Sin embargo, hay un elemento transgresor que está alterando todas las coordenadas de Puigdemont. Silvia Orriols es alcaldesa de Ripoll y una mujer no demasiado conocida fuera de Cataluña. No va de iluminada ni de visionaria, trabaja catorce horas al día y con su pose ‘xeno-indepe’ de islamofobia desacomplejada y extremista ha sacudido una bofetada de realismo al separatismo. La corrección política es para los burócratas. Lo de ella es una Cataluña sin inmigrantes y punto. Y mucha gente, cada vez más ajena a las florituras de la multiculturalidad amanerada, la escucha. Orriols se encamina a ser el factor determinante para inducir un coma en Junts que, de carambola, convulsione aún más la legislatura de Sánchez, con Puigdemont, ERCPNVPodemos Bildu como meras comparsas de la nada.

Fundadora de Aliança Catalana, conocí a Sílvia Orriols un solo día. El mismo que pude entrevistarme con Oriol JunquerasJosep Rull Alejandro Fernández. Fue una inmersión de apenas ocho o diez horas en la Cataluña institucionalizada y, como ‘aquel que diu’, eran las cinco y media y yo tampoco había comido. Fueron reuniones algo apresuradas. Orriols me citó en su despacho del Parlament. Me advirtieron de que hablaría solo en catalán. Pero no por falta de cortesía, sino porque quería ser exacta en sus palabras y no domina el castellano. Yo iba con prejuicios, algo impropio en un periodista. Pero…

Orriols tiene 40 años y cinco hijos, FortiáQueraltViolantGuinadell Peronella. No transmite un carisma especial, la verdad, y tampoco es una narcisista de libro. Es pragmática y no se complica. Quien la entienda, bien. Quien no, también. Tiene ese punto antisistema que tanto atrae hoy a capas sociales desencantadas. Pero no es una lunática. Fue educada y sonriente y tiene esa mirada de quien sabe estar pendiente de dos cosas a la vez, facultad no fácil. No le interesa hablar de política nacional porque le importa un bledo, y aquel día de febrero estaba pendiente del móvil porque le notificaban que iba a ser desalojada como alcaldesa con una moción de censura. Estaba resignada y se limitó a decirme que “así es la vida”. Después no ocurrió nada. Junts no se atrevió por aquello de no victimizarla. Le comenté que en Madrid ya se hablaba de encuestas que le otorgaban hasta once diputados en el Parlament y se rió. “No tanto, no tanto”. Hoy, septiembre de 2024, le calculan hasta 19.

¿La razón de este fulgurante despegue? Un independentismo radical, un extremismo derechista, un discurso excluyente frente a la inmigración y un fuerte apego a una realidad: en Ripoll hay una brecha social de incorrección política inédita que rechaza a los inmigrantes. Que no quiere destinar dinero para su sostenimiento, que se opone a costumbres ajenas a las tradicionales del catalán de sangre, que están hartos de imposiciones “culturales”, cansados de que se adueñen de las calles, de que se islamice su pueblo, del trapicheo… Gente harta de Junts y de los pijos engolados del “núcleo duro” de Puigdemont, Waterloo va, Waterloo viene, y de sus reuniones por zoom y sus tuits apocalípticos. Junts no lo ha querido o sabido ver venir. Tenían a Orriols como a una ‘outsider’, una ‘friki’ populista incapaz de ofrecer mucho más que un discurso alternativo y reivindicativo tan irracional como irrelevante. Se equivocaban. Hoy es el problema de Junts.

Por eso Miriam Nogueras solo plantea ya en el Congreso un discurso abiertamente identitario, vinculado al control de la inmigración, a la seguridad y contra la multirreincidencia delincuencial. Los mismos ítems que Orriols lleva planteando en el Parlament durante meses. Junts pretende mimetizarse porque se sabe en una disyuntiva muy compleja. Ahí están las encuestas. Sin la Generalitat, con el farol de la cuestión de confianza contra Sánchez, sin foto en Waterloo con el presidente, sin amnistía, con un procesamiento vigente, sin catalán en Europa, sin Marchena en la cárcel… y con gurús del partido preguntándose cada día a qué están jugando porque ya ni siquiera lo saben.

Junts está perdiendo su relato porque a Sánchez ya le da igual tener Presupuestos o no. Lo admitió sin tapujos en TVE porque ha encontrado otro juguete, el del “lado bueno de la historia”. Y de momento parece suficiente porque es notorio que no ha perdido su capacidad para movilizar a la izquierda callejera siempre que sepa fabricar bien los muros, las fracturas y los odios. Y esa es su especialidad. Orriols es ultraderechista, separatista y defiende una extraña visión de la civilización occidental desde un ruralismo rancio y atípico. Esto de las democracias liberales que han permitido una “invasión” sin control de extranjeros, como que no. Tiene cinco hijos y se define a sí misma como nacionalista, islamófoba, identitaria y antiespañola. Lo mejor de lo mejor. No se va a presentar a las elecciones generales y su definición de Salvador Illa es la de “imperialista”. Lo que sea, sí, pero está desguazando a Junts por la cuaderna.

¿Ahora qué? Un sondeo de El Mundo sostiene que casi la mitad del electorado de Junts no entiende qué hace su partido oxigenando a Sánchez, y además el trasvase de votantes es matemático, de modo que lo que pierde Puigdemont lo gana Orriols. No hace falta mucho más análisis. El éxito de Aliança no es coyuntural, sino generacional, y está para quedarse porque su insensibilidad radicalizada y su concepto de la “no convivencia” vende. Cree representar a una Cataluña pura que está señalando a Puigdemont por sus zarandajas tácticas, sus órdagos fallidos, y su narcisismo caduco de falso exilio.

Probablemente no signifique nada que Junts que esté votando ya casi todo junto a PP y Vox porque nadie ve viable una moción de censura conjunta. Pero este extraño proceso autodestructivo en Junts empieza a tomar forma y da a entender que un socio de gobierno puede estar dispuesto, por primera vez en la legislatura, a descontaminar a Vox y romper el cordón sanitario. Y por inercia, parecerse un poco más a Orriols. Son avisos, “warnings” que saltan en el luminoso de Sánchez. Es la ‘caraja’ en la que vive Junts con el PSOE como peso muerto en su mochila y con Orriols como amenaza sistémica contra un modo de vida como el de Puigdemont: el de recrearse en la ficción de que tiene patente de corso para todo y manda en España. De momento, solo usa esa patente de corso para fundir a negro a su partido.