- El deslizamiento hacia la anomia —ya avanzadísima en nuestra maltratada patria— se consigue a base de que los que deben hacer no hagan, los que deben hablar no hablen y los que deben decir no, digan sí
No es cierto que la ONU sea imprescindible. De hecho, es un cadáver en avanzado estado de descomposición, y me parece una nueva trampa a nuestra Monarquía que el Gobierno haya enviado al Rey Felipe VI a defender lo indefendible justo el día después de que el hombre más poderoso del mundo, el presidente de los Estados Unidos, señalara en las tripas de la propia institución las verdades que conocemos todos los que nos hemos interesado por el tema. A no ser que el Rey crea en lo que ha dicho. Yo quiero pensar que no, pero se me hace cada vez más difícil justificar que alguien que no cree en algo se avenga a defenderlo. O sea, que el problema en este enigma artificial está, con toda probabilidad, en mi empeño en creer contra toda evidencia que el Rey no está queriendo caer bien a la antidemocrática, sectaria e intratable izquierda española (que lo echaría a patadas) a costa de decepcionar, seguir decepcionando, y volver a decepcionar, a una derecha que da por descontada. Dont’t take us for granted. Sería un error, está siendo un error.
Voy a obviar la parte del discurso dirigida a instar a Israel a que no se defienda después de reconocerle el derecho a defenderse. Hay algo que el establishment no comprende porque lo forman básicamente gentes interesadas por lo material y por el hoy: la verdad se acaba imponiendo siempre. Estar con la verdad es preferible porque atendemos, al hacerlo, a un imperativo categórico, y porque, si así no fuera, entonces sí que valdría cualquier cosa en un mundo sin normas. Solo que el deslizamiento hacia la anomia —ya avanzadísima en nuestra maltratada patria— se consigue a base de que los que deben hacer no hagan, los que deben hablar no hablen y los que deben decir no, digan sí. No se manda a parar a Israel, cuyo ejército aplica, diga lo que diga la propaganda antisemita, microcirugía para evitar en la medida de lo posible los efectos sobre la población civil. Es una maldita guerra. Una en la que muere menos población civil en ratio sobre bajas totales que en cualquier otra guerra contemporánea. Y eso con los terroristas escondidos, colocando escudos humanos, en túneles bajo hospitales, escuelas y bloques de viviendas.
«No podemos guardar silencio, ni mirar hacia otro lado, ante la devastación, los bombardeos, incluso de hospitales, escuelas o lugares de refugio». Palabras del Rey ayer. No. No podemos guardar silencio sobre la estrategia asesina de esconder arsenales, centros de mando y terroristas bajo hospitales, escuelas o lugares de refugio cuando citamos los bombardeos. He anunciado que iba a obviar el tema, pero no puedo hacerlo porque sentiría que miento. Sí, hay silencios que equivalen a faltar a la verdad, a una verdad que pugna por ser pronunciada y que se impondrá. Como siempre pasa. En cuanto a los dos Estados, ojalá los desearan los «palestinos» y sus representantes, ¿verdad? Pero ellos quieren aniquilar Israel, del río al mar.