Nicolás Redondo-Editores

Sánchez tal vez sea el político que establece una mayor distancia entre lo que dice y lo que hace. «Si perdemos la libertad de oponernos al poder estaremos sembrando el poder de la tirania..», dice Sánchez en EEUU. En España habla , como Trump, Bolsonaro y otros, de «la máquina del fango».

Sánchez se tira de los pelos y moja su traje con lagrimas por el despido de un presentador- humorista de una cadena privada en EEUU- , mientras en España cercan a periodistas que investigan su entorno, acecha a los que critican , reparte arbitrariamente dineros públicos a través de la publicidad del gobierno entre afines y convierte a TVE en sus «Tercios de Flandes». Sus acólitos firman manifiestos en su apoyo y , mucho peor, denuncian a sus compañeros de profesión que no comulgan con sus ruedas de molinos. No saben , no sabe, que la libertad de expresión se fortalece hasta cuando resiste su utilización deficiente o malévola…todos los derechos tienen un precio al que solo limita el Código Penal.

Pedro Sánchez carece del tono moral necesario para considerarle un líder democrático, mientras mantiene todos los atributos de los líderes personalistas y » providencial»: soberbia incontrolada, desprecio hacia las leyes y las normas en las que se basa la democracia liberal y desconocimiento del papel de las instituciones.

El PSOE ya no es reconocible, la concordia minina ha desaparecido a causa de la política de confrontación radical impuesta por Sánchez , la Constitución sirve de parapeto para todo, y el Estado se entrega a pedazos y conveniencia …  ese es el resultado de la gestión de un personaje pretencioso, obcecado y sectario, incapaz de entender la complejidad de las relaciones sociales, reducidas , como hacen todos los populistas, a amigos y enemigos .