Alberto Ayala-El Debate
Supongo que debo de dar por hecho que si se acercan a esta columna es porque forman parte de ese limitado club de los muy cafeteros que se interesan por lo que sucede en nuestra vida política. Que no quiere decir que entiendan cuanto nos está tocando vivir.
Y es que estamos instalados en el desconcierto. Todavía a día de hoy resulta incomprensible que Pedro Sánchez no haya asumido –ni piense hacerlo– responsabilidad política alguna tras destaparse que los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, están acusados de gravísimos delitos de corrupción.
O que la ministra de Igualdad, Ana Redondo, siga todavía en su cargo tras intentar durante varios días mentir y ocultar la verdad sobre los problemas surgidos con las pulseras antimaltrato. Además de no disculparse con las mujeres afectadas, lo que finalmente sí hizo ayer la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Carmen Martínez Perza.
Y todo ello con un panorama judicial por delante cualquier cosa menos normal. El fiscal general del Estado se sentará en el banquillo en noviembre por el caso del novio de Ayuso. Koldo y Ábalos lo harán a comienzos de año por el asunto de las mascarillas. Y tanto el hermano de Sánchez como la esposa del presidente, Begoña Gómez, lo lógico es que sean enjuiciados antes del verano. En el caso de esta última ante un jurado popular si la Audiencia madrileña no rectifica, una vez más, al juez Peinado por su estrambótica y errante instrucción.
Sánchez acaba de reiterar a un medio económico norteamericano que seguirá hasta 2027 y que volverá a ser el candidato del PSOE. Demasiado decir. El presidente no es dueño de su futuro. No lo ha sido en ningún momento en la actual legislatura. La llave la tienen sus aliados de investidura que le aguantarán en el cargo mientras convenga a sus intereses.
A partir de ahí no es lo mismo que el fiscal general, el hermano y la esposa de Sánchez sean absueltos o condenados. Y otro tanto cabe decir del novio de Ayuso, que gracias a la presidenta madrileña y a su mano derecha, Miguel Ángel Rodríguez, es bastante probable que sea condenado además de por fraude fiscal, por integración en grupo criminal. Y sin posibilidad alguna de pactar una condena menor tras su cruzada contra Álvaro García Ortiz.
Pero Sánchez y el PSOE no son los únicos sobre los que se ciernen negros nubarrones. Las encuestas no pintan precisamente bien para el PP de Feijóo. Aunque colocan a los conservadores en primera posición, con varios puntos de ventaja sobre los socialistas, advierten de que decenas de miles de votantes, en especial jóvenes, votarían hoy a la ultraderecha.
¿Solución? Feijóo, lejos de volcarse en vender ideas y propuestas al electorado, ha dejado de buscar a los votantes más centrados desencantados con el PSOE para radicalizar su mensaje y taponar la fuga de apoyos hacia Vox.
Claro que para que fuera efectivo sería conveniente unificar mensajes y no hacer como con Gaza. Cuando ha visto que Sánchez exprimía el limón palestino, Feijóo ha endurecido su discurso, aunque sin querer hablar de genocidio. Mientras Aznar y Ayuso optaban los mantener un apoyo cerrado al sionismo, en las últimas horas el presidente gallego Rueda y el andaluz Bonilla daban el paso de condenar el genocidio.
¡Viva el desconcierto!