José Manuel Azcona-ABC
- De la Transición a hoy el PNV ha negociado con el PP y el PSOE sin problema alguno a cambio de obtener transferencias autonómicas, que son infinitas
En 1895, nació el embrión del Partido Nacionalismo Vasco sobre la base ideológica del amor a Dios, a la Patria inventada por su fundador Sabino Arana o Euzkadi (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra, en España y Baja Navarra, Labourd y Soule en Francia) y a la Ley Vieja o fueros medievales. Todo ello rebozado con odio permanente a España y búsqueda de la independencia de los territorios citados de este país. Sin olvidarnos de la instalación de la tesis de que los vascos son una raza superior.
Todos estos sofismas han configurado el entramado político posibilista que ha hecho de esta formación política un referente mundial en aliarse con total habilidad con quien proceda y cuando proceda para conseguir sus objetivos políticos. De todos los citados solo han mejorado, en el llamado discurso del teatro Arriaga de 1988, el concepto de raza. El entonces líder del PNV, Xavier Arzalluz, anteriormente fue carlista, clamó en este año con perorata que era vasco quien vivía en el País Vasco, independientemente de su etnicidad o apellidos. El resto del ideario se mantiene intacto. Empezando por su afán, al menos teórico, por la independencia.
Fue durante la II República española (1931-1936) cuando los dirigentes del PNV pusieron a prueba su capacidad de adaptación al medio. Así, en el levantamiento militar de Francisco Franco el 17 de julio de 1936 en el Protectorado de Marruecos y del 18 de julio en Pamplona, los líderes del PNV de Álava y Navarra apoyaron decididamente a los sublevados del general Franco. Pero, en las provincias industriales y más desarrolladas de Vizcaya y Guipúzcoa, los líderes del PNV sustentaron al Gobierno de la II República por dos razones. La primera, porque gracias a ello consiguieron el Estatuto de autonomía tan soñado y que tuvo vida efectiva entre el 7 de octubre de 1936 y el 19 de junio de 1937, fecha en la que cayó Bilbao en manos de las tropas nacionales. Y la segunda, porque no querían ser asesinados por los miembros del Frente Popular por considerarlos fascistas. Durante este periodo, y bajo la responsabilidad del lendakari José Antonio Aguirre se asesinaron en Vizcaya y Guipúzcoa de forma terrible a 526 personas de ideología católica y conservadora por el hecho de serlo. No obstante el PNV y sus apologetas hicieron creer al resto del mundo que el Gobierno de Euskadi había sido «un oasis de respeto a la religión católica y a los desmanes de los comunistas». Y también que el lendakari Aguirre había intentado preservar la vida de sus opositores. Juzgue usted…
Con la caída de Bilbao en junio de 1937, los nacionalistas vascos se rindieron en Santoña a las tropas fascistas de Mussolini en lugar de seguir luchando sus batallones en favor de la República, como sí hicieron aquellos otros del Frente Popular. Para los nacionalistas vascos la Guerra Civil española había terminado con la pérdida de la capital vizcaína. El resto no importaba. Para los republicanos de la época esto supuso la gran traición. Vino después el exilio y las negociaciones con los nazis de Adolf Hitler. Los conceptos raciales de la ideología nacionalsocialista alemana habían llevado a este dictador a intentar crear un Estado colchón vasco adscrito al III Reich bajo gobierno directo de Berlín. Así que a las autoridades vascas no les pareció mal esta idea y se pusieron a negociar con los nazis su protagonismo en esta ilusión geopolítica. El darwinismo social gustaba mucho en este entramado y la superioridad de las razas, más. Pero la alianza de Hitler con Franco truncó este movimiento estratégico e incluso los nazis apresaron a nacionalistas que entregaron a Franco. Como se ve, no importa el negociador, fuese republicano o fascista, con tal de que obtuviesen sus intereses de autogobierno e independencia. Por cierto que este Gobierno nacionalista realizó expolio de bienes públicos y privados que se llevaron al exilio. Y que apenas ha sido estudiado. Pero no quedó la cuestión aquí: tras la caída del régimen nazi, el lendakari Aguirre empezó a escribir cartas al presidente norteamericano Harry S. Truman de manera compulsiva para que los aliados que habían ganado la II Guerra Mundial restaurasen su presidencia de la «República Vasca» (sic). Y le pusieran a él al frente, tras quitar a Franco del poder. Truman tuvo que pedir asesoramiento para conocer quién era este desconocido personaje que le enviaba tantas misivas hablando de la singularidad del pueblo vasco, de su raza milenaria y todos estos tópicos tan manidos y reiterativos. Obviamente, Truman hizo aviones de papel con aquellas misivas y todo quedó en la nada. Siguió la larga travesía del desierto del exilio y, a partir de 1975, tocó negociar con la UCD de Adolfo Suárez y con el PSOE de Felipe González, y bien pronto consiguió el PNV el Estatuto de Autonomía de 1979 y que el sistema electoral fuese bajo la ley D’Hondt, que le permite sumar escaños significativos en el Parlamento español. La Constitución Española de 1978 restauró, además, el concierto económico para el País Vasco en su totalidad y que ya gozaban en el régimen de Franco Álava y Navarra. Lo que les permite recaudar los impuestos en su totalidad y dar un cupo al Estado que, además, invierte en aquellos territorios. Un modelo de financiación local único en el mundo. Y que les permite tener un nivel de vida y desarrollo bien elevado en España junto a la Comunidad de Madrid, que siempre está a la cabeza.
De la Transición a hoy el PNV ha negociado con el PP y el PSOE sin problema alguno a cambio de obtener transferencias autonómicas y que son infinitas. Sin despeinarse. El caso más surrealista se produjo con el Gobierno de Mariano Rajoy, con quien votó los presupuestos de la nación y pocos días después le hizo una moción de censura en favor del PSOE de Pedro Sánchez. Increíble.
Pero no es menos interesante que el PNV, que tuvo y tiene mucha confluencia política con Herri Batasuna/Bildu cuando conviene, ha conseguido en la comunidad autónoma del País Vasco algo que me parece fascinante, y que es el control de la práctica totalidad de la Administración con todos sus resortes. Lo que hace que controle la calidad de vida, muy elevada, de quienes allí cohabitan y que terminan votando nacionalismo para no perder el tren de vida, sustentado en el concierto económico que ya hemos citado. Pero hay condiciones, claro. Así no importa que no se hable euskera, sino español, que es la lengua vehicular fundamental del territorio: basta con decir ‘kaixo’ (hola) o ‘agur’ (adiós) o media docena más de expresiones para mostrar tu adhesión al terrazgo. En público hay que mostrar animadversión a España, y sustituir este vocablo por ‘Estado español’ y no mostrar una enseña del país en la calle nunca. También debes amar mucho a tu equipo de fútbol local, especialmente el Athletic de Bilbao. Y sobre todo creerte que vives en un lugar especial y único del planeta con gran singularidad, una historia especial y formas de existencia distintas de España, incluso superiores. No pasa nada si te sientes supremacista y te crees que todo el mundo se interesa y le preocupa el mundo de los vascos. Lo que no se corresponde con la realidad, claro.
Todo lo cual ha hecho que, salvo un periodo de cuatro años, el PNV viene gobernando en aquella comunidad autónoma sin que a nadie le sorprenda. A mí sí.