Carlos Herrera-ABC

  • Le deben de tener un miedo atroz a Sánchez y no se atreven ni siquiera a honrar a uno de los suyos fallecidos tras un final tan agónico como lleno de dignidad

El presidente aragonés, Jorge Azcón, reconoció a Javier Lambán, su predecesor, fallecido recientemente, con el premio Gabriel Cisneros a los valores constitucionales. Yo les vi juntos en un par de ocasiones y, socialista uno y popular el otro, se llevaban cordialmente bien, como aconseja la buena educación. Tenían diferencias pero las sobrellevaban, atendiendo sobre todo a que Lambán estaba en retirada tanto de la política como, desdichadamente, de la vida. Como es sabido, en el momento de la proclamación en las Cortes aragonesas de esa distinción al socialista fallecido, el grupo parlamentario del PSOE se abstuvo de aplaudir. Es cierto que Azcón incluyó una frase a la que pueden acogerse los socialistas para su dejación: «Lambán denunció la deriva involucionista del Gobierno central de su propio partido que ha llevado a nuestro sistema institucional…», pero mucho me temo que la decisión de brazos caídos estaba tomada antes de ese discurso: Lambán era muy crítico con Sánchez y eso a un partido cuyos miembros se echan a temblar cuando brama su secretario general no puede gustarle. Cuando se homenajeó al expresidente mediante un retrato oficial, una socialista, Mayte Pérez, acudió al acto: fue por ello sancionada por su partido con una multa de 600 euros. ¿Qué pecados terribles cometió Lambán para que los socialistas le nieguen un aplauso de respeto, incluidos todos aquellos que hace cuatro días le hacían la pelota? Seguramente discrepar de Sánchez, el cual, por cierto, se comportó como un grosero cuando, con ocasión de las críticas de Lambán al ministro Garzón por desaconsejar determinado consumo de carne, le telefoneó gritando, sin dejarle hablar, y recordándole a voces que a un ministro suyo no se le podía criticar. Después de chillarle le colgó. Todos los socialistas aragoneses deben de conocer esas diferencias, pero le deben de tener un miedo atroz a Sánchez y no se atreven ni siquiera a honrar a uno de los suyos fallecidos tras un final tan lento y agónico como lleno de dignidad. De hecho, hubo dos o tres que comenzaron a aplaudir, pero viendo que Fernando Sabés, Leticia Soria o Carmen Soler no lo hacían bajaron las manos inmediatamente, no fuera a ser que se acabara su carrera política en un pispás. Estos son los mismos que cuando caiga Sánchez harán públicas las diferencias sobrevenidas o las que ahora ocultan, no tengan duda.

Es civilizado honrar a los muertos. Incluso a los enemigos se les despide con respeto. Cuánto más a un político honrado que fue fiel a su comunidad y a su país, enfrentándose dignamente a las traiciones a su propia palabra que protagonizó su secretario general. Pero cuando el sectarismo y el fanatismo te ciegan, cuando eres un aborregado político sin personalidad, lleno de temor por las consecuencias que pueda tener para ti un acto de honestidad, acabas escupiendo sobre la lápida de aquel al que poco tiempo atrás aplaudías. De haber sido el premiado fallecido de Bildu las palmas echarían humo. Si se tratan así entre ellos, qué dejarán para sus adversarios.