José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Sánchez ha decidido que el único periodismo ético y libre es el de la Gran Manzana–
La entrevista es un género periodístico endiablado en el que, como decía aquel, uno trabaja y el otro cobra. Sin un buen entrevistado el artefacto no funciona por más que, como el monologuista del régimen que se ha teñido de Alcaraz, pregunte siempre al invitado cuánto dinero tiene en el banco y cuándo fue la última vez que folló (sic). Todo ello con esa mirada inquisitiva de chistoso de barbería al que le han sorprendido cazando renacuajos en el Retiro. ¿O será pescando? Apenas quedan entrevistados de interés, como Fernán Gómez, Cela o Umbral, ni entrevistadores especiales como el Loco. La gente mataba por ir a su colina. Ahora las entrevistas arrancan en la apatía y desembocan en el tedio. “Una diversión que se convierte en fatiga”, dijo Fitzgerald. Se pregunta mal y se responde peor. Frank Zappa decía que las peores interviús son las de los periodistas de rock, “gente que no sabe escribir preguntando a gente que no sabe hablar para un público que no sabe leer”. ¿Y las de deportes? ¿Justo el resultado?, ¿duda para el domingo?, ¿bloque bajo o bloque alto?. Sólo Robinson las rescató del espanto del topicazo sin fin. El género, lejos de salvarse, ha evolucionado hacia esa moda de insufribles podcast dirigidos a un público insomne y solitario. Con notables y recientes excepciones.
Un mártir, un santo
A Sánchez no le gustan las entrevistas. Ni las ruedas de prensa. Ni los periodistas. Ni los medios. Ni la libertad de expresión. Ni las voces críticas. Ni las disidencias. Ni la pluralidad de opiniones. A Sánchez le gustan el Pravda y el Granma, quizás por este orden. Ahora se está aficionando al Diario del Pueblo de su amigote Xi, que lo trae Zapatero de Pekín. Noticias frescas. Un año llevaba sin comparecer ante un periodista cara a cara, mano a mano, ‘en profundidad’ se decía, ‘a calzón quitao’ se pregonaba, ‘sin anestesia’, se anunciaba. De regreso del veraneo en La Mareta, pidió a su monaguillo Pepe Pablo López que le adobara una entrevista para poner en suerte el MacGuffin de Gaza y compensar así el alud de trompadas que se le venían encima por las cosas de la corrupción. Pepa Bueno ofició el consabido cheek to cheek que culminó en un dramático estrambote sobre la campaña de ‘deshumanización’ con la que torturan al presidente. Un mártir. Un premio Nobel de la Paz. Un santo.
Y se acabó. No ha habido más entrevistas ni posiblemente las haya hasta el año próximo en la Ser o en Telepedro. Salvo excepciones, claro, según asomen o no las urnas. Ahora en Nueva York, ha concedido tres en 48 horas, vaya vértigo. “Ya saben que me agrada responder a sus preguntas”, se burló días atrás de un grupo de periodistas españoles. En la Gran Manzana, sin embargo, no tuvo empacho en someterse a los inquisitivos interrogatorios de los implacables periodistas estadounidenses que le pusieron contra las cuerdas con una intensidad tal que rozaba el sadismo. Fue un bombardeo inclemente. Se le preguntó con desacostumbrada ferocidad. Se pretendió conocer su opinión sobre Gaza, Netanyahu, Ucrania, los inmigrantes y hasta sobre su relación con Trump. No coincido pero lo respeto, dijo, con su acostumbrada sinceridad. O sea, más contemplaciones con el lunático de Washington que las que dispensa al líder de la oposición en España.
El monologuista cancelado
El caso es que, seguramente por las prisas, a los intrépidos reporteros de allí no se les ocurrió preguntar ni por la esposa ni por el hermanísimo, que acaban de ser noticia por sus asuntos pendientes en los tribunales. Begoña, rumbo a un banquillo con jurado. David, camino de un proceso extremeño. Ni la NBC, ni la CNN, ni Bloomberg tuvieron a bien sacar el tema de la catedrática excelsa ni del virtuoso concertista en sus respectivas charlas televisivas, pese a la actualidad de ambos y a tratarse del asunto en torno al que deambula la agenda política nacional. La prensa europea, por ejemplo, no pierde ocasión de recordarle a Sánchez los casos de nepotismo delictivo que lo acogotan. Las cosas en Manhattan se ven de otra manera. Estrictos al denunciar la cancelación del monologuista que dispensó comentarios inadecuados sobre el activista conservador asesinado y silencio absoluto sobre los escándalos que zarandean al presidente del Gobierno español cuando lo tienen delante. Únicamente hubo una mención indirecta a su familia cuando se le preguntó si piensa presentarse como candidato de nuevo. “Por supuesto, ya lo he hablado con la familia y el partido”. O sea que, finalmente, salió la familia en antena pero por vía tangencial y no precisamente porque lo sacaran los periodistas. A lo mejor lo evitaron porque la ‘ñ’ de Begoña les resulta difícil de pronunciar. Podían haberla llamado simplemente Bego. Pero no.
La Gran Manzana virtuosa
¿Ese silencio tan extraño estaba pactado? Imposible, la ética de los medios de la Costa Este es incuestionable. ¿Se despistaron? Es posible, con la prisas de la asamblea de la ONU quizás no cayeron en el detalle. Estos patinazos son frecuentes en los guiris con los asuntos del extrarradio. Publican que Mallorca es la capital de Guatemala. O en una misión imposible, Tom Cruise celebra los sanfermines en Sevilla. El caso es que en la patria de Jefferson (el de “gobiernos sin periódicos o periódicos sin gobiernos”), la de los Pulitzer, la del Watergate (de Redford más que de Nixon), a veces pasan cosas que provocan estupefacción y mueven al escepticismo. Total, que los ochocientos asesores de la Moncloa ya han decidido que, en adelante, el número Uno concederá más entrevistas pero, eso sí, en New York, New York, con arrullos de Sinatra y violines de fondo. En la Gran Manzana de Occidente no hay ni pseudomedios, ni fachas ni bulos. Sólo late el espíritu de un periodismo íntegro, cívico, democrático y profesional que huye del fango y odia a Trump. Ni telePepa o radioÀngels, ni el Pirulí ni la Ser lo harían mejor.