Carmen Martínez Castro-El Debate
  • A las mujeres las protegían y las protegen los policías y los jueces; las feministas de moqueta solo han servido para entorpecer la labor

Como el gobierno de Rajoy no era progresista-feminista ni tampoco manirroto, en vez de estar integrado por 22 ministerios tenía solo 13 y entre estos no figuraba el Ministerio de Igualdad. A pesar de ello España ocupaba el 5º puesto en el ranking de la Universidad de Georgetown sobre bienestar de las mujeres.

Siete años de gestión del ministerio y 2.100 millones de presupuesto después, hemos conseguido despeñarnos desde aquel dignísimo quinto puesto hasta el número 27 que ocupamos en la actualidad. Portugal, Japón, Polonia y hasta los Emiratos Árabes nos han adelantado. Bajar cada uno de esos 22 peldaños nos ha costado la friolera de casi 100 millones de euros. ¡Será por dinero!

Las pulseras antimaltratadores que ahora están en el centro del debate nacional, se empezaron a implantar en 2006. No fue necesario que existiera un Ministerio de Igualdad para que los poderes públicos adoptaran una de tantas medidas de protección para las mujeres víctimas de la violencia. La aportación de este ministerio gafe a un servicio que ya existía y funcionaba sin problemas, ha consistido en sabotearlo a base de torpezas y soberbia.

El Ministerio de Igualdad tampoco ha conseguido mejorar sensiblemente las cifras de la violencia de genero. Si la media de mujeres asesinadas en los años de gobierno de Rajoy está en 53 por año, Sánchez la mantiene en 52. Esa mínima rebaja más parece consecuencia de la lenta evolución de la sociedad que de los efectos de tanta grandilocuencia feminista de este gobierno.

A las mujeres las protegían y las protegen los policías y los jueces; las feministas de moqueta solo han servido para entorpecer la labor de unos y otros o para crear polémicas absurdas: la malhadada ley del sí es sí, los ataques del oficialismo violeta y maleducado a ciertos comunicadores, el negociete corrupto con los puntos violetas y ahora este escándalo de las pulseras truchas.

Los datos demuestran que las mujeres estaban mejor protegidas sin el famoso ministerio que con él y la razón es muy sencilla: el Ministerio no nació para gestionar sino para hacer propaganda. En consecuencia, todo lo que tiene que ver con el correcto funcionamiento de los servicios va de mal en peor, pero la propaganda bien, gracias. Otro cohete del sanchismo. No hay más que ver cómo los anuncios de la campaña del «por huevos» que paga el ministerio conviven felizmente en los medios con las crónicas de las chapuzas que perpetran los responsables del mismo ministerio.

Se han gastado 70 millones de publicidad en los últimos años para construir otro artefacto más del entramado para sexar a buenas y malas personas según dicta el código de superioridad moral del buen progresista. Una de estas tardes, después de haber informado en detalle sobre los últimos defectos de las famosas pulseras, un conocido presentador de televisión concluía categórico. «¡Pero el Ministerio de Igualdad es más necesario que nunca!».

Ese es el éxito de la propaganda; que la gente se sienta mejor persona por defender el Ministerio de Igualdad o por hablar del genocidio en Gaza, independientemente de la realidad de los hechos y de sus consecuencias. Y eso le ocurre tanto a los presentadores de televisión como a algunos presidentes regionales del Partido Popular.