Ignacio Camacho-ABC
- A la mayoría demoscópica de las derechas aún le sobran escaños pero Sánchez se ve en condiciones de apretar el resultado
Extraño, extraño: con la legislatura en pleno colapso, Sánchez se ha venido arriba y el PP abajo. Los socialistas han encontrado en Gaza una herramienta para movilizar a sus electores desencantados mientras los populares se ponen nerviosos ante unas encuestas que estancan su intención de voto y en cambio otorgan a Vox cincuenta o más diputados, cifra que compromete muy seriamente el compromiso de gobernar en solitario. La mayoría global de la derecha no parece por ahora en juego porque –siempre según la demoscopia, que es un método científico pero no exacto– aún le sobrarían diputados; sin embargo, el Gobierno se ve por primera vez en el último año en condiciones de reducir la distancia y apretar el resultado.
Con sus colaboradores de confianza y su propia familia en manos de la justicia, el presidente necesitaba a toda costa una salida de supervivencia política. Con el instinto y la falta de escrúpulos que le caracterizan ha ido a buscarla en la masacre de Palestina sin dudar un segundo en embarcar al Estado entero en una campaña de propaganda antijudía. De momento la maniobra le está saliendo bien: la izquierda se reactiva y el partido respira liderando la nueva versión del «no a la guerra» inspirada en los consejos zapateristas. No sólo eso: el principal adversario se acerca a Vox y asume parte de su programa en un movimiento táctico suicida, justo el que los socialistas esperaban para echársele encima.
La última ocurrencia del PP ha sido la de comprarle a Abascal la idea de primar la entrada de hispanoamericanos sobre la de musulmanes. (¿Puede explicar alguien sobre qué bases constitucionales es posible discriminar por su origen a los inmigrantes?). El primer mandato de la competencia electoral consiste en no imitar a los rivales porque es la mejor manera de arrimarles votantes: aquello del original y la copia, ya saben. En eso los socialistas no se equivocan nunca, expertos como son en crear marcos diferenciales capaces de poner al oponente en dificultades, aunque para ello se tengan que mover al margen de convenciones de cualquier clase. Les ha bastado la palabra genocidio para meter a Feijóo en un terreno impracticable.
La incógnita actual es la de si esa remontada, leve pero perceptible, puede desembocar en un adelanto. Es decir, si Sánchez va a ver una ventana de oportunidad que quizá no le dé para ganar pero podría evitarle un descalabro. Con los tribunales tras los pasos de su entorno inmediato la recuperación puede fracasar en caso de aguantar demasiado, y la opción contraria supone la probabilidad bastante verosímil de una derrota que le arrebate los privilegios del cargo. La hipótesis más racional parece la de jugarse en el proyecto presupuestario la última carta de viabilidad del mandato. Pero la razón cuenta poco en este escenario desestructurado por la ausencia de principios éticos e institucionales básicos.