Juan Carlos Viloria-El Correo

  • Tanto el populismo político como el informativo recurren a la estrategia de la confrontación

En el libro ‘Periodistas en tiempos de oscuridad’, de Fernando Belzunce, recién publicado en Ariel, hay un capítulo dedicado a analizar las causas y los efectos perniciosos en la calidad de la información de uno de los grandes estragos de nuestro tiempo: la polarización. La obra recoge análisis, reflexiones, testimonios, de un puñado de algunos de los más fiables y comprometidos periodistas de todo el mundo acerca del impacto de las redes, internet, la inteligencia artificial o la crisis de la verdad en el final de la objetividad y la imparcialidad. Una valiosa obra destinada a iluminar la actual oscuridad en el ámbito de la información zarandeado por un terremoto tecnológico, político, especulativo, donde cada vez es más complejo defender el periodismo ecuánime y de calidad. Un terremoto especulativo porque tanto el populismo político como el populismo informativo recurren a la estrategia de la confrontación y arrastran a los ciudadanos que quieren creer falsedades porque sustentan sus ideas.

Como apunta Belzunce en el preámbulo, la polarización es un modelo de negocio y algunos periodistas han entrado en él. La polarización se refiere a una época en que la opinión pública de un país se divide drásticamente en posturas radicales y opuestas que descartan toda probabilidad de consenso. Posturas que eran diferentes se convierten en irreconciliables, de manera que las voces moderadas pierden influencia y, con la radicalidad, se desvanecen las posibilidades de solucionar las divergencias.

Una de las periodistas con las que ha conversado el autor sostiene que la polarización forma parte de un círculo vicioso. Por una parte, los partidos políticos tienen una manera de comportarse y hablar muy agresiva, lo que se refleja automáticamente en los medios. Por otra parte, es cierto que los medios presentan fronteras menos claras entre la opinión y la información, empujados en parte por internet. La confusión entre información y opinión se evidencia, especialmente, en los medios digitales y en los espacios de tertulias, donde cuesta identificar quién es periodista, quién es político, quién es abogado y quién es activista. Están todos juntos opinando, lo que dificulta distinguir los roles.

El negocio de la polarización beneficia al populismo político y al populismo informativo en temas tan esenciales como la inmigración, la justicia o la Constitución, que requieren rigor y objetividad y en los que se prima lo emocional y la invasión ideológica. Cada vez parece más urgente impulsar la ‘alfabetización mediática’ o la capacidad de evaluar la credibilidad de las fuentes. La audiencia debe aprender a verificar la reputación y el historial de los medios y los autores antes de confiar en la información que presentan.