Juan Carlos Girauta-El debate
  • No es seguro que se pueda conservar la esencia de la gran literatura española de la bajeza, que da tres vueltas de tuerca a la picaresca del Buscón y el Lazarillo, en una era de redes sociales y tecnologías inverosímiles para la sobreexcitación de los sentidos y de los sinsentidos

La nueva revelación de Entrambasaguas me reafirma en la idea: los Sánchez son una mina para el escritor con tiempo. Lo haría yo, pero no me da la vida. Una pluma no muy periodística, bendecida por la invocación de Cervantes, Valle-Inclán y Cela: Rinconete y CortadilloLuces de bohemia y Tobogán de hambrientos (sin desdeñar Izas, rabizas y colipoterras). Así, el universo moral de los Sánchez, tan exiguo, encaja de manera sorprendente, quizá mágica, en la intersección de tres mundos literarios: el de la gente del bronce, el esperpento y la voracidad descarnada. El reto está en no perder la alta inspiración al situar las peripecias sanchescas en su tiempo. No es seguro que se pueda conservar la esencia de la gran literatura española de la bajeza, que da tres vueltas de tuerca a la picaresca del Buscón y el Lazarillo, en una era de redes sociales y tecnologías inverosímiles para la sobreexcitación de los sentidos y de los sinsentidos. Pero ésta es la ocasión. Si la historia de los Sánchez no nos inspira, nada lo hará.

Por supuesto, la nueva revelación de Entrambasaguas es la del hermanísimo evitando la geolocalización de Hacienda. Lo aclaro porque sus revelaciones llegan en un torrente. Aquí podría parecer que la palabra «geolocalización» es incompatible con la literatura que aspiramos a resucitar. Es un prejuicio. Cada cual escribe en su época. Por otra parte, la fusión de novela y autocrónica, por mucho que pueda molestar a los puristas, es un hecho gracias, sobre todo, a Emmanuel Carrère. Por eso convendría que el autor que buscamos se implique en la narración, aparezca en ella, bien investigando lo inaccesible, lo que solo puede rastrear en viejos escritos, como hace Carrère en El Reino, bien entrando en la historia vía interacción epistolar con los protagonistas, como en El adversario.

Es muy dudoso que el entorno sanchil responda a las cartas de quien se propone desnudar su alma. Pero el narrador siempre puede darnos escenas en las que se encuentra físicamente con el 1. En una rueda de prensa, por ejemplo. Nadie podrá negar que el material de partida para la obra está ahí, pidiendo alguna lógica que solo puede atañer a móviles demasiado humanos. Los de un tipo que emprende su viaje de venganza personal (que consumará) metido en un coche con tres pájaros de cuenta. La historia de cada uno de ellos merece capítulo propio: la del portero de puticlub, la del adicto al sexo arrojando por la borda su carrera en pulsiones irrefrenables, la del hoy encarcelado que salta de una efepé en electrónica a la negociación del futuro de España con un golpista no menos esperpéntico, pasando por los amaños de obra pública. La mujer sin título, contable de lupanares gays (con menores iberoamericanos, según dicen), saltando a una cátedra universitaria y a un improbable cargo africano en una reputada escuela de negocios. El 1 plagiando su tesis doctoral. El hermanísimo en palacio, escondido y desconectado, alérgico a Hacienda. Dale.