- No entiendo que profeses una ideología y te avergüences de ello. Vete o quédate. Yo sé lo que es irse de los partidos, te aseguro que te procurará un placer intenso
Los comunistas españoles solo han caído bien, y no todos, durante un breve periodo, justo antes y justo después de que los legalizara Suárez. Me refiero al PCE, por supuesto, y cuando digo «caer bien» no me refiero a que la derecha sociológica (entonces se la llamaba así) hubiera olvidado lo de Carrillo y Paracuellos. Aludo al modo sorprendente en que se normalizó la presencia de don Santiago, con y sin peluca. Sus discursos eran bastante menos vacuos que los de un comunista actual. Su pasado apestaba, claro, pero hace cincuenta años España quería cerrar heridas. Tomen nota los jóvenes: querían cerrar heridas los que habían vivido la guerra, los que se habían matado, delatado, encarcelado. Llegó la Pasionaria, vieja bestia estalinista, y presidió la Mesa de edad del Congreso como si nada. Al inspirado Alberti –un Mertxe Aizpurúa de su tiempo– lo agasajaron los Reyes. Ya no quería darle el paseíllo a nadie.
Aquella España de reconciliación había combatido o sufrido las consecuencias de la guerra. ¿Qué familia no tuvo un caído, varios caídos? Es la izquierda contemporánea, impotente y cruel, cobarde y agresiva (un poco como Borges veía a los chinos) la que resucita el odio. El PCE de la Transición se había pasado al eurocomunismo, sus homólogos italianos estaban a favor de la OTAN. Con los comunistas actuales no habría habido nada que hacer. Paradójicamente, son estos los que vienen escondiendo sus siglas. ¿Se dan asquito? Ahora llevan el traje de Sumar. En mi campaña de estimular la creación literaria, propongo un diálogo imaginario entre Carrillo y Yolanda. Las posibilidades de un absurdo sostenido, extraño, didáctico y desternillante son inagotables.
Una vez le mentaron el comunismo a la vice comunista y se puso nerviosísima. Si normalmente disparata y se traba, imagínenla alterada. No entiendo que profeses una ideología y te avergüences de ello. Vete o quédate. Yo sé lo que es irse de los partidos, te aseguro que te procurará un placer intenso. Pero si te quedas, la cabeza alta, hija. Yo no tengo ideología porque es una horterada; los señores tenemos ideario. Mi consejo, Yolanda: abandone el comunismo y pronuncie en público solo frases memorizadas o leídas. Siendo un cero, su lugar es el PSOE. Salte sola o en compañía de otros, a pelo o coaligada, como Fernández Ordóñez en 1982. No sabe de qué hablo.
Sepa, con todo, que el PCE de los setenta fue más leal al Rey y a Suárez que el PSOE, donde no acabó de gustar que se legalizara al primero. Sepa que aquellos comunistas exhibían la bandera española con sus colores correctos. Mírense ahora: están contra el plan de paz en Gaza con una radicalidad que Hamás aún no ha utilizado; saben que esta es su última posibilidad para salvar el cuello después de haber cometido un pogromo. Sumar es más extremista que Hamás. Sumar es un feroz comunismo… vergonzante. Sumar es un galimatías. Sumar no es nada. A paseo. (No lo digo en el sentido de Alberti).