Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • Hay quienes insisten en el imposible de recomponer el PSOE desde dentro sin darse cuenta de que para recuperar la moderación política no sirve ya ser moderado

No aprenden. Llevan años acertando el diagnóstico. Cáncer. Y equivocando el tratamiento. Paracetamol. Y ahí siguen. Han tragado con los indultos, con la amnistía, con la elección de los independentistas vascos y catalanes como socios preferentes, con el muro, con la expulsión del partido de quienes se aventuraban a ejercer su libertad de opinión, con la lenta pero imparable deconstrucción del modelo de convivencia basado en la Constitución del 78.

Ha pasado mucho tiempo desde que saltaron las primeras alarmas, pero fue en julio de 2023 cuando se confirmaron las hipótesis más pesimistas. Desde entonces todo ha ido a peor. “No se observa un proyecto de país ni social que guíe las actuaciones de los gobiernos de Sánchez” (Jordi Sevilla). A mucho peor. Porque hoy ya sabemos por qué montaron la “operación descrédito” de la Justicia con tanta antelación. Faltaba un ingrediente que añadir a la deslealtad constitucional y a la incompetencia: la corrupción. La mujer, el hermano, dos secretarios de Organización. Y lo que falta por venir. Pero ellos ahí siguen. Habitas mini y huevos rotos para compartir; y de segundo Pixin.

El mismo día que Gabriel Sanz desveló aquí las intenciones de un selecto grupo de viejos (y no tan viejos) dirigentes socialistas, reunidos para la ocasión en el restaurante El Luarqués, escuché a un ilustre sanchista referirse despectivamente a los allí convocados como “estos moderaditos que no tienen ni media hostia”. En ese momento me vino a la cabeza esa frase de Mark Twain que recomienda no discutir con idiotas porque la gente podría no notar la diferencia. Pero cuando conocí las conclusiones del cónclave tuve que admitir que el sanchista podía tener algo de razón.

El postsanchismo

Después de conocer los nombres de varios comensales, uno entiende lo difícil que para algunos debe resultar asumir que no hay nada que hacer, que las siglas que han significado tantas cosas en tu vida (y no solo en tu vida política) ya no representan lo que tú defendiste. Que el Partido Socialista Obrero Español se ha convertido (perdón por la ocurrencia) en Pedro Sánchez o Excomunión. Que concluir que hay que “fomentar una corriente capaz de expresar internamente la oposición y la crítica que ya se manifiesta fuera” es paracetamol.

Leyendo un día después la crónica de Marisa Cruz en El Mundo daban ganas de llamar al sanchista egregio y darle un contrito abrazo: “El acuerdo general entre los asistentes fue el de mantenerse en contacto y empezar a articular algo: una plataforma, una estructura, una corriente que desemboque en la presentación de una alternativa en el próximo Congreso del PSOE”. Santa ingenuidad. Insisten en rescatar al PSOE del sanchismo a sabiendas de que eso no es posible. Persisten en reconquistar un territorio del que han sido expulsados. Para siempre. Y lo singular es que son conscientes de ello; de que el postsanchismo lo administrarán los sanchistas.

Como ha dicho Nicolás Redondo, el “partido de Suresnes, hace un tiempo que dejó de existir. Hoy en España no se trata de combatir por el PS, se trata de defender el sistema social-liberal del 78”. Exacto. De eso se trata; de que, llegados a este punto, la urgencia de la operación rescate de ese sistema social-liberal no es compatible, por inverosímil, con ningún reseteo del PSOE a corto plazo. Lo apremiante no es salvar a un partido que no quiere ser salvado, sino defender lo que cada cual entienda que es mejor para España y los españoles.

Una nueva oferta electoral

Lo dejé aquí por escrito hace cinco años y me reafirmo: únicamente serán útiles estos esfuerzos si se transforman en una nueva oferta electoral, de centro o centro-izquierda, en forma de partido político o de agrupación de electores. Si se quiere con vocación inicial de bisagra que aspire a hacer lo que no hizo Ciudadanos, que no sería poca cosa, para así liberar al gobierno de turno del chantaje del independentismo y restaurar la estabilidad indispensable para afrontar con luces largas, y a partir del mayor apoyo parlamentario posible, los serios problemas del país.

A pesar de que no son tiempos de moderación, sigo pensando que esta es una de las grandes virtudes de la política. A la cita de El Luarqués acudieron hombres y mujeres modelados por intensas y valiosas experiencias, copartícipes privilegiados del período social y político más brillante de nuestra historia reciente. Gentes por lo general sensatas, prudentes, pero con un problema que no quieren ver: que ya no hay tiempo; que para recuperar la moderación no sirve ya ser moderado.

Reflexionar, pensar, proponer. Todo eso está muy bien. Y sin embargo de nada servirá si no se da un paso más. Porque no se trata de echar a Sánchez, que ya está fuera. Se trata de llenar el enorme vacío que deja un partido que fue de Estado y hoy se ha transformado en un mero instrumento de poder.