Irene González-Vozpópuli
- Todos miran a otro lado y actúan como si no existiese un sacerdote que puede acabar en prisión en España por decir la verdad del Islam y defender la fe católica
Cabe esperar que, cuando un católico defiende la verdad, especialmente en lo relacionado con la fe y la Cristiandad, el mundo se burle de nosotros, nos dé la espalda o nos persiga. Pero en nuestro tiempo posmoderno, donde el Mal gobierna en sus formas más sibilinas y profundas, al travestirse de buen cristiano todo aquello que aplauda el emotivismo, hemos de asumir que el abandono y el rechazo llegan en primer lugar de una parte de la jerarquía de la Iglesia, que busca encajar y agradar al mundo, a uno que precisamente desprecia a Cristo, a expensas de diluir nuestra fe a algo que no moleste ni nos salve.
Pocos casos ejemplifican mejor la descristianización y el momento crítico de la guerra espiritual en la que está sumida nuestra civilización que lo sucedido con el sacerdote de Barcelona Custodio Ballester, el primer cura que puede ir a prisión por decir la verdad sobre la ley islámica en España, antaño Luz de Trento que salvó Europa y Occidente frente al Islam. Los elementos clave de la destrucción de nuestra civilización cristiana que regojo en mi libro Salvar Europa aparecen en este caso del padre Custodio: islamización, ideología antihumanista y el vehículo de la destrucción, las fallida democracias liberales y el arma legal desarrollada para aterrorizar a quien se atreva a decir la verdad, el delito de odio.
Un concepto fluido para que el abuso sea disfrazado de justicia, donde el agresor ejerce el papel de víctima y ésta de agresor, pues el Mal, cobarde y mentiroso, no se muestra de forma directa. El delito de odio es un artefacto de doma, de asesinato civil creado por la democracia liberal que persigue todo discurso que pueda considerarse negativo para colectivos protegidos por la ley, donde se incluye el colectivo islámico. Sin embargo, queda excluida de especial protección la religión más perseguida del mundo, el cristianismo.
El Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia concluye que en 2024 se registró un incremento del 25% en ataques contra católicos, la confesión más perseguida en España. La cifra incluye episodios de violencia, el asesinato de un fraile franciscano en Gilet (el segundo en dos años) profanación, escarnio y exclusión de la vida pública.
¿Dónde está la solidaridad cristiana?
“Musulmanes contra la Islamofobia” denunció al padre Custodio en el 2017 ante la fiscalía de delitos de odio por unas declaraciones en un podcast donde afirmaba que “el islam era una religión de violencia que se ha extendido por la espada a diferencia del cristianismo” y “el Islam radical busca destruir la civilización occidental”.
La fiscal del caso, Teresa Verdugo, que haciendo honor a su apellido decidió pedir tres años de cárcel a un hombre que tiene mucho camino de santidad recorrido, obviando o formando parte de la persecución a los católicos en España. Ante esta persecución religiosa a un sacerdote por todos los enemigos de la Cristiandad, el padre Custodio, que hace gala de su nombre (el que guarda y protege la fe) ha sido abandonado en un silencio abyecto por la Conferencia Episcopal, sus medios y el resto del clero sin que se hable de esta persecución cristianófoba en los círculos de laicos católicos u oficiales, tan activos en actos de masas emotivos con muchos likes.
Todos miran a otro lado y actúan como si no existiese un sacerdote que puede acabar en prisión en España por decir la verdad del Islam y defender la fe católica. Y yo me siento desolada, desamparada sin una Iglesia a la que acudir que me ofreciese refugio y apoyo si yo fuese la perseguida por los mismos motivos. ¿La solidaridad cristiana es solo para dar un bocadillo a inmigrantes?
La búsqueda de la verdad
Pero hay una cuestión clave, la imposibilidad de dialogo con el Islam. El padre Custodio es perseguido por explicar en un artículo las razones que hacían imposible el diálogo con el Islam en contestación al arzobispo Omella que publicó “el necesario diálogo con el Islam”. El que fue tan favorable al secesionismo catalán aplaudía que el Papa Francisco hubiese reanudado el diálogo con el Gran Imán suní de Al-Azhar, después de que las relaciones diplomáticas con el Vaticano fuesen suspendidas en castigo al Papa Benedicto XVI, por la distorsión que hicieron de su discurso de Ratisbona y porque osó condenar el atentado yihadista en la Iglesia de los Santos en Alejandría que mató a 23 cristianos.
Omella se atrevió a enmendar la plana de forma póstuma al papa Benedicto XVI y consideraba que gracias a Francisco todo se solucionaba, hasta el punto de que oficialmente en la iglesia católica hoy hay una suerte de equiparación entre religiones, lo que confunde en el camino de salvación. Entonces y en otras ocasiones, la jerarquía priorizó agradar al mundo y a todos menos a Cristo.
Una cosa es la diplomacia y otra la sumisión a quien se muestra beligerantemente ofendido con tu existencia. Una cosa es no denigrar a nadie y otra que, para no ofender, renunciemos a la defensa de nuestra fe y nuestro camino de salvación. Que el Papa condenase el asesinato de cristianos en una iglesia en un país musulmán fue considerado una intromisión inaceptable, pero aquí todo católico asume que, en virtud de leyes contrarias a la verdad, una asociación islámica puede intervenir en España y que un un sacerdote acabe en prisión por ejercer su derecho a la libertad de expresión.
Los católicos no podemos renunciar a la necesidad del discernimiento, de expresar nuestra opinión renunciando a la búsqueda de la verdad, que es la búsqueda de Dios, para someternos a lo que nos permitan decir asociaciones islámicas o una fiscal con una actuación que algunos podrían encontrar como cristianófoba.
Es de tal gravedad el caso del padre Custodio y su Verdugo, actual alto cargo del Ministerio de Igualdad, que es esencial arrojar luz ante la oscuridad en la que estamos. Hay una verdad superior, unas virtudes cristianas de la ley natural que nos trascienden y elegir las leyes corruptas de los hombres es una corrupción del alma que lleva al individuo al absurdo del nihilismo. Siervos acomodados. Pero cuando es una jerarquía eclesiástica la que renuncia a la ley de Dios y la Iglesia renuncia a dar cobijo y auxilio a uno de sus miembros para someterse a la ley de los hombres contraria a Dios, implica una renuncia explícita de la fe verdadera.
Sin duda es una forma propia del maligno intentar alejarnos de este modo de Dios, haciéndonos creer que al ignorarle le obedecemos. Sin duda la salvación de nuestra civilización pasa porque los custodios de la Cristiandad nos mantengamos firmes ante los verdugos.