Alberto García Reyes-ABC
- Sánchez se pasa por el arco del triunfo la Constitución porque no busca el interés general, sólo el personal
El verdadero escándalo no es que el Gobierno se haya escaqueado de la obligación constitucional de presentar su proyecto de Presupuestos Generales del Estado por segundo año consecutivo, sino por qué lo ha hecho. No hace falta siquiera recurrir a la hemeroteca para explicarlo, aunque la opinión de Sánchez hace apenas unos años sea un impecable discurso de oposición contra sí mismo y a estas alturas ya sea una verdad empírica que la palabra del presidente no vale un duro. Basta con otear sus horizontes personales para concluir que Pedro Sánchez está infligiendo un ataque sin precedentes a la democracia. El interés general, que es la misión de cualquier proyecto político en un Estado de derecho, está siendo soslayado por los groseros intereses privados de la familia Sánchez Gómez. El simple hecho de incumplir el artículo 134.3 de la Constitución –«el Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior»– ya sería suficiente motivo de convocatoria electoral. Pero ahí es donde está el porqué. La Fiscalía pide el archivo de las causas contra su mujer y su hermano, la Abogacía del Estado se querella contra el juez Peinado, el ministro de Justicia presiona al Poder Judicial, el Constitucional de su admirado Cándido Conde-Pumpido cambia las doctrinas del Supremo en los escándalos de corrupción socialistas… Sánchez tiene un gran aparato de calefacción en La Moncloa y sabe que en la calle hace mucho frío. En una legislatura fallida que sólo ha sacado adelante en el Congreso la ley de Amnistía que han redactado los propios delincuentes, sus socios, someter a votación los Presupuestos sin tener atada la victoria le obligaría a convocar elecciones generales para no pasar a la historia como un tirano. Por eso prefiere hacerse el sueco, que es la misma forma de tiranía, pero se nota menos.
La quiebra sanchista es la peor de todas: de principios. Cuando un presidente se arroja a la impudicia de saltarse la Constitución, gobierna con unos Presupuestos que elaboró otro Ejecutivo y aprobó otro Legislativo, se apodera de la televisión pública para difundir a todas horas su propaganda victimista, utiliza el CIS para engañar, ataca a los jueces, se esfuerza en controlar la Fiscalía y el Constitucional e intenta dirigir las grandes empresas con nuestro dinero se está pasando por el forro el interés general. Dice el diputado del PP Juan Bravo que María Jesús Montero es como un delantero que no mete goles. La alegoría es buena. Su obligación como ministra de Hacienda es presentar los Presupuestos, que son vitales para el funcionamiento del país, pero es su propio entrenador el que le está ordenando que falle el penalti. Porque Sánchez sólo entiende de Presupuestos Particulares, es decir, de todo lo que le permita perpetuarse y, en consecuencia, poner todos nuestros recursos a disposición de la familia (evítese la pronunciación con acento italiano).