Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli

  • Poco se ha habla de la infamia de que la mayoría de las universidades públicas hayan abrazado oficialmente el antisemitismo

España es hoy una ineptocracia corrupta que aprovecha el capitalismo de amiguetes y sostenida por la ideología de la caverna de progreso: socialismo, comunismo y nacionalismo en diferentes variedades, desde el terrorista al regionalismo rencoroso. Todos se identifican con lo que antaño se llamaba la izquierda, hasta el PNV Junts, que se ufanaban de ser demócrata-cristianos. Se han hecho grandes progresos en la popularización de la “ineptocracia” y el “capitalismo de amiguetes” (en la que algo tengo que ver, pues la segunda expresión es mía), pero la “caverna de progreso” pasa más inadvertida pese a su estratégica misión: reservar el poder a los peores.

De la caverna de Platón a la de Sánchez

Veamos el ejemplo del tratamiento informativo de la flotilla a Gaza de Ada Colau, Greta Thunberg y cía: su indudable éxito es inseparable de la previa inmersión mediática en antisemitismo, filoterrorismo islámico y odio a Israel sembrado estos años a escala e intensidad desconocidas desde hace un siglo. Porque a la caverna de progreso se le puede reprochar todo, pero no carecer de la perseverancia contumaz típica de los fanáticos: gente que sólo tiene un tema y no quiere cambiarlo, según Winston Churchill, y cree firmemente que sus creencias son obligatorias para todos, según Fernando Savater.

Los lectores que hayan disfrutado de la ahora más rara experiencia de una escuela donde se aprendían conocimientos sabrán que mi “caverna de progreso” se inspira en el venerable y genial mito de la caverna de Platón, expuesto en La república. En el mito platónico, los hombres viven encerrados desde la niñez en una caverna, atados a una pared; por la de enfrente ven desfilar sombras de objetos proyectadas por servidores que los mueven ante un fuego encendido detrás suyo. Mujeres y hombres están firmemente convencidos de que las sombras son los objetos verdaderos; sólo unos pocos consiguen liberarse, descubrir el engaño y la consiguiente servidumbre, y salir de la caverna; dejémoslo aquí (y si quieres saber cómo acaba, no dudes en leer a Platón: no lo lamentarás). Los que creen que las sombras son los objetos que las proyectan viven engañados, pero no engañan a nadie: solo son víctimas de su ignorancia. Pero algunos de los engañados propagan el engaño a las nuevas incorporaciones a la sociedad cavernícola: niños y jóvenes. Son, naturalmente, los educadores y también, en nuestra época, los intelectuales, tertulianos, periodistas y todo ese cajón de sastre que la caverna de progreso celebra como “el mundo de la cultura”: actores, influencers, guionistas, escritores, famosos etc. Sin esos engañados engañadores que propagan y reproducen cada día sus sombras favoritas no estaríamos tan a ciegas.

Apoyo a Hamás en institutos

El poder de la caverna de progreso es tal que la mayoría de los medios de comunicación y de la oposición política, incluyendo muchos que se consideran enemigos declarados del sanchismo, apenas saben escapar del asombro de las sombras que proyectan los sombristas: el falso genocidio israelí en Gaza, la flotilla errática y perezosa de Greta y Colaula nueva encuesta de Iván Redondo… Incluso de un invento tan burdo y ridículo como los dos supuestos DNIs del juez Peinado, típica sombra de la división periodística de la caverna, se estuvo hablando semanas.

Los medios y clase política se ciñen por obligación a la efímera actualidad, por eso la labor de los educadores, periodistas y gentes de la cultura es asegurar que la luz nunca disipe las sombras de la caverna de progreso. Poco se ha habla de la infamia de que la mayoría de las universidades públicas hayan abrazado oficialmente el antisemitismo, con pomposas declaraciones de apoyo a Gaza y condena de Israel que evitan referirse al gobierno terrorista de Hamás en la trágica franja. Alguna, como la mía, ha precedido el apoyo a Hamás con el de la invasión rusa de Ucrania y la dictadura de Maduro en Venezuela sin que nadie se inmute, porque aquí manda Bildu (y es en Cataluña y País Vasco donde se creó esta caverna, extendida por Zapatero y Sánchez -y la pasividad de Rajoy- a toda España). Así, este pasado jueves un sedicente “sindicato de estudiantes” ha convocado huelgas en apoyo a Hamás en institutos y universidades; aunque muchos no lo sepan, los escolares de 14 años y menos tienen reconocido el “derecho a huelga”.

Monitores nudistas y porreros

El caso del campamento de verano de Bernedo (Álava) ha vuelto a descubrir dos hechos incontestables: uno, la dictadura ideológica de la caverna de progreso en la educación, con la complacencia de no pocos padres; dos, la indiferencia social e institucional hasta que salta el escándalo, siempre efímero y sin consecuencias porque a la sociedad la educación no le importa.  En Bernedo, los niños eran sometidos por monitores nudistas y porreros a traumáticas experiencias con sus cuerpos y sentimientos, a chantajes y abusos emocionales constantes (a veces también sexuales) y a quemar banderas de España: el lote de sombras completo. Gracias al buen periodismo hemos sabido que las denuncias de algunas familias datan de hace seis años, sin que nadie hiciera nada por investigarlas: ni Ertzaintza, ni defensor del pueblo vasco (Ararteko) ni las Diputaciones Forales, patrocinadoras del engendro woke.

Wokismo y corrupción para largo

En efecto, el desafiante y soberbio comunicado de los activistas trans y queer del campamento, que eso eran los tales monitores, es un ejemplo perfecto de esa ideología delirante y dañina que llamamos wokismo. Saben muy bien que nadie interrumpirá su carrera de perversión juvenil, porque la caverna de progreso domina buena parte de la educación, del periodismo y de la industria cultural. Lo que la sociedad escandalizada debería saber es que Sánchez pasará, los jueces condenarán la corrupción y la oposición entrará en los palacios oficiales, pero mientras la mayoría acepte propagar la ignorancia de la caverna de progreso y deje impunes los abusos, la educación seguirá siendo suya. Y así su concepto totalitario e iliberal de la política, la economía y la vida seguirá reproduciéndose sin problemas, y pagada con nuestros impuestos. Es lo único que alarma a muchas gentes de orden, pero cuando se empezó a hablar de corrupción hablaban no de la pecunaria, sino de la de niños, costumbres y leyes.