Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu-El Debate

  • Creo que el plan de paz propuesto por el presidente Trump abre una ventana de oportunidad para que callen las armas y para que, como dijeran Santa Teresa y Gandhi podamos adentrarnos, de una vez por todas, por los genuinos caminos de la paz en esa parte del mundo

Es universalmente reconocido que una de las premisas esenciales para poder aspirar a las mínimas expectativas de bienestar y de progreso es la de encontrarse en un entorno presidido por la paz, en su más amplio sentido.

También es asumido de manera prácticamente indiscutible que no se considera posible disponer de ese entorno de paz si previamente no se ha garantizado una elemental seguridad.

De acuerdo con la pirámide de Maslow, propuesta por el psicólogo alemán Abraham Maslow en 1943, las necesidades humanas se estructuran de una manera jerárquica, desde las más acuciantes o inevitables para las personas, hasta las menos vitales, pero igualmente percibidas como necesarias. En esta pirámide, las necesidades de seguridad, entre las que se incluyen las de seguridad física, se encuentran en el segundo escalón de urgencia, tan sólo precedidas por las necesidades fisiológicas, tales como la alimentación, el agua o el sueño. En los tres escalones restantes de la pirámide, de menor apremio, pero igualmente necesarias, figuran, de mayor a menor grado de urgencia, las necesidades sociales, las de estima y en el escalón más alto o menos acuciante, las de autorrealización.

Según una conocida reflexión de Santa Teresa de Calcuta, «el fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz». Conecta, pues, la madre Teresa el silencio con la paz, a través de un itinerario de oración, fe, amor y servicio.

Se atribuye, igualmente, a Gandhi la frase según la cual «no existe un camino para la paz, sino que la paz es el camino», queriendo transmitir la idea de que el único camino para la paz es el de ser pacífico en las actuaciones cotidianas, haciendo de la paz el valor sobre el que se sustentan y que, en consecuencia, debe presidir, todas las actuaciones y relaciones humanas

Sobre la base de estas premisas, ofrecidas como guías de conducta por las personalidades citadas, consideradas como referentes mundialmente reconocidos como promotores de paz, resulta difícil de entender y de aceptar cómo determinadas teorías sociales y políticas, como las promovidas por el sector ideológico autodenominado de izquierdas o progresista, encuentran en el conflicto y la confrontación la vía por la que resolver los problemas sociales o encontrar áreas para la mejora del bienestar de las personas.

Permanece en la memoria de los españoles la frase captada por un micrófono inadvertidamente abierto tras una entrevista del periodista Iñaki Gabilondo al candidato a la Presidencia del Gobierno por parte del Partido Socialista Obrero Español en las elecciones generales de 2008, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando, en la creencia de que el micrófono estaba cerrado y nadie les escuchaba, al preguntarle el periodista cómo iban las cosas de cara a las elecciones, el candidato y en ese momento presidente del Gobierno en funciones, le dijo que las expectativas eran buenas pero que hacía falta «un poco de tensión». Pareciera lógico pensar que, para un presidente del Gobierno, aunque en ese momento estuviera en funciones, el entorno deseable para acometer un proceso electoral sería el de la calma y el sosiego por parte de los electores, más bien que el de la tensión. Como es obvio, el presidente Zapatero lo veía de forma totalmente opuesta.

Este verano, hemos visto como, a raíz del conflicto existente en Gaza, entre el Estado de Israel y la organización terrorista Hamás, con devastadoras consecuencias para la población palestina residente en la franja, con un nivel de sufrimiento y devastación absolutamente desproporcionados, infligidos por las Fuerzas de Defensa Israelíes, se utilizaba aquel conflicto para alterar la paz en España.

Como consecuencia de la presencia de ciclistas israelíes en el pelotón de la vuelta ciclista a España, se promovieron disturbios en diferentes etapas del evento deportivo que llegaron a provocar la imposibilidad de finalizar la carrera, tal como estaba previsto, en las calles de Madrid. El presidente del Gobierno, el presidente Sánchez, el presidente de las primeras veces en las que el Gobierno protagoniza actuaciones anómalas, ha sido el primer presidente que ha respaldado la actuación de los que se enfrentaban a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, manifestando sentirse orgulloso de ellos y aparentemente felicitándose de que un evento deportivo que forma parte de la marca España no pudiera realizarse. Poca sorpresa a estas alturas de la presencia de Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno.

También hemos vivido como, después, la aplicación o no del término ‘genocidio’ a lo que estaba sucediendo en Gaza se ha convertido en argumento de confrontación entre ciudadanos sobre su posición respecto al conflicto.

Ciertamente que las escenas de esta devastación sin precedentes, retransmitidas por televisión en todos los países del mundo, demandan una toma en consideración de la propuesta de ejecución de actuaciones por parte de las instancias judiciales internacionales al objeto de depurar presuntas responsabilidades en las que se hubiera podido incurrir contra el derecho internacional humanitario y contra los derechos humanos en general. En ello deberían estar nuestros gobernantes más que en promover discordias en el seno de nuestra sociedad, so pretexto de la aplicación de uno u otro término a la catástrofe humanitaria que presenciamos o sobre la base de enfatizar las culpas de unos y aliviar las de otros.

Creo que el plan de paz propuesto por el presidente Trump abre una ventana de oportunidad para que callen las armas y para que, como dijeran Santa Teresa y Gandhi podamos adentrarnos, de una vez por todas, por los genuinos caminos de la paz en esa parte del mundo.

Demos una oportunidad a la paz en esas castigadas tierras de Oriente Medio, tanto en Gaza como en Israel, Líbano o Siria, desoyendo a los que, irresponsablemente, contribuyen a perpetuar este conflicto y lo que es peor a convertirlo en una realidad cotidiana de nuestra sociedad, convirtiéndose en aparentes promotores de paces lejanas y de discordias cercanas.

Fernando Adolfo Gutiérrez Díaz de Otazu es senador por Melilla del Grupo Parlamentario Popular