Ignacio Sánchez Cámara-El Debate
  • El objetivo de Israel es Hamás y no el pueblo palestino. En esto le asiste la razón porque es un caso de legítima defensa

La situación en Gaza es terrible, inhumana. Pero toda valoración y condena legítimas deben ir precedidas por la reflexión. Sin remontarnos al nazismo y a la creación del estado de Israel, el origen del conflicto actual fue el brutal atentado terrorista cometido por Hamás. La organización criminal palestina es, pues, el primer responsable. La reacción de la izquierda radical internacional y compañeros de viaje está viciada por la negación de la culpabilidad de Hamás, que tiene un intenso aroma antisemita.

No puede calificarse de genocidio cometido por el estado de Israel, que no persigue la eliminación del pueblo palestino, sino la destrucción de la organización terrorista. Si hay algo así como un intento de genocidio en la zona es la voluntad del radicalismo palestino y de algunos países árabes de eliminar a los judíos y arrojarlos al mar.

Los medios utilizados por Israel para lograr un objetivo legítimo son, por el contrario, ilegítimos y brutales, y susceptibles de poder ser considerados como crímenes de guerra. Lo cierto es que hay una guerra y no un genocidio. Cuando uno de los contendientes en un conflicto bélico carece de territorio propio adoptará probablemente procedimientos terroristas. Y en sentido contrario el que sí lo posee tenderá a recurrir a medios ajenos a la guerra convencional (si es que hoy existe tal cosa). Esto es un intento de explicación, no una justificación. El problema para Israel es que la legítima defensa no puede utilizar medios ilegítimos. Y el bombardeo y matanza de la población civil lo es. El problema añadido para Israel es que al actuar de este modo se ha echado en contra a la mayoría de la opinión pública mundial, aunque ésta utilice muchas veces argumentos falsos.

Nuestra izquierda radical, y la foránea, suelen ser poco reflexivas. Son emotivistas y se mueven por eslóganes y consignas. Y, sobre todo, son activistas. Necesitan una buena causa, o mala si es preciso, para movilizarse y con mucha frecuencia violentamente. Por ejemplo, el final de la Vuelta ciclista a España. En el caso español se producen además curiosas paradojas. La extrema izquierda coincide aquí con la extrema derecha (que no es Vox). Incluso con Franco y su legendaria amistad con los pueblos árabes y su denuncia de la conspiración judeo-masónica. No se les cae de la boca la palabra democracia, aunque la idea sea frecuentemente pisoteada, y omiten que Israel es la única democracia de la zona. Ciertamente ese hecho no faculta para cometer crímenes de guerra. Omiten también que, aunque en Israel existe la ultraderecha religiosa, normalmente dominan posiciones liberales y socialistas. También es paradójico su repudio a Israel, así en general, y omiten la contribución inmensa de los judíos a la civilización occidental. Muchos de los «padres fundadores» de su ideología y, desde luego, el más célebre e influyente de todos ellos, fueron judíos. Claro que el pensamiento radical se encuentra en patente decadencia. Algunos quizá lean todavía el Manifiesto comunista, pero si ojean El capital pueden sufrir una embolia cerebral.

La propuesta de paz de Trump ha abierto posibilidades al final de la barbarie. Hamás parece inclinado a aceptarla. Incluso el Gobierno de España. Pero no todo. Al sector de Sumar le parece mal. Son más «hamasistas» que Hamás. A ver si va a haber que volver a hablar de la corrupción, los presupuestos y la agonía del Gobierno. Con Gaza y el aborto intentan ir tirando.

El objetivo de Israel es Hamás y no el pueblo palestino. En esto le asiste la razón porque es un caso de legítima defensa. Pero la razón que se tiene se puede perder si los medios utilizados son inmorales, ilícitos e ilegales. Y creo que esto es lo que ha sucedido.