Tonia Etxarri-El Correo
Hoy, cuando se cumplen dos años de la matanza perpetrada por Hamás contra la población israelí, fecha elegida para debatir en el Congreso de los Diputados el embargo relativo de armas a Israel, toda la atención se dirige al pulso negociador que está manteniendo el Gobierno de Netanyahu y el de Gaza con EE UU como principal impulsor de un plan que se antojaba inimaginable hace unos meses.
No va a ser fácil que la propuesta impuesta por EE UU resulte exitosa. Pero Israel y Hamás han accedido a atender el envite. Por pura necesidad. Netanyahu, aislado por la opinión internacional por sus crímenes de guerra en Gaza, se ha visto obligado a aceptar una propuesta que puede terminar por desbaratar su futuro (en cuanto finalice esta guerra será el fin de su cargo). Y a Hamás, cada vez con menos apoyos en el mundo árabe, no le ha quedado otra vía que la de aceptar una hoja de ruta que contempla su rendición. Lo de entregar las armas es harina de otro costal. A pesar de su deterioro y desmantelamiento, la causa palestina tiene el reconocimiento moral de las movilizaciones de la izquierda y, sin duda, Hamás se apoyará en ellas para seguir persiguiendo su objetivo de destruir el Estado de Israel.
Es cierto que la izquierda ha encontrado un banderín de enganche para sus movilizaciones. La misión frustrada de la flotilla quedará como una gota en el océano pero se han aferrado a la causa palestina. El hecho de que Hamás haya accedido a sentarse con Israel, con el visto bueno de Irán y el aplauso del presidente de Egipto a la iniciativa negociadora de Trump, les ha pillado, sin embargo, con el pie cambiado. Si Israel deja de matar en Gaza y se garantiza el desarme de Hamás, y empieza a liberar a todos los rehenes (vivos y muertos) que mantiene secuestrados desde hace dos años, se está más cerca de una tregua. Algo se habrá avanzado, aunque a nadie se le escapa la dificultad de ver a 250 presos de Hamás, condenados a cadena perpetua en las cárceles de Israel, libres como pájaros.
Que la memoria sirva para retener en nuestro disco duro por qué se desató la ira vengativa del Gobierno israelí es importante para no errar en el diagnóstico. Hoy hace dos años, Hamás asesinó a 1.200 ciudadanos israelíes en el festival Nova y en el kibutz de Reím. Y secuestró a otras 251 personas. Hemos visto imágenes terribles de niños muertos en Gaza por las bombas de Israel. No se han exhibido, sin embargo, muchas de las escenas inhumanas de aquel 7 de octubre. Ayelen Razin, destacada feminista israelí, ha recopilado documentación sobre los casos de violencia sexual perpetrados por Hamás. Aparecieron mujeres calcinadas imposibles de identificar, sin ropa interior y las piernas abiertas, que ha preferido no difundir por respeto a esas víctimas.
El camino de esta negociación es incierto. La ficha vuelve a la casilla de salida. Hoy, hace dos años. Cuando la matanza de Hamás perseguía dinamitar los acuerdos de Abraham y provocar un conflicto mundial contra Israel. No veremos, en breve, el final del conflicto. Pero si sirve para frenar el horror desatado por Hamás y, posteriormente, por Netanyahu, no se entiende la oposición de la izquierda a que callen de una vez las armas.