Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Lo refutan con sus actos, y lo refutan con un entramado de argumentos que abocan a la misma conclusión: a doña Begoña se le da trato preferente y hay que hacer la vista gorda. Encima arguyen que nada puede hacerse porque no existe un estatuto de la esposa del presidente

Si le cita a usted un juez instructor, Dios no lo quiera, para notificarle personalmente algo desagradable, como su situación procesal, sepa que no tiene por qué ir. Es raro, ya lo sé. De hecho, como abogado me incomoda estar escribiendo esto. Siempre, en todo caso, aconsejaría al citado de manera personal que obedezca de forma personal y aparezca personalmente a la hora señalada por el juez. Pero el derecho está dando sorprendentes vuelcos en los últimos tiempos. En un debate ad hoc, me seguiría situando sin dudarlo a favor de obedecer literalmente al juez. Pero visto que una ciudadana cualquiera, como Begoña Gómez, puede ignorar las citaciones judiciales, debe ser que el equivocado soy yo.

Creo que este irritante debate se subsume en otro de más enjundia que nadie va a plantear por vergüenza. En efecto, la polémica jugosa la he soslayado al dar por sentado (y titular) que Begoña Gómez es una ciudadana cualquiera. Esto no es fácil de refutar sin que a la banda de Sánchez se le vea el golpe de Estado a cámara lenta. Sin embargo, lo refutan con sus actos, y lo refutan con un entramado de argumentos que abocan a la misma conclusión: a doña Begoña se le da trato preferente y hay que hacer la vista gorda. Encima arguyen que nada puede hacerse porque no existe un estatuto de la esposa del presidente.

Si la esposa del presidente fuera esposa de un presidente de verdad, un jefe de Estado, existirían normas sobre la primera dama. Pero aquí la primera dama todavía es la reina. Hasta que el golpe de Estado sanchista se consume y dé sus últimos frutos podridos. No se alarme nadie. Ese golpe lo pararemos, pero ahí les conduce la inercia si nadie se pone delante y los detiene en seco. Mientras tanto, la cámara lenta permite que se vayan tomando decisiones aberrantes como si fueran lo más normal del mundo. No existe un estatuto de la esposa del presidente del Gobierno porque no hace falta. Y no hace falta porque, insistiré, doña Begoña es una ciudadana cualquiera. Como ciudadana cualquiera tiene muchos derechos: los mismos que usted y yo, ni uno más. Y, como todos los ciudadanos y poderes públicos, está sometida a la ley y a las resoluciones judiciales.

Esto último invita al bostezo por lo obvio que nos resulta a los demócratas, pero el sanchismo no es democrático, es un régimen liquidador de la democracia. Va alcanzando sus objetivos paulatinamente por la vía de unos hechos consumados que son inmediatamente bendecidos por dos bandas menores: la banda de los periodistas del régimen, tan plurales como el Pravda, y la de los mercenarios del derecho, un reducido grupito al que siempre recurren los primeros, como si no hubiera más juristas en España. Los mercenarios se apresuran a dar por verdad jurídica sus interpretaciones caprichosas e interesadas de la ley mientras lucen sus colas de pavo real: ¡constructivismo jurídico! Te cuelan su ideología como derecho.