Gabriel Sanz-Vozpópuli

  • El riesgo de este Feijóo débil es que, después de acusar a Sánchez de ‘podemizar’ el PSOE por mantenerse en el poder, él acabe ˋvoxizando’ el PP por lo mismo

Negar a estas alturas que el PP está estancado en las encuestas y solo suben los dos extremos de esta España intencionadamente polarizada, PSOE y Vox, resulta tan ridículo como culpar de ello en exclusiva a Alberto Núñez Feijóo de las desgracias demoscópicas de los popularesPara estos, sin embargo, lo peligroso no es eso: lo peligroso es que muchos de ellos den por bueno instalarse en una modorra infinita hasta que Pedro Sánchez convoque a las urnas. Total, saquen el resultado que saquen, se dicen en la sede de la madrileña calle Génova, «vamos a acabar gobernando con Vox»… No, el poder no se gana, se conquista; antes a tiros y ahora conquistando el corazón y los deseos de esperanza de la gente en las urnas.

Esperar la salida de Sánchez de La Moncloa cual fruta madura, elevar la pachorra a categoría de estrategia, envía un mensaje letal al votante propio y al ajeno. Dicho de otra manera: millones de españoles no quieren que al sanchismo le suceda un feijoismo con la sola supervivencia por bandera y hasta la apertura de las urnas tienen su voto a mano para impedirlo; a la tan cacareada podemización del PSOE llevada a cabo por Pedro Sánchez y criticada por Feijóo -y hasta intramuros de la sigla socialista-, no debería sucederle un PP voxizado ni en el fondo ni en las formas. Por el bien de este país.

De la misma forma que el gazpacho y el salmorejo no son lo mismo, por más que la base de ambos sea el tomate, nunca serán lo mismo ese PP del que dispone el sistema desde hace cuarenta años para protagonizar los ciclos de cambio a babor, que una formación como Vox ligada, le guste o no, a esta nueva política deudora del relato más que de la gestión; por eso no será lo mismo un Feijóo reforzado con 150 escaños y dispuesto a integrar en la mayoría parlamentaria a un Vox con 40: eso le permitiría no tener que incluir a Santiago Abascal en el Gobierno-, que un PP desfondado a las urnas y un Vox disparado hasta los 60 diputados.

Pero si Pedro Sánchez sigue en la senda alcista de estos sondeos y troca la derrota de 2023 en una victoria y aboca a Feijóo a hacer lo que lleva dos años criticando: gobernar a toda costa aunque quede segundo, eso sí que sería un desastre sin paliativos para los populares. Y, a día de hoy, eso no es ni mucho menos descartable. Tan sorprendente derrota de la partido líder de la alternativa supondría regalar gasolina a una izquierda que no va a dudar en incendiar la calle para converttir al nuevo inquilino de La Moncloa en Feijóo El Breve.

‘Al final, todos son iguales’

Ese es el peligroso escenario de incertidumbre al que parece abocado un PP cuyo mensaje y proyecto no solo no calan sino que parecen decirse y decirnos ni falta. Eso es lo que se desprende de mensajds como el de Cuca Gamarra cuando afirma: «Ninguna encuesta le sirve a Sánchez para mantenerse en el poder»; Ya, sabemos sumar, Cuca… ¿Y?¿Esa es toda la ilusión que son capaces de transmitir como alternativa después de siete años del actual Gobierno?

¿De verdad creén que el antisanchismo y los escándalos de corrupción que rodean a su creador, y al PSOE, van a ser suficientes para echar a todo un presidente, se llame como se llame, protagonista lógico de la escena nacional y la internacional? Pues que poco conocen el paño electoral… y mira que deberían conocerlo, a tenor de la enorme decepción que les embarga desde la amarga victoria en las urnas del 23 de julio de 2023.

Alberto Nñuñez Feijóo -ya antes que él Pablo Casado- lleva cuatro años acusando a su rival de no tener principios, de pagar cualquier precio a sus socios independentistas para sobrevivir, y eso es justo lo que a él le puede acabar pasando a él si no revierte esta nociva tendencia al empate con los socialistas, en el mejor de los casos, hija del mantra Al final todos son iguales al que conduce la indolencia en política

¿Alguien en la dirección del PP piensa que Santiago Abascal empoderado y eufórico una vez encaramado a la Vicepresidencia del Gobierno, con 60 o 70 diputados, barriendo para Vox en cada votación parlamentaria y con la calle incendiada por la izquierda, va a contribuir al ese sueño húmedo del feijoismo de dormir la política española para rematar a un Sánchez ya en la oposición? ¿No ven que, probablemente, ocurrirá lo contrario, visto lo bien que le ha ido, electoralmente hablando, salirse de los gobiernos autonómicos y ayuntamientos que compartió con el PP entre 2023 y 2024?

Un ‘Cristo con dos pistolas’

Digámoslo claro: al líder del principal partido de la oposición le sienta como a un Cristo dos pistolas el papel de duro en inmigración y otros asuntos de Estado. Un papel que diseñó para él ese gurú que responde al nombre de Aleix Sanmartín y que, dicen, ha salido de Génova por piernas nada más llegaron las primeras encuestas del práctico empate entre populares y socialistas. Suerte que ni Feijóo se ve a sí mismo ordenando a la Armada hundir el barco «negrero» (sic) que dice Abascal que es el Open Arms, ni le ve la gente en general en ese papel que le había preparado el tal Sanmartín que ahora parece va a asesorar a Indra -espero que con mejor resultado-.

No, Feijóo y los suyos deben autoconvencerse de que no se puede soplar y sorber, contentar a todos porque acabas disgustando a todos; que no se puede representar la centralidad desde un extremo. En un escenario tan polarizado como el que pretenden Sánchez y Abascal para los próximos comicios, al presidente del PP le queda representar la centralidad -no el centro político, que no existe-, aunque sea a codazos; sacar cabeza a base de sentido común, transversalidad y, ante todo, disimular ese ansia de llegar al poder. Porque quien controla el botón rojo electoral, Pedro Sánchez, ya se ha demostrado un maestro en el control de los tiempos para perpetuarse en el poder el mayor tiempo que pueda y luego sobrevivirse en la oposición.