- La degradación de nuestro sistema parlamentario hace que la Presidencia de la Cámara ya no pida cuentas de verdad a los miembros del Gobierno. La chulería sabiniana de Sánchez está amparada por la máxima autoridad de nuestras Cortes Generales. Y su desprecio a nuestra democracia se hace cada día más evidente
Probablemente la única verdad que ha dicho Pedro Sánchez en los últimos años es que pensaba gobernar al margen del Parlamento. Y hay que reconocer que ha cumplido. Sin el más mínimo matiz. Su actuación en la sesión de control al Gobierno ayer fue verdaderamente pavorosa.
Hace tiempo que tengo claro que este sistema de control, que fue un gran avance en nuestro modelo parlamentario, ha dejado de tener ninguna utilidad real. Vemos cada miércoles cómo se hacen preguntas al presidente y a otros miembros de su Gobierno que jamás son contestadas. Ayer tuvimos el mejor ejemplo en las preguntas del diputado de Vox José María Figaredo sobre cómo David Sánchez defraudó a Hacienda declarándose residente en Evora y viviendo en la Moncloa. Por más que Figaredo preguntó y repreguntó, la vicepresidente y ministra de Hacienda no contestó. Habló hasta del aborto. Pero de David Sánchez ni palabra.
Con la pregunta de Núñez Feijóo al presidente del Gobierno ocurrió lo mismo. Con un agravante. El jefe de la oposición recordó a Sánchez las mentiras en las que ha sido pillado flagrantemente: «‘Mi hermano y mi mujer son inocentes’… Ocho delitos investigados; sus manos derechas ‘Ábalos es una persona honesta’… sentado en el banquillo del Tribunal Supremo; ‘Santos Cerdán es un buen socialista’… en la cárcel, desde el mes de junio, o la abolición de la prostitución ‘¡Usted que ha vivido de ella! y su Gobierno que ha pagado con dinero el consumo de prostitución!’». Núñez Feijóo terminó advirtiendo a Sánchez que es imposible que se haya delinquido como lo ha hecho su entorno sin que él estuviera enterado de todo lo que había sucedido. Y como conclusión de toda su intervención Feijóo anunció al presidente del Gobierno que tendrá que comparecer ante una comisión de investigación del Senado este mismo mes de octubre.
Cómo si fuera un chulo de prostíbulo Sánchez respondió con un «Ánimo, Alberto», abandonando la cortesía de tratarse de usted, algo hasta ahora respetado hasta por los comunistas de nuestro Congreso. Si eso es grave por la degradación del sistema parlamentario que evidencia, lo peor es que quien preside la cámara se quede mirando extasiada a quien acaba de afrentar al Parlamento. La obligación de Francina Armengol es la de tomar la palabra y exigir a los miembros del Gobierno que respondan a lo que se les ha preguntado. Pero no. La degradación de nuestro sistema parlamentario hace que la Presidencia de la Cámara ya no pida cuentas de verdad a los miembros del Gobierno. La chulería sabiniana, es decir, de puticlub, de Sánchez está amparada por la máxima autoridad de nuestras Cortes Generales. Y su desprecio a nuestra democracia se hace cada día más evidente. El único referente político de Sánchez es su persona. Su persona debe seguir en el poder a toda costa. Y, para eso, las Cortes son un impedimento. Veremos si cumple con el reglamento y acude al Senado donde lleva casi dos años sin comparecer. Está obligado a hacerlo, pero también está obligado a presentar los presupuestos y se ha pasado esa obligación por la entrepierna.
Pero ahora Sánchez corre un riesgo: El artículo 502.3 del Código Penal alude a la obligación de decir la verdad: «El que convocado ante una comisión parlamentaria de investigación faltare a la verdad en su testimonio será castigado con pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses». A ver si Sánchez también se pasa el Código Penal por la entrepierna mintiendo ante el Senado.