- No en vano, cuanto más inocente se proclama, más culpable aparece. Hallándose contra las cuerdas, su risa sardónica no oculta la inquietud sabedor de que su fragilidad judicial es aún mayor que la parlamentaria con aliados que, aunque graznen como urracas, no le dejaran caer
Mientras se celebra «la paz de nuestro tiempo» en Gaza con similar esperanza a la de la Inglaterra de Chamberlain con el intercambio de rehenes por terroristas entre Israel y Hamás, con Trump reclamando el Nobel sin estar siquiera al final del principio y con España en el lado idiota de la historia yendo a deshora de la Ceca a la Meca, «Don Teflón» Sánchez se atrinchera con la corrupción como el capo John Gotti con sus crímenes al resbalarle todo comprando jurados hasta que uno de los suyos lo traicionó por una grabación del FBI en la que su patrón lo ponía al pie de los caballos. Cavilando igualmente Sánchez que su escapada no tiene término, el jefe de «la banda del Peugeot» -hoy restringida a «los Bonnie and Clyde»- se ufana buscando transmitir seguridad en su derredor, a fin de que no prendan deserciones, con Feijóo de parachoques. Más al obligarle el jefe de la oposición a tener que dar explicaciones en el Senado ante la comisión que investiga el «caso Koldo». Allí «Noverdad» Sánchez deberá decir la verdad cuando está vacunado delatando su rostro de feldespato los efectos secundarios de los fármacos inmunizadores.
Si el «Puto Amo» –como le subliman los palmípedos que cacarean al lado del gallo– denigra a los suyos tildándoles de «pájara» (Robles), «petardo» (Vara), «tocacojones» (Vara), «hipócrita» (Lambán) o «jodida» (Susana Díaz), cómo no va a hacerlo con quien señala la basura que lo encumbra, aunque él no perciba su fetidez con un olfato habituado a los prostíbulos de su suegro de cuyas mercedes hizo oficio y patrimonio. Con Ferraz hediendo a prostíbulo y con La Moncloa como cloaca máxima, quien las manda aúlla a Feijóo –como el miércoles en la sesión de control– con el agudo «¡ji ji ji!» de las hienas y el aire pendenciero de su «Ánimo, Alberto», tan impropio de un Parlamento como de la dignidad que representa con ínfulas de pandillero.
De esa guisa, parecía retornar al ambiente del que lo sacó Sabiniano Gómez echando mano del exministro Miguel Sebastián, artífice de su plagiada tesis doctoral con el equipo de su gabinete, y con cuya hija casó formando una alianza tan inquebrantable como la que los jóvenes Frank y Claire Underwood –protagonistas de “House of Cards– sellaron en Cambridge, si bien ellos la forjaron en la Casa de las Saunas. Si en la serie televisiva sus personajes estelares alientan –incluso infidelidades y asesinatos– todo lo que coadyube a sus aspirantazgos, los Sánchez Gómez maquinan como si todo les estuviera permitido para ascender y mantener el poder.
«Nada es eterno, excepto nosotros», escribe Frank a Claire Underwoood, quien principia como directora de una sociedad ecológica sin ánimo de lucro y termina de compañera de candidatura del marido. Esa misiva se corresponde con la carta de amor y veinte excusas desesperadas que el enamorado Sánchez dirigió a Begoña en abril de 2024 al ser imputada y con cuya espantada maniobró para tomar la iniciativa pegándole una patada al tablero. «Llevamos mintiendo mucho tiempo, Francis», confiesa Claire a su cónyuge. «Claro que sí -admite-, pero imagina qué pensarían los votantes si les dijéramos la verdad». «A ellos, no –le acota–, sino el uno al otro».
Tras establecer la Justicia que el ‘Begoñagate’ que los negocios de su mujer en La Moncloa no habrían sido posibles sin su anuencia, como tampoco los de sus cuates de «la banda del Peugeot», Sánchez está dispuesto a todo con todo y contra todo aquel que ose poner coto a sus abusos. No en vano, cuanto más inocente se proclama, más culpable aparece. Hallándose contra las cuerdas, su risa sardónica no oculta la inquietud sabedor de que su fragilidad judicial es aún mayor que la parlamentaria con aliados que, aunque graznen como urracas, no le dejaran caer. A veces, incluso se lo facilitan tanto que le basta, como con Pudimos, con algo de alpiste. Por descontando, que estos no harán cuestión de la financiación ilegal del PSOE, cuya densa niebla se avizora, pese a lo dicho hasta por Yolanda Díaz porque sus líneas rojas son tan mudadizas que ya las marcan con tiza para su fácil borrado.
En ese brete, Feijóo ha resuelto ir de las musas al teatro forzando la citación de Sánchez ante el comité senatorial del ‘caso Koldo’ tras el informe de la Guardia Civil sobre los pagos en sobres con membrete del PSOE a dos sosias de «la banda del Peugeot» con billetes de ignoto (aunque previsible) origen. Ello hará que, por primera vez, un presidente en ejercicio se someta a una comisión sobre corrupción en el lapso que mediará entre la deposición de sus edecanes Ábalos y Koldo García ante el Tribunal Supremo y el juicio a su fiscal general por revelar secretos contra una rival.
Aunque el requerimiento de «los Bonnie and Clyde de La Moncloa» estuviera cantada, hay quienes achacan a Feijóo –si boga porque boga y, si no, porque no– que actúa urgido por la progresión demoscópica de Vox haciendo –como diría Sánchez– de la necesidad virtud. Sea por fas o nefas, difícilmente podía eludir su deber ante un frescales que la víspera se erigía en Bilbao en paladín contra la degeneración con sólo mudar la jerga para apodar al dinero negro -«chistorras», «lechugas» y «soles»- como para ETA las extorsiones del «impuesto revolucionario» eran «botellas de vino» para el bar Faisán.
De esta guisa, ‘don Teflón’ Sánchez teme perder su sobrenombre como el mafioso Gotti cuando, al desprenderse su material antiadherente, un tribunal de Nueva York sentenció al Petronio de las elegancias con su traje negro cruzado y su corbata a rayas rojas y amarillas. No obstante, tras disipar la vergüenza con su exhibición de impudicia, Sánchez confía en la propaganda para que el ciudadano pase de la indignación a la indiferencia y de ésta a la complicidad pasiva al caricaturizar su equipo de opinión sincronizada la indecencia como un meme que divierta hasta que la gente se muera de risa contagiada por la hiena elevada sobre un Himalaya de podredumbre.