Carlos Herrera-ABC

  • De no haber otra renovación, a esa central le quedan quince días

Una orden del Ministerio de Transición Ecológica del año 2020 autorizaba la renovación de la explotación de la central nuclear de Almaraz hasta noviembre de 2027. De no haber otra renovación, a esa central le quedan quince días de vida. Quince días. En ese plazo de tiempo deben entrar los operararios a desmontar las instalaciones, cosa no sencilla y que tiene difícil reversión. ¿Qué consecuencias tendrá esa decisión? Pregúntenle a los lugareños por la repercusión social de la pérdida de miles de empleos directos e indirectos. Y pregunten a los expertos por la repercusión energética: además de incrementar el riesgo de apagones y de aumentar la dependencia del gas, nadie duda que el precio de la luz se dispararía un 30 por ciento como mínimo. Se dispararía no, se disparará, porque el cerril acuerdo de gobierno entre el PSOE y Sumar contempla el cierre planificado de nucleares entre el 2027 y el 2035 y aunque hay facciones dentro del socialismo becerro que nos gobierna que preferirían disponer la renovación –Carlos Cuerpo por ejemplo–, los Yolandos de la ecuación no piensan transigir. La ministra –o lo que sea– que heredó el negociado de la muy sectaria Teresa Ribera, ni está ni se la espera y ni siquiera se pone al teléfono (Ribera, por cierto, tan antinuclear cuando era miembro del Gobierno español, ya es nuclear en Europa).

Hasta esa ministra sabe que, probablemente, las consecuencias del aumento del precio de la luz no les pillará a ellos en el poder. Su patriotismo esquelético les lleva a calcular que quien deberá arrear con esas consecuencias será un gobierno de derechas y que, entonces, no habrá que desaprovechar la oportunidad de denunciar la ‘pobreza energética’ y demás eslóganes, despertando de su hibernación a los sindicatos –que cuando gobierna la izquierda dormitan en sus covachas al calor de los parabienes que les otorgan– para que llenen las calles de repentinos consumidores irritados. En Europa y otros países se sigue invirtiendo en energía nuclear –en la UE la generación nuclear es el 25 por ciento– y se espera triplicar la capacidad nuclear mundial para 2050, es decir, se está dispuesto a invertir muchos millones, mientras nosotros somos partidarios de echar a perder lo que tenemos merced a las telarañas ideológicas de la purria que nos gobierna. La vida de nuestras centrales se puede alargar hasta incluso los ochenta años para garantizar seguridad energética a los ciudadanos y empresas: para evitar en la medida de lo posible nuevos apagones y para no tener que depender del gas ruso merced a mayor autonomía estratégica. No todo lo puede garantizar y suministrar el sol de España. Al menos de momento.

Sugiere el gobierno que son las empresas propietarias las primeras interesadas en el cierre. No es cierto: están dispuestas a mantener la operatividad de las centrales pero con condiciones regulatorias y económicas adecuadas. Desde el impuestazo de los hermanos Nadal –grandes socialdemócratas de derechas– todas las tasas no han hecho mas que crecer. Vamos, pues, camino del suicidio energético.